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Tómate una tila, Vettel

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Carlos Flores

Nadie es inmune a un ataque de locura transitoria. En un momento dado, una situación extrema puede desencadenar una reacción impensable en el devenir natural de las cosas. Por ejemplo, quedarte fuera de carrera tras chocar con tu compañero de equipo a 300 km/h cuando ambos estáis liderando un Gran Premio y camino de ampliar vuestra ventaja al frente del Campeonato del Mundo de Fórmula 1.

Del tan comentado incidente entre los pilotos de Red Bull en el Gran Premio de Turquía, una imagen me llamó especialmente la atención: Sebastián Vettel, ya fuera de su monoplaza, se lleva el dedo índice a la sien. Ese gesto universal de la enajenación mental va dirigido a su compañero, Mark Webber. ¿Cómo? ¿Nos estamos perdiendo algo? Pero vamos a ver, Seb: puedo entender tu frustración. Al fin y al cabo, de no ser por una bujía y una tuerca habrías llegado a Turquía como líder, y aún con un tercer cero liderarías la clasificación con suficiencia. Y, con la adrenalina fluyendo a borbotones, asumo que debe ser muy duro ver cómo tu compañero, que te acaba de dar un repaso en las anteriores carreras, sigue adelante y aún es capaz de sumar unos puntos que te alejan más de él en la tabla. Lo que no cambia el meollo del asunto, que es que tuya es la culpa del desaguisado.

Dejemos a un lado las disquisiciones sobre igualdad, favoritismos u órdenes de equipo. Asumamos que Webber era consciente de que, como explicó luego el equipo, disponía de menos potencia en ese instante y que por lo tanto era vulnerable al ataque. ¿Quiere eso decir que debe abrir la puerta sin más? En absoluto. De ser así, más le valdría dejar el volante e irse a casa. Mark hizo lo que cualquier competidor debe hacer: dificultar la maniobra en la medida de lo posible sin cometer ilegalidades. Lo que en este caso equivalía a dejar el espacio, aunque justo, más que suficiente para que cupiera un RB6. Claro está, por el lado sucio. Y, por supuesto, no cambiar de línea.

El problema, Sebastián, llega cuando te das cuenta de que a esa velocidad y por el lado sucio de la pista tienes cero posibilidades de pasar la curva con éxito. De que, aunque logres tomarla en cabeza, te verás comprometido en la siguiente curva y contracurva mientras Webber, por la línea buena, tendrá el impulso para volverte a rebasar. Y por eso giras el volante para intimidar al rival. Y, como éste no puede hacer ‘chas’ y teletransportarse en una nube de azufre cual Rondador Nocturno (© Marvel), por eso acabas en la escapatoria con tus procesos mentales levemente alterados, intentando convencer al mundo con tu lenguaje corporal de que no, en realidad tú eres una pobre víctima inocente de ese malvado piloto oceánico de mentón prominente (que, no olvidemos, procede además de un país poblado en gran medida por descendientes de convictos).

La cuestión en Red Bull es que, justo cuando todos los millones que Dietrich Mateschitz ha desembolsado para que Adrian Newey le proporcionara un coche ganador van rumbo de dar sus frutos, la (inesperada) competitividad de Webber se ha convertido en una molestia. No hay que olvidar que la estrategia comercial, no sólo del equipo, sino de todo el imperio energético, va ligada a la juventud y al deporte extremo, y Vettel es la imagen perfecta. No es que su compañero sea exactamente un pensionista, pero las expectativas no declaradas eran que, como el año pasado, Mark fuera un segundo de a bordo eficiente y fiable, pero que no iba a representar una amenaza para la hegemonía interna. Por no hablar de esa legendaria mala suerte que le visitaba con frecuencia: como olvidar la avería que le causaron las interferencias eléctricas procedentes del metro de Singapur…

Ahora todo ha cambiado, y Red Bull se enfrenta al desafío de manejar a dos pilotos muy veloces al volante del mejor coche de la parrilla. Una situación potencialmente explosiva: no hay más que recordar lo vivido por McLaren en 2007 para ver en lo que puede derivar la exacerbada rivalidad entre pilotos. Christian Horner deberá hacer buen uso de todas sus dotes de gestión para una travesía que puede llegar a ser turbulenta. Porque, aunque ahora todo sean buenas palabras de paz, concordia y buen rollito ya para Canadá, Turquía 2009 rondará por sus cabezas mientras sigan compartiendo garaje. O mucho más allá, si al final del año llegan a echar en falta los puntos que perdieron en Turquía. Y todo por el cortocircuito mental de Vettel.
Más tila, Sebastián, y menos Red Bull.

Las opiniones expresadas en este artículo son las del autor y no tienen por qué coincidir necesaria o exactamente con la posición de Axel Springer o Auto Bild España.

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