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Dos días en coche con Tamara Falcó

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Javier de la Calzada

Por segundo año consecutivo, Land Rover organizó la Land Rover Discovery Challenge en donde doce ONG pugnan por un premio muy goloso: un Land Rover Defender 110SW. Cada ONG 'viajaba' en un Land Rover Discovery, a bordo un famoso y dos periodistas hasta completar una caravana de doce coches que recorrieron y enlazaron las ciudades de Córdoba, Granada y Sevilla. Todo secretismo y muchas sorpresas nos deparaban a todos y, por supuesto, el nombre de mis dos compañeros. Tras un sorteo (habilmente y afortunadamente dirigido por la organización) compruebo que me ha tocado con Nacho Salvador y... Tamara Falco y representamos a la Fundación del Lince.

Nacho es un tío que tiene el culo pelado en esto de los coches. Completó su primer Paris-Dakar cuando yo todavía iba al Parque del Retiro con mi madre de la mano. Es un virtuoso al volante y a la hora de pringarse las manos es el primero en hacerlo. Su nivel offroad es tal que, todavía hoy, le machacan el teléfono equipos oficiales para que corra con ellos porque los nuevos pilotos no saben navegar y eso en el desierto es importantillo. Pero por encima de todo es un buen tío. Si algún día me veo perdido en el desierto de Atacama me gustaría que él estuviera a mi lado.

¿Y Tamara Falcó? Los prejuicios que tenemos todos son como son y lo primero que piensas es, ¿qué hago yo en una aventura en la que sé que voy a sufrir con una persona a la que solo he visto en fiestas y portadas de revista? Por otra lado, es como si hubiera crecido con ella porque en mi casa no ha faltado el Hola! ni una semana desde que nací. Todavía hoy, mi madre acude puntualmente cada semana a comprarlo... junto a AUTO BILD, claro. (Más te vale, Mamá).

Tras las protocolarias presentaciones nos embarcamos en el AVE dirección Córdoba. A mi lado Héctor del Prado, director de AUTO BILD 4X4, un profesional como la copa de un pino, pero mejor persona y no es la clásica frase de manual... La corte de famosos se hace notar en el vagón. Detrás de mí Maria José Suárez y Raquel Rodríguez ojean todas las revistas del corazón mientras susurran al oído comentarios que seguro no son elogios de lo que ven. Ana García Obregón brilla con luz propia y sin ella, porque por su tono de voz nos enteramos de todo lo que dice. Se preocupa mucho de pasear su tipín para que comprobemos que la edad no pasa por ella, aunque otros piensen lo contrario. Carmen Lomana es más discreta, pero no piensa ni por asomo que la Obregón le quite ni un ápice de protagonismo.

En Córdoba comienza nuestra primera prueba: una gymkana por la ciudad en donde había que fotografiarse junto a sitios emblemáticos o en posturas y situaciones no aptas para gente con un alto sentido del ridículo. Y una hora para completarlas. Lo de ser famoso es otra profesión porque a cada paso la gente gritaba a nuestra compañera: "Guapa, más que guapa, estás más delgada que en la tele" o "Mira la hija de la Preysler, la Chabeli..." No es fácil conseguir que un sacerdote se desprenda de su alzacuellos y se haga una foto, os lo aseguro. Ella, como si nada: implicación total con las pruebas, muchas de ellas completadas por los cientos de besos y fotos con móviles que tuvo que hacerse. Desde aquí un recuerdo, también, al entrenador personal de Tamara, gracias a él consiguió que tirara de nosotros por las empedradas calles cordobesas.

Toca, por fín, coger el coche. De Córdoba a Zuheros, un enclave donde nos esperaba Pep Vila y sus chicos de la escuela de conducción de Les Comes (impresionante la escuela y los monitores). Tamara al volante y... de pronto frenazo brusco no, radicalmente brusco... ¿Los nervios del directo? Tras la media sonrisa nerviosa de todos seguimos la marcha. Había que comer en marcha, yo iba pasando el avituallamiento a las plazas delanteras. Nacho, con la tortilla en la mano le dice a Tamara: "Abre la boca". Ella le mira alucinada pero le hace caso. Y de pronto se encuentra con medio pincho dentro. "Así comemos en las carreras, no hay otra forma". Y de esta forma y entre risas llegamos a Zuheros: un impresionante pueblo donde nos aguardaban tres pruebas.

La primera, hacer una escalada enganchado con mosquetones, casco y guantes. Había que salvar, entre otras dificultades, dos cortados completamente verticales, imposibles para aquellos que sufran de vértigo. Tamara al comprobar que ibamos a hacer de cabras montesas se despojó de las cuerdas de seguridad y sin titubear nos dice a Nacho y a mi: os espero arriba con el Discovery. Como la prueba tenían que completarla, al menos, dos integrantes del equipo no había penalización. La ascensión fue muy bonita y nada peligrosa. Un planazo que ella se perdió, aunque nos encargamos de recalcárselo hasta la saciedad.

