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¿Tienen sentido los preparadores ‘aftermarket’?

Lamborghini Diablo tuning
El mercado ha cambiado mucho.

Seré sincero: nací a finalísimos de los ochenta, casi se podría decir que soy de la década de los 90 y, si echáis cuentas, entré en la adolescencia justo cuando en España eclosionaba el fenómeo del tuning. El cine nos lo metía en vena con las películas de ‘A todo gas’, en videoconsolas franquicias históricas de conducción decidieron probar suerte con el mundillo, los quioscos (oh, papel, ¡qué tiempos!) rebosaban con publicaciones sobre el tema y si vivías en el extrarradio de cualquier ciudad te encontrabas coches ‘tuneaos’ cada dos por tres.

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Es precisamente por eso que mi actitud ante este mundillo ha ido variando con el paso del tiempo, y también el motivo por el que ahora me pregunte: ¿tienen sentido los preparadores ‘aftermarket’?

Antes que nada, vaya por delante que he elegido dicha denominación por cuestión de estética, ya que hablar de ‘tuneadores’ suena algo peor. Como segundo apunte comentar, además, que no me refiero a los grandes del sector, como puedan ser ABT, Brabus, Wheelsandmore, etc. estos están en un nivel muy superior y, aunque sus trabajos puedan gustar o no, lo que hacen lo hacen muy bien, ofreciendo kits de conversión estéticos, modificaciones interiores importantes y kits de potenciación y mejoras mecánicas de gran calidad.

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No, hoy vengo a hablar de las preparaciones modestas, de esos tuneos que puede realizar tu vecino en su Volkswagen Golf o Seat León. ¿Tienen sentido?

Mi yo de hace 15 años diría que sí. Le fascinaba la variedad, la personalización, la fantasía y la originalidad. Lo que la gente podía llegar a hacer a sus coches para imprimirles personalidad, destacar y diferenciarse. Pero era un adolescente, que se dejaba fascinar por dichos aspectos, algo que a día de hoy se ha sustituido por algo más de criterio además de la capacidad de darse cuenta de que en la mayoría de los casos solo se trataba de masilla (por doquier), colores llamativos y un estilo recargado de escaso valor real.

Cierto es que para gustos los colores, pero os animo a mirar en páginas de segunda mano para que encontréis lo bien que se venden este tipo de coches o el “valor añadido” que han supuesto para los vehículos, que en realidad se lo ha restado.

Supongo que es cuestión de que también me he hecho mayor, y el gusto se va suavizando, optando por elecciones más sobrias, pero tampoco es del todo así: sigo disfrutando al ver un coche “cantoso” por la calle, pero siempre que esté bien hecho, algo que hace una década no era así.

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Y otro punto que me ha hecho cambiar de opinión al respecto es la evolución que ha tenido el propio mercado. Entiendo, desde un punto de vista racional, que hace 10 años alguien ‘tunease’ su coche, puesto que de fábrica las opciones eran escasas y era muy complicado configurar un coche nuevo al gusto. Pero hoy en día la situación es totalmente diferente.

Las marcas se han dado cuenta de que uno de los aspectos que más valoran los compradores (sobre todo los jóvenes) es la capacidad de personalizar su nuevos coche, motivo por el que la inmensa mayoría de modelos del mercado cuentan con una lista de elementos configurables muy extensa: más colores de carrocería, alternativas bitono, carcasas de los retrovisores y otros detalles a juegos, diseños de llantas, conjuntos de elementos ofrecidos en paquetes temáticos (deportivo, elegante, colorido, etc.)… Cuando de fábrica se ofrece eso, poco sentido tiene acudir a un taller especializado después de sacar el coche del concesionario, a no ser que se busque algo realmente especial o muy radical.

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Las opiniones expresadas en este artículo son las del autor y no tienen por qué coincidir necesaria o exactamente con la posición de Axel Springer o Auto Bild España.

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