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Prueba: 100.000 kms al volante del Skoda Octavia Kombi 2.0

Fuera estrés en vacaciones. Hemos recorrido 100.000 kms al volante del Skoda Octavia para presentarte al compañero de ¿ideal? para el verano. Veamos...

El verano es esa época que uno espera durante mucho tiempo y que, sin embargo, pasa fugazmente. Por eso lo mejor es disfrutarlo al máximo y, como hemos comprobado tras una prueba de 100.000 kms, el Skoda Octavia es una buena opción para estar relajado.

La verdad es que tras el viaje el Octavia nos ha sorprendido muy gratamente. "Un compañero fiel para los viajes largos", ha anotado en el cuaderno de viaje uno de nuestro colegas de la redacción. "Confortable, voluntarioso y muy práctico", ha escrito otro.

Muchas han sido las alabanzas a este gigante checo con un enorme maletero (de 610 a 1.740 litros) que viene a cubrir el hueco entre las variantes familiares del Golf y el Passat, con los que comparte mecánica y tecnología: el vigoroso TDI de 150 CV con cambio de doble embrague, el chasis y el sistema de infoentretenimiento, por ejemplo. Pero con un precio más contenido: con extras como la luces de xenón o las llantas de aleación de 17" cuesta sólo 26.815 euros.

La pregunta entonces es inevitable: ¿Por qué conducir un Volkswagen cuando tienes casi lo mismo incluso por menos dinero?

El climatizador sigue refrescando eficazmente incluso a 35 grados y aunque vaya cargado hasta los topes, el comportamiento del Skoda Octavia transmite confianza ya sea en carreteras de montaña o... ¡A 220 km/h por el carril izquierdo de una autovía alemana! "

¿Dónde está la diferencia con Volkswagen?", anota otro de nuestros redactores en el diario de viaje después de pasar unos días con el Skoda. Tenemos la respuesta: en los detalles.

Por ejemplo, la delgada insonorización hace que el ruido del TDI se perciba en el interior más de lo deseado, los tapizados tienen un aspecto sencillo, pero, eso sí, duradero. Al final de nuestro test, después de meter y sacar mucho equipaje, han aguantado el tipo muy bien. 

Hay otros pecadillos veniales: a los 11.079 kilómetros, el control de velocidad saltaba de vez en cuando y el botón de arranque requería una presión cada vez más fuerte. De hecho, cuatro meses después hubo que cambiarlo. 

Y a eso hay que añadir que no todo lo que provee Volkswagen es oro: un navegador que, al apagarlo, olvida el último destino, un sistema de reconocimiento de señales de tráfico poco fiable... Aunque lo que más problemas ha dado fue el cambio DSG.

Aunque el escalonamiento de las marchas está muy logrado en carretera, en ciudad llegan a crispar sus toscas salidas de los semáforos. Tanto es así que el resto de los conductores te miran a veces como si fueras un alumno de autoescuela en tu primer día de clase. Especialmente cuando el sistema Start-Stop ha desconectado el motor y al arrancar pisas demasiado el acelerador. 

Un ruidito que desespera...

Otra cosa que no nos ha gustado es el pequeño tamaño de su depósito a la hora de afrontar largos viajes.

El TDI es, una vez más, un perfecto compañero de viaje que gasta una media de siete litros. Pero cuando la conducción es algo más decidida de la habitual, la autonomía baja rápidamente a los 500 kilómetros. "Para un familiar diésel de este tamaño, no es aceptable", apunta otro de nuestros redactores en el cuaderno de bitácora. Y aunque ya hemos dicho que es un coche cómodo en términos generales, el duro tarado de la amortiguación provoca un rodar algo seco. En viajes largos por carreteras en buen estado se agradece. En un uso diario habitual, llega a echarse de menos algo más de suavidad. 

Pero volvamos a lo bueno: tiene asientos bien mullidos, detalles como un clip para las tarjetas de los peajes y acabados y ajustes sólidos.

Eso sí: a los 58.790 kilómetros uno de nuestros redactores empezó a percibir un crujido en el interior, especialmente cuando el motor aún está frío. "Cuando aprieto en la pantalla del velocímetro, desaparece", anota otro redactor. Pero no ha quedado claro que proviniera de allí. El ruidito de marras nos ha acompañado hasta el final y ni siquiera al desmontar el coche hemos podido localizarlo. Sospechamos que podría ser un tubo de cableado algo suelto. 

En cualquier caso, este pequeño detalle no es ni de lejos suficiente para amargarnos las vacaciones.

No está libre de fallos

Cinco fallos hemos encontrado en este Skoda Octavia Kombi:

1. Pintura desigual.

Con el medidor de grosor de capa, se han obtenido valores diferenciados entre 118 y 150 μm. Aunque es un dato a valorar, esas son cifras prácticamente imperceptibles.

2. Algo suena en el salpicadero.

En verano apenas es perceptible, pero a bajas temperaturas ha aparecido un poltergeist tras los revestimientos. Y, por desgracia, no hemos podido determinar el origen del ruido.

3. Un DSG peleón.

No queda duda de que el cambio DSG de doble embrague merma mucho el confort en las arrancadas. Eso sí: no se debe dudar del excelente estado en que estaban los discos. 

4. Mucho aire para el compresor.

El refrigerador por aire y el refrigerador por agua son casi del mismo tamaño. Junto con el refrigerador del climatizador, forman un paquete compactado en el vano motor.

5. Totalmente seco

Los bajos de nuestra unidad no han presentado ni rastro de humedad tras el desmontaje. La transmisión y el motor, desde fuera, se ven impecables. 

Conclusión...

Un compañero fiel este Octavia Combi. Su polivalencia diaria ha convencido finalmente incluso a los más escépticos que menospreciaban a la marca checa. Skoda reclama cada vez más su rol como alternativa a VW, y solo por culpa de pequeños detalles ha logrado una nota de 8,5. Lo que más nos ha molestado son los tirones del cambio automático... Y ese es un defecto que comparte con muchos otros modelos del grupo Volkswagen. 

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