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30 años de la caída del Muro de Berlín: el Trabant lo 'derribó'

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Hoy se cumplen 30 años de la caída del Muro de Berlín. AUTOBILD.ES rinde homenaje al Trabant, el coche que motorizó la Alemania 'democrática' y, por tanto, proporcionó libertad individual.

Puede sonar absurdo afirmar que un inanimado conjunto de hierros y plástico con ruedas fuese el responsable de la caída del Muro de Berlín (que estuvo en pie desde el 13 de agosto de 1961 hasta el 9 de noviembre de 1989, y del que se cumplen 30 años), pero nunca hay que subestimar el poder de las pequeñas cosas, máxime si se convierten en un foco de resistencia que pasa desapercibido: su nombre fue Trabant.

Y eso que el nacimiento del este popular modelo fue un ejercicio de demostración del clásico “nosotros también podemos”. Fue en enero de 1954 cuando el Consejo de Ministros de la República Democrática Alemana decidió el desarrollo y la construcción de un Volkswagen ('coche del pueblo'). Cuatro años después comenzó la producción en serie del Trabant P50 (P, de 'Personenkraftwagen', 'automóvil de turismo'; y 50, por su motor de 500 cc), que montaba una mecánica de dos tiempos y ofrecía 17 CV. Pero no sería hasta 1964 cuando se empezó a fabricar el definitivo tal y como llegó hasta nuestros días, es decir, el P60, con una nueva carrocería, un motor de 600 cc y 23 CV de potencia (en 1968, el motor rendía 26 CV y alcanzaba 108 km/h).

El coche que fracturó el muro. Tres Trabant posando en la Puerta de Brandeburgo

Para adquirir el 'coche del pueblo' de la Alemania 'democrática' había que esperar a cumplir los 18 años y acudir a solicitar el cupón de pedido. Si la lenta y pesada maquinaria burocrática comunista funcionaba, en cuestión de largos meses –o incluso unos pocos años– de espera alguien llamaría para anunciar que el codiciado modelo ya estaba disponible.

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Y a partir de ahí, a buscarse la vida. Porque el Trabant, ese coche ligero y asequible, con una carrocería en su mayoría de plástico reforzado, un motor minúsculo desarrollado casi improvisadamente (el depósito del combustible se hallaba ¡sobre el propio motor!), había sido construido de tal manera que ciertas averías solo sabían repararlas manos cualificadas. A ello se sumaba que había muy pocos talleres, y para conseguir cita o que llegara el repuesto requerido había que esperar meses y meses. Si se hubiera tratado de un automóvil de gran fiabilidad, no pasaría nada, pero si por algo se caracterizaba este 'pequeñajo' es porque fallaba más que una escopeta de feria.

Pero una vez más, el ingenio humano se impuso a las adversidades que había en el lado comunista antes de que llegara la caída del Muro de Berlín. En muchas ocasiones, un amigo conocía a un tercero, con contactos en el mercado negro, donde podría encontrar el repuesto necesario y, si había suerte, sólo haría falta aprender un poco mecánica y... cambiar la pieza uno mismo. Y, afortunadamente, el Trabant era muy, muy simple.

 

Según cuentan sus propietarios, con él se podía aprender cómo funcionaba un coche. Por eso, en todo maletero del P60 no podía faltar una caja de herramientas. Los propietarios que acudían al mercado negro incurrían involuntariamente en la ilegalidad, y en ese punto es donde se fraguaron los gérmenes de la resistencia silenciosa al Régimen, sin olvidar que el hecho de tener un coche, materialización de la libertad de movimientos, ya suponía una huida con respecto de la masa. Individuo egoísta frente a colectivo socialista. 

 

'Conspiradores'

 

Además, la falta de talleres y repuestos de ese lado anterior a la caída del Muro de Berlín propició el encuentro de propietarios de Trabant que intercambiaban conocimientos y piezas, y para las mentes más cerradas del régimen comunista aquello era una suerte de conspiración.

 

Lógico que el Gobierno de la RDA se planteara, como sus correligionarios de la URSS, la prohibición de los vehículos particulares. Pero al contemplar el futuro escenario (sin que nadie esperara la caída del Muro de Berlín en 1989, los regidores dieron marcha atrás porque el remedio podía ser peor que la enfermedad. Como explica el profesor de Historia del Automóvil Kart Möser, “si se limita la movilidad, puedes despertar a la gente de su letargo”.

