Prueba de ayer y hoy: Suzuki Swift Sport 2018 vs Swift GTi de 1988
Los deportivos pequeños se llamaban antes Polo G40, Fiesta XR2i... Y Suzuki Swift GTi. El japonés sorprendió a sus propietarios en los años 80 con unas cualidades dinámicas extraordinarias. La pregunta que nos hacemos es: ¿Mantiene el Suzuki Swift Sport actual el espíritu deportivo que hizo tan especial a su abuelo? Los enfrentamos para comprobarlo.
El primer Suzuki Swift GTi fue presentado en 1986, y llegó para ponerles las cosas difíciles a la competencia: 101 CV para mover unos raquíticos 740 kilos. Ningún otro modelo de su segmento podía igualar esta relación peso/potencia. ¿Y hoy? El nuevo Suzuki Swift Sport se ha presentado este año, un cuatro puertas con motor de 1,4 litros y 140 CV, y mantiene un peso muy contenido: solo 967 kilos.
El nuevo crece en tamaño
El nuevo es 20 centímetros más largo y ancho, y añade 10 centímetros de altura. Las ruedas aumentan de 13 a 17 pulgadas, y ahora, la zaga presenta dos gruesos escapes a derecha e izquierda. En el antiguo, tenía una sola salida, eso sí, doble. Me subo primero al GTi, y de entrada, todo "huele" a años ochenta. Todo son plásticos duros y diseños cuadrados.
El mullido es sorprendentemente blando para unos asientos deportivos. El volante es regulable en altura, y para ser un coche con tantos años, lo cierto es que queda excepcionalmente bien en las manos. ¿Consola central? Lo justo para una radio UKW y las palancas de la calefacción. A derecha e izquierda de la unidad del velocímetro veo botones de aspecto moderno para la luz y los limpiaparabrisas. El velocímetros marca hasta 220, y la zona roja del cuentavueltas empieza en el 7.
Un interior muy tecnológico
Paso directamente el Suzuki de 2018: sus asientos deportivos son mucho más firmes, pero no ofrece mucho más agarre lateral que el modelo del 88. Y también predominan los plásticos duros. En el pedalier hay aluminio, el volante está forrado en cuero y me encuentro, para mi alegría, un freno de mano de los de toda la vida. Entre el cuentavueltas rojo y el velocímetro, que marca hasta 260, donde en su abuelo hay un simple reloj digital, encuentro aquí una moderna pantalla que me da la información del turbo y la temperatura.
En la consola central preside otra pantalla de serie, con el sistema de infotainment, y todo lo que uno necesita: navegador, sincronización de 'smartphone', Bluetooth, etcétera. Y justo debajo, en tengo los mandos del clima con indicadores digitales.
Llega el momento de abrir el capó del modelo anterior: me espera un 1,3 litros de 101 CV que en origen había sido concebido para una moto deportiva. Todo el cableado está al aire, como corresponde a un coche de su edad. En el nuevo todo va recogido bajo un embellecedor de plástico, y leo las palabras Booster Jet. El 1,4 litros de 140 CV es capaz de llevar a este pequeño por encima de los 200 km/h.
¡Volvemos a los 80!
Vuelvo al anterior, me siento de nuevo, y le doy al contacto. Al principio carraspea, se toma un segundo para "tragar saliva" y finalmente catapulta al coche hacia delante. Y es que sus escasos 741 kilos son muy pocos para 101 CV, y eso se nota. El 1,3 litros sube de vueltas con fuerza inusitada, y el ruido de júbilo llega claramente al interior a través de la delgada chapa. Y me ha sorprendido la agilidad con la que toma las curvas y lo divertido que es de llevar, aunque lleve dirección sin servo.
Tampoco ESP ni ABS, lo que aumenta aún más la diversión. Y es capaz de alcanzar unos sorprendentes 186 km/h sin mucho esfuerzo. La aceleración se traduce en un buen patadón en la espalda, y se que, según los datos de fábrica, es capaz de pasar de 0 a 100 km/h en solo 8,6 segundos.
Una máquina de diversión
Me subo al Swift Sport. La postura al volante es mucho mejor, quedan muy a mano el volante y la palanca del cambio. Arranca y se pone a empujar desde el principio, sin apenas agujero del turbo. La aguja del cuentavueltas sube disparada, y cubro el 0 a 100 km/h en solo 7,4 segundos. Una cosa curiosa: la zona roja del cuentarrevoluciones empieza en 6.200, cuando el corte llega ya a las 6.000. La palanca del cambio fluye precisa entre las marchas, con más exactitud que en su abuelo.
Y las ruedas de 195 tienen un tacto duro, igual que su chasis. El Swift es capaz de rodar muy rápido sin esfuerzo, frenar, girar y salir de las curvas una y otra vez es pan comido. Y es que aunque lleve más limitadores que su antecesor en forma de asistentes, lo cierto es que el nuevo mantiene el espíritu del ochentero: es una máquina de diversión pura.
Valoración
En esta prueba de ayer y hoy enfrentamos al Suzuki Swift Sport 2018 vs Swift GTi de 1988. La pregunta que nos hacemos es: ¿Mantiene el espíritu deportivo del abuelo?
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