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Muerte y carreras

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El último fin de semana fue muy triste para los que amamos el motor, con independencia del número de ruedas que se le pongan. Fatídico resbalón, dos atropellos y exclamaciones de susto y dolor al ver al japonés Tomizawa inmóvil en plena carrera de Moto2. Un rato después, ya en diferido y con los refrescos aún sin abrir sobre la mesa por la impresión, alguien escuchó la confirmación de la terrible muerte del piloto y preguntó en casa: “¿Por qué no se suspende la prueba de MotoGP?”. Y yo, como soy más de coches que de motos, inmediatamente me acordé de aquel mayo de 1994, en el que Ayrton Senna perdió la vida en el mismo y mal llamado GP de San Marino de F1 (celebrado en un desfasado Ímola, no en el trazado de Misano de este fin de semana). En aquella cita, ni el brutal accidente de Rubens Barrichello el viernes, ni el fallecimiento de Roland Ratzenberger el sábado consiguieron detener un macabro espectáculo, que se saldó el domingo con la vida del carismático brasileño de Williams. El negocio fue implacable y se impuso con mafiosa crueldad a la vida humana. Fue entonces cuando algunos aprendimos de una vez que la categoría reina del automovilismo había dejado de ser un deporte para ser… otra cosa. Y yo, a modo de protesta silenciosa, prometí no volver a ver jamás una carrera en ese circuito, por muchas reformas que hicieran después.

Años después, creo aún más que la muerte de Senna fue totalmente evitable, porque aquella prueba sí debió suspenderse desde las tandas de clasificación. Sin embargo, estoy convencido –aunque no me consuele en absoluto- que el accidente de Tomizawa no tuvo un culpable como tal: el japonés se cayó al suelo solo, físicamente no era posible esquivarlo, los servicios de urgencia actuaron rápido y, cuando el mundo supo el triste desenlace, los pilotos de MotoGP ya estaban corriendo. Creo que la organización está en lo cierto al afirmar –todavía con los ojos rojos- que “no había motivos para detener la carrera”. Los hubo luego, claro, cuando ya todos habían cruzado la línea de meta y sólo quedaba lamentarse… y pensar, eso sí, en trabajar aún con más fuerza en beneficio de la seguridad.

Las opiniones expresadas en este artículo son las del autor y no tienen por qué coincidir necesaria o exactamente con la posición de Axel Springer o Auto Bild España.

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