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Peatón, cuidadín en Berlín

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Me encuentro en la sugerente ciudad de Berlín, donde se celebra la undécima edición de la Challenge Bibendum. Desde que la visité por primera vez hace más de una década, siempre que he vuelto me ha cautivado, porque en cada ocasión descubro algo diferente. Además, esta megalópolis tiene el atractivo añadido de que gran parte de la Historia contemporánea se ha escrito aquí, por lo que allá por donde te dejes caer –ya sea en el distrito de Mitte (centro), en la Puerta de Brandenburgo, junto a los pocos restos del Muro o tomando una cerveza en la playa artificial del río Spree– sientes que te encuentras en un lugar especial.

Pero en esta última visita a la capital de Alemania se me han caído dos mitos. El primero es que a pesar de que los españoles tenemos la mala fama –merecida, en cualquier caso– de ser tremendamente escandalosos y respetar poco el descanso ajeno –sobre todo a horas intempestivas–, los berlineses no nos andan a la zaga. Las dos noches que he pasado en Berlín, hasta pasadas las 4 de la madrugada, no he dejado de padecer los gritos de la gente que sale de los bares y, bajo los efectos de los vapores etílicos, se olvidan de que hay gente que quiere y necesita descansar.

El segundo mito que se me ha caído –y que es más chocante– es de el de la supuesta bondad de la proliferación de bicicletas en las ciudades. Siempre nos han vendido los ecologistas –aquellos hombres que no amaban a los automóviles– que las grandes urbes serían más vivibles si en vez de vehículos motorizados –que contaminan el medio ambiente con los gases y los ruidos– solo circularan bicicletas.

Aquí en Berlín, donde las bicicletas son para el verano… el otoño, el invierno y también la primavera, hay casi más bicicletas que berlineses. Muy bonito, a priori. Pero nada más lejos de la realidad. Y es que el miércoles, mientras daba un paseo por la interminable avenida del 17 de Junio, que desemboca en la Puerta de Brandenburgo, en más de cinco ocasiones casi me atropella… una bici, porque, entre otras cosas, no la escuché acercarse...

Peatón, cuidadín en Berlín

Pensarás, querido lector, que soy un torpe de tomo y lomo, y puede que sea verdad, pero una berlinesa me confirmó que los biciclistas han tomado literalmente la ciudad y están aplicando su particular dictadura. Van a todo trapo por las aceras y las calzadas, sin respetar ni a peatones ni tampoco a los vehículos motorizados. Se meten, cual pizzero español, por los espacios más recónditos, se saltan semáforos, señales y demás limitaciones. Me decía esta berlinesa que por las mañanas se forman unos cirios de cuidado, porque todo el mundo tiene prisa por llegar al trabajo, y muchos biciclistas meten la R de rapidillo y arrasan con todo lo que se encuentren a su paso: peatones o bicicletas incluso. "Los llamamos anarcobiciclistas", me explicaba esta berlinesa, quien añadía: "además, como se meten por todos lados, el año pasado hubo 9 atropellos mortales". ¡Tremendo!

En fin, la conclusión que puedo extraer es que los estereotipos estereotipos son, por lo que en Alemania, como en España, no todo es oro todo lo que reluce. Así, pues, si tienes pensado visitar Berlín –insisto en recomendarte esta maravillosa y vibrante ciudad–, precaución, amigo peatón...

Las opiniones expresadas en este artículo son las del autor y no tienen por qué coincidir necesaria o exactamente con la posición de Axel Springer o Auto Bild España.

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