 

Para colmo de males, el 'coche socialista', con su sencillez y aspecto interior y exterior espartanos, se estaba convirtiendo en un objeto de disfrute del tiempo libre y, sobre todo, la posesión más preciada. En la RDA, la gente acudía al trabajo en autobús, tren o bicicleta, mientras que el Trabant se usaba sólo para ¡las grandes ocasiones!

 

¿Y qué tenía de especial? Nada. Simple, rústico y mal rematado, el Trabant era un automóvil poco dinámico, que duraba como mucho 80.000 kilómetros (a veces incluso menos); que cuando subía una cuesta y no se había desembragado para circular a libre marcha, se corría el riesgo de sufrir un agarrotamiento de los pistones por falta de lubricación; que con su motor de dos tiempos contaminaba a espuertas y frenaba pésimamente (42 metros desde 80 km/h); y cuya seguridad pasiva era simplemente inexistente.

De hecho, tras la caída del Muro de Berlín sometieron a uno a un 'crash-test' y quedó reventado como un melón cuando es estampado contra la pared.

 

Pero cuando no se conoce otra cosa... Aun los propios gerifaltes del régimen de la RDA apostaban por convertirlo en un coche mejor, pues ahí están los intentos de montarle una carrocería más moderna, acoplarle un motor de cuatro tiempos de origen Skoda o incluso un motor rotativo, cuya licencia había obtenido la Alemania 'democrática'.

 

La única modificación 'decente' fue el montaje del motor 1.1 de cuatro tiempos y 40 CV del Volkswagen Polo en 1990. El resultado: una momia con marcapasos. Por lo demás, se mantuvo casi inalterable hasta 1991, año en que dejó de fabricarse.

 

Muchos de esos Trabant fueron también los primeros en cruzar los pasos fronterizos en el Muro de Berlín en la propia capital de Alemania aquel 9 de noviembre de 1989 cuando el muro y el régimen comunista comenzaron a resquebrajarse.  

 

Nota histórica: ¿cómo cayó el Muro de Berlín?

 

El día 9 de noviembre de 1989 el periodista italiano Riccardo Ehrman, otrora corresponsal de la agencia italiana de noticias ANSA (Agenzia Nazionale Stampa Associata) en Berlín, fue el desencadenante: "El día 9 de noviembre se estaba celebrando una rueda de prensa internacional en la que Günter Schabowski [secretario general del sector de Berlín Este del SED (Partido Socialista Unificado de Alemania, en sus siglas en alemán) y miembro del Politbüro del mismo] estaba anunciando que  los alemanes del Este podían viajar a Alemania Occidental sin pasaporte ni visado. Entonces le pregunté si esa decisión afectaba también a Berlín Este y respondió que sí, sólo con el documento de identidad. Y entonces volví a preguntar: '¿Desde cuándo?' Y él respondió desconociendo la entrada en vigor de la medida: 'Ab sofort' ('Desde ya', en alemán). Yo me quedé asombrado. Y le dije: 'Si ya no se necesita visado, entonces el muro no tiene sentido".

 

Todo el mundo en la Alemania comunista vio esa rueda de prensa internacional y esas palabras de Schabowski... Y el resto es ya historia.
 

 

Datos técnicos:

- Motor delantero de dos cilindros en línea y carburador
- Cilindrada: 595 cc
- Potencia máxima: 26 CV a 4.000 rpm
- Transmisión: manual de cuatro velocidades
- Suspensión delantera: independiente
- Suspensión trasera: independiente, con ballestón transversal
- Aceleración 0-80 km/h: 20,0 s
- Velocidad máxima: 105 km/h
- Consumo: 5,5 l/100 km
- Dimensiones (largo/ancho/alto): 3.555/1.504/1.437 mm
- Peso: 620 kg
- Producción total: 3.132.240 unidades

 

Descubrir Berlín a bordo de un Trabant

Trabant. El coche que fracturó el mundo

¿Te imaginas tener la oportunidad de conocer una ciudad tan fascinante como Berlín a bordo del icono automovilístico por excelencia de la RDA? La empresa TrabiSafari (www.trabi-safari.de) te ofrece esta experiencia única de poder conducir un Trabant atravesando las zonas más turísticas de esta excitante ciudad: Puerta de Brandenburgo, el Reichstag, Parque Zoológico, la plaza de Potsdam o el Checkpoint Charlie, entre otros muchos. Dependiendo del recorrido elegido, el trayecto dura entre 1 y 2 horas, y los precios oscilan entre 30 y 89,90 euros por persona.

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