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Kazajistán, la tierra de las mil caras

Kazajistán, la tierra de las mil caras

Dejamos atrás la bella Moscú con sus deportivos de lujo y sus basílicas centenarias para comenzar el camino hacia Kazajistán. De nuevo, línea recta, aunque esta vez podríamos ver algunas ciudades rusas que nos sorprenderían por lo bonito de sus basílicas. Primera parada en Nivzhiniy Novgorod para continuar con una de las ciudades que más ganas tenía de ver: Kazán. Además, en el camino, una grata sorpresa: una pareja de italianos en una 1200 Adventure que serán mis compañeros y vía de escape del lento ritmo de los coches por estas saturadas carreteras.

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La ciudad de Kazan está construida a los pies del interminable Volga, una ciudad con dos Kremlin (o murallas): una enorme que guarda una gigantesca basílica y otra, la más antigua a la que decido subir. Las vistas de la inmensa ciudad son una maravilla desde lo alto de esta colina. Así, el ojo es capaz de darte una panorámica de la enorme ciudad. Me imagino el río helado en uno de los inviernos fríos de esta estepa.

Kazajistán, la tierra de las mil caras

Al día siguiente salimos rumbo a Ufá. Nos separan 800 km que recorremos en una maratoniana jornada. Ufá es una ciudad soviética más, pero con un interés geográfico, ya que unos pocos kilómetros antes de entrar en ella estamos cruzando las puertas de Asia, el punto donde este continente cambia de nombre. El camino resulta ser muy divertido, no porque el paisaje vaya siendo un poco más arbolado, sino por la cantidad de puestos de pescado ahumado que nos encontramos. Paramos en unos de ellos, donde compro un buen pedazo de pescado blanco para cenarlo esta misma noche; ya se me ocurrirá cómo aliñarlo. Otra de las características de este día es la pérdida, de golpe, de dos horas del huso horario: adelantamos el reloj nada más cruzar a la República de Bashkortostan. Y una delicia para el paladar, probamos el shashilk, o brochetas de carne, típicas de esta zona. También me aprendo bien esta palabra, ya que se utiliza tanto en Kazajistán como en Mongolia.

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De Ufá a Troitsk cruzamos por el sur de los Urales adelantando a miles de camiones que hacen esta ruta cargados, sobretodo de madera. La cantidad de humo que respiro se ve perfectamente en el traje; el color ha cambiado de amarillo a negro. Por fin comenzamos a ver diferencias en las construcciones de los pueblos: ahora, las casas están mucho más dispersas, son de una planta y sus techos de uralita son de mil colores. Estamos a un paso de la frontera con Kazajistán, donde tras el paso fronterizo, nos encontramos con algo que me divierte: carreteras destrozadas con millones de agujeros, baches y gigantescos boquetes en los que cabría mi moto entera, al menos, y aunque estoy ya son mis compañeros italianos, puedo divertirme y rodar aún más rápido que los dos coches del equipo. Al día siguiente, una gran sorpresa: rodar por esta zona de lagos y perdernos por las pistas que los rodean, todo uno. Disfrutamos de un día y medio de off-road y bonitos paisajes, Kazajistán me está gustando, las gentes son amables y la mezcla racial y cultural es inmensa. Lo mismo ves un rubio de ojos azules como una mujer de rasgos orientales, junto a morenos y caucásicos. En una de las ciudades nos sorprenden la cantidad de bodas que se celebran y optamos por charlar con algunos de los novios. Nos divertimos cuando una de las invitadas sabe hablar español.

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