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Famosos al volante: el cante no lo da Falete

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Acaba de terminar 'Famosos al Volante', el programa de La Sexta en el que varios rostros conocidos esperan conseguir el permiso de conducir en dos semanas. En la primera tanda, Falete, Ana Fernández y Agustín Jiménez llegan a Cuenca seducidos por las promesas de Rafael González, director de la Autoescuela Cristóbal (más conocida como La autoescuela de los famosos). Bueno, por eso y, al menos en el caso del folklórico (¿es esa su profesión?), por unos minutos de protagonismo en prime time.

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No es que esperara mucho del estreno de 'Famosos al volante', las cosas como son, pero, al menos, estaba convencida de que me echaría unas risas. Primer error.

Las escasas gracias de los protagonistas no han hecho sino aumentar los pálpitos de mi vena defensora de la seguridad vial. ¿Puede alguien que cree que en Ibiza hay señales que prohíben el paso de borrachos a cuatro patas compartir carretera conmigo en 15 días contados?

Pero no, el cante, en esta ocasión, no lo ha dado Falete. El Oscar, el Goya, el Grammy, el título al más friki e irresponsable es para el director de la autoescuela.

Con todos mis respetos, Sr. González, pocos como usted deberían saber lo que supone ponerse al volante de un vehículo. Por eso, y porque no quiero dudar de su profesionalidad (aunque ahora me cueste un poco), no logro entender cómo puede tratar el tema con tanta de frivolidad y hacer de su escuela y su trabajo un circo.

Espera que en cinco días sus alumnos aprueben el teórico, pero, en lugar de hincharles a test y horas de estudio, les hace participar en una especie de juegos reunidos. Confieso que la entrada en el aula de Alberto me ha gustado. Su cercanía, su forma de hablar a los alumnos ha hecho que, por un momento, pensara que quizá estaban haciendo un buen trabajo. Segundo error.

Pero, en lugar de dejar que Alberto hiciera su trabajo, ha preferido poner al volante a una mujer que ha confesado sufrir amaxofobia o a un Falete que ni siquiera ha abierto el libro. Y todo eso, con un brazo en la ventanilla, sin advertir al alumno del peligro de cruzar las manos al volante (en un coche que, por cierto, no puede conducir pues no está adaptado a la parálisis de su brazo) o dejando que cambien una rueda sin unas nociones mínimas previas.

Tras ver esta primera entrega de 'Famosos al volante', me acuerdo justo ahora de mi profesor de autoescuela. Un hombre serio, recto, respetuoso, profesional. Admito que, en algún momento, me hubiese gustado que fuera más cercano. Puede que en el Renault Clio en el que aprendí a conducir no hubiera tan buen rollito, pero, desde luego, sacar el móvil para hacerse una foto con un Agustín Jiménez que se estrena al volante en un viaje Cuenca-La Roda (ahí es nada), me parece, cuando menos, denunciable.

Me queda todavía un tercer error. Llegados a este punto, habría dudado de la legalidad de un cien por cien de aprobados. Afortundamente, Falete ha suspendido.

Afortunadamente para los millones de conductores que tememos que llegue el día en que podamos cruzarnos con él por la carretera. Afortunadamente para él, que se asegura un capítulo más de gloria. Y afortundamente para mí que, a pesar de que sigo escandalizada por el resultado del programa, no dudo de que el próximo viernes me sentaré ante la tele ansiosa por ver si, tal y como ha prometido al más puro estilo Escarlata O´hara, logra que Falete apruebe el teórico.

Supongo que por eso, #famososalvolante es, ahora mismo, trending topic. Supongo también, que ese era su objetivo. Ya se sabe, todo vale por la audiencia... ¡Hasta la próxima semana!

Las opiniones expresadas en este artículo son las del autor y no tienen por qué coincidir necesaria o exactamente con la posición de Axel Springer o Auto Bild España.

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