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Mi gorra de probar clásicos

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Es de pana marrón, ayuda a no salir despelujado en las fotos los días de viento y es parte del disfraz perfecto para retroceder en el tiempo. Mi gorra de probar clásicos lleva ya unos cuantos años conmigo, sobre descapotables de preguerra, superdeportivos de mitad del siglo XX, haigas de los 60 y 70, youngtimers de los 80 (que nacieron clásicos pero aún no han cumplido 25 años)...

Y también cubre mi cabeza, casi a diario, cuando conduzco cualquier clásico popular. La gorrilla en cuestión ha tenido varias funciones: la de parasol, cuando el astro rey hacía calentarse los motores antes de lo debido; la de cortavientos, para las barquetas más deportivas de hace décadas; la de paraguas, cuando una ventanilla se rompía en plena ruta otoñal…; e incluso ha servido a veces para custodiar esos pequeños tornillos que uno tiene que quitar para hacer una reparación de urgencia en la cuneta de cualquier carretera secundaria.

La experiencia de mi gorra y el olorcillo que ya destila a gasolina y a aceite me han animado contar en este blog -a partir de ahora- todas las aventuras y desventuras que se viven en torno al apasionante mundo de los clásicos, para que también tú te subas conmigo a estas máquinas que tanto nos gustan... pero que tanto tiempo, trabajo y dinero -a veces- nos cuestan. Así que ya sabes. Platinos a punto, carburador limpio, estárter fuera, llave de contacto… ¡y hasta la próxima!

 

Las opiniones expresadas en este artículo son las del autor y no tienen por qué coincidir necesaria o exactamente con la posición de Axel Springer o Auto Bild España.

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