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¿Sexo en los coches? Paparruchas...

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Juan Antonio Corrales

Suena de fondo una canción de Alejandro Sanz en la radio del coche -"Amíga mía, princesa de un cuento infinito…"-, el sol se está poniendo e impregna la atmósfera de un ambiente mágico, irreal, perfecto para achucharte con tu chica. Encima, tu padre te ha dejado su flamante berlina. Los dos os fundís en un apasionado beso que, esperas, llegue a su máximo apogeo… Hasta que el del coche de al lado te da unos golpecitos en la ventana. A tu novia se le quedan los ojos como platos, mientras tú te acuerdas de los parientes más cercanos del sujeto en cuestión. “Perdona, ¿tienes un preservativo? Es que el mío se ha roto.” Como se puede ser tan cebollo de llevar sólo uno…

Vuelta a empezar. Esta vez suena una canción de Amaral: "Cómo hablar, si cada parte de mi mente es tuya…" Menos mal que tu padre eligió el equipo de sonido con Dolby Surround, piensas. Tu novia comienza a olvidarse del incidente, y el beso arranca de nuevo con fuerza renovada. El asunto se pone calentito y, al fin, el clímax se acerca… Pero, de pronto, una mirada de reojo descubre los ojos ávidos de otro personaje intentado observar lo que pasa dentro. Te repites a ti mismo “que no se de cuenta, que no se de cuenta, por favor, por favor, por favor”, mientras intentas mantener la entereza. Pero tu ardor guerrero se va desvaneciendo al mismo tiempo que los ojos del mirón se abren todavía más. “Cariño, ¿te pasa algo?” “Claro que no, preciosa. Tan sólo es que estoy un poco nervioso. Es que es mi primera vez (mentira y gorda).” Pero cuando crees que la has convencido, ella gira su cuello de forma repentina y también ve al individuo. Entonces pasa lo que llevabas intentando evitar durante todo el acto: gritos, pataleos, gimoteos y, lo que es peor, se viste rápidamente para decirte: "llévame a casa ahora mismo". Noche truncada, novia malhumorada y, encima, un gran, grandísimo dolor… de cabeza.

Que sí, que suena muy romántico hacer el amor en el coche de turno con una puesta de sol de fondo y en medio de un frondoso bosque. Pero normalmente este tipo de cosas se hacen cuando eres joven. Con el paso del tiempo las recuerdas idealizadas y piensas que fue una experiencia maravillosa, a la vez que olvidas los incómodos detallitos que, en su día, te fastidiaron más de un… anochecer.

Donde esté un cálido dormitorio, con una buena cama de matrimonio y toda la intimidad que uno pueda desear que se quite el momento más romántico que hayas compartido en tu coche (a no ser que lo hayas hecho en un Bentley o algo similar). Un ejemplo: hace algún tiempo leí en Internet que un hombre se luxó un hombro por intentar hacer el amor en un Seiscientos… La pasión por los coches clásicos está bien, pero tampoco hay que pasarse.

Las opiniones expresadas en este artículo son las del autor y no tienen por qué coincidir necesaria o exactamente con la posición de Axel Springer o Auto Bild España.

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