Lo siguiente, cambiar dos ruedas de un Range Rover Sport, pasar por debajo del coche una cuerda y tirar de él hasta cruzar una línea. ¿Raro? No, muy duro. Primero, había que localizar dos gatos, uno estaba en la copa de un árbol y otro escondido entre matojos. Me lanzo corriendo a por el gato del árbol, ahí me encuentro a María José Suárez (su equipo tenía que completar la prueba al mismo tiempo que nosotros) que con cara de pena me dice: "Yo no subo, no puedo" Vamos, como si estuviera todo el día encaramado a las copas. Poco a poco voy trepando pero con muchas dificultades (todavía hoy tengo importantes marcas en el brazo) hasta llegar a él, descolgarlo y lanzarlo al suelo. Mientras, Tamara buscaba el otro gato. Corriendo hacia ella para ayuderla compruebo que no se mueve con mucha soltura entre piedras y rastojos. Al final, damos con él. En los coches nos espera el resto de intregrantes para elevarlo. Acabamos otra vez dañados, especialmente Nacho que se cortó la nariz con el pico de la matrícula... Eso sí a la hora de tirar del Range Rover Sport, Tamara no se dejó nada en el tintero... Lo dio todo. No como Ana García Obregón que adujo un fuerte mareo para librarse de todo aquello que implicaba un poco de esfuerzo. Lo lamento por la organización que había puesto muchas esperanzas en ella y en el juego que pudiera dar pero... nada.

Y para terminar, descenso a la Cueva de los Murciélagos con 61.000 años de antigüedad (gracias Jesús Triviño por el dato). 14 balizas esperando a ser localizadas por nosotros con la ayuda de una sonda. Muy poca luz y mucho, mucho frío. 650 escalones para arriba y para abajo y menos mal que llevábamos casco porque los golpes con el techo eran constantes. Localizamos 13 y al salir ya era noche cerrada. Saltamos corriendo al Land Rover Discovery y a Granada.

El mundo de las celebrities es curioso. En principio son personas que, de primeras, te miran con recelo (y más si eres periodista). Creen que te acercas a ellos (casi nunca es al revés) para intentar sacar algo. En este caso, como casi todos los plumillas presentes nos dedicábamos a la información de motor, la tensión era menor. Pero, el estado de alerta para con nosotros siempre estaba latente. Con Tamara Falcó, sin embargo, no ocurrió eso ya que se sintió cómoda con nosotros desde el primer momento, incluso llegando a la conclusión los tres de la suerte que habíamos tenido por haber coincidido: nos veíamos ganadores de la II edición de la Land Rover Discovery Challenge.

Madrugón al día siguiente: nos esperaba un día lleno de pruebas en las que había muchas posibilidades de mojarse... En el trayecto hacia los Discovery, analizamos los datos que nos proporciona la organización: terceros... pero por la cola. ¡No puede ser! La indignación de Tamara es directamente proporcional a la cara de sorpresa de Nacho y mía... Nuestra compañera no se lo cree: "Es imposible... algo ha pasado" Debo tranquilizarla para que no se tire del coche en marcha. "Tranquila, hoy remontamos".

Llegamos al pantano de Iznájar. Medio pueblo se arremolina en el puente de entrada a la localidad. ¿Qué hace toda esa gente arremolinada esperándonos? Podría esperar que hubiese algún jubilado pero ¿personas de entre 20 y 40 años? Y no eran cinco o seis, precisamente. No hay duda de que era el acontecimiento del año del pueblo.

El puente y la gente de la organización que había abajo esperándonos ya nos daba una pista de cómo se iba a desarrollar la prueba. Uno bajaba en rappel, mientras otro lo recogía en piragua, los dos remaban hasta la orilla en donde el tercero esperaba y relevaba a otro para continuar hasta el otro extremo del pantano. Una paliza brutal. Tamara valiente se lanza por el puente (atada, eso sí) aunque durante el descenso de los 16 metros se engancha el pelo con el cordaje: un bombero tuvo que descolgarse para ayudarla. El dolor tuvo que ser fuerte pero contuvo las lagrimas, se subió en la piragua donde yo ya esperaba y empezó a remar como un molinillo. Aún así yo le gritaba: "¡Vamos Tamara, que no queda nada, vamos!". Llegamos a la orilla los terceros, todo un logro. Ahí recojo a Nacho y otra vez al agua: casi dos kilómetros nos separaban de la meta... El esfuerzo era descomunal y las fuerzas escasas. Al final séptimos.

Los tres estábamos empapados y muertos. No había otra que cambiarse hasta de ropa interior en el coche. Nuestra compañera femenina lo hizo con suma discreción en el coche, extendiendo la ropa por todo el habitáculo. Los fotógrafos de la organización se fueron hacia ella, pero una mirada suya los atravesó: no era el momento de fotos. Nacho y yo mientras, sin pudor por culpa de la extenuación, nos poníamos ropa seca.

Tocaba conducción 4x4 entre olivos hasta nuestra llegada para comer. Una pena que esa prueba no hubiera puntuado porque hubiéramos machacado. Tamara iