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5 razones por las que tu primer coche debería ser un ‘hierro’

Con el carné recién sacado y la ‘L’ pegada a la espalda, no tiene mucho sentido dejarse mucho dinero en un vehículo que no te va a durar.

Seguro que más de una vez te ha ocurrido: vas por carretera conduciendo tranquilamente cuando de repente ves a un conductor novel, no ha hecho ningún movimiento raro, pero lo que te llama la atención es ver la ‘L’ en la luna trasera de un vehículo de corte premium. “¿En serio empieza con un coche así?”, habrás pensado. Y no te faltará razón, porque, ¿qué sentido tiene empezar tu andadura como conductor con un vehículo que está claramente por encima de tus posibilidades? Estamos aquí para defender firmemente que el primer coche que hay que tener en propiedad, cuanto más “hierro” sea, mejor. Y aquí tienes nuestras razones.

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La primera y más básica es que, sencillamente, no estás acostumbrado. A no ser que hayas ido a una autoescuela con mucho presupuesto, lo habitual es que tanto las clases prácticas como el examen los hayas hecho al volante de un modelo compacto de marca generalista, con el nivel de acabado más pelado de la oferta, un motor que andaría lo justo, muchos años a sus espaldas y una cantidad insana de kilómetros en su velocímetro. Dar el salto a un vehículo con prestaciones mucho mayores puede hacer que te sea difícil controlarlo y, aunque que sea más bonito y esté en mejor estado pueda parecer algo bueno…

…puede que en realidad no lo sea. ¿El motivo? Seamos sinceros: no te engañes, vas a darle golpes. Es lo habitual, tienes que hacerte a sus medidas, sigues sin tomar bien las referencias y casi seguro que le des toques contra otros vehículos al aparcar o que en un parking le dejes una marca de por vida en un costado gracias a algún columna que no debía estar ahí. Y como es algo inevitable, ¿no dolerá mucho menos que la “rascada” se la lleve un coche de segunda mano que costó 4.000 euros en lugar de uno nuevo impoluto de 15.000?

El plano económico es también relevante por otros dos aspectos. El que es meridiano es el del desembolso inicial, un coche de ocasión con cierto trote encima costará una cantidad bastante más asequible y se pueden encontrar ejemplares que combinen un precio adecuado con un estado correcto. Un coche nuevo será mejor en todo pero es mucho más caro. El segundo, en el que muchos no caen de primeras, es en el del coste del seguro. A un ‘L’ las aseguradoras le van a cobrar una cantidad importante en todos los casos, pero la diferencia entre un vehículo usado y uno recién sacado del concesionario es considerable.

Este punto está a medio camino entre la faceta económica y la de usuario. Eres novato, todos lo hemos sido, y es normal que conduzcas ahora pero que dentro de algunos años (aunque hay casos que…), así que, aunque sea de manera involuntaria, probablemente maltrates los componentes mecánicos del coche. Se te calará, puede que quemes el embrague poco a poco, dañarás la caja de cambio por meterla alguna vez la marcha a capón, abusarás de los frenos al bajar pendientes… Es mejor que todo esto se lo provoques a un coche que ya esté en las últimas, que en caso de avería grande incluso te rente más pasar a tu segundo vehículo, que hacérselo a un nuevo

Y por último: tras salir de la autoescuela ni siquiera tienes claro todavía que coche quieres o cuál te va a cuadrar más. Lo que buscas es un vehículo propio, que no se caiga a pedazos y que sirva para moverte a tu antojo. Comprometerse con uno caro que suponga una inversión de dinero significativa, para que acabe por no ser lo que quieres, significa malgastar muchos euros. El primer coche, ese que nunca se olvida, debe ser un conejillo de indias, un sufridor dispuesto a ser víctima de todas tus torpezas a indecisiones de novel.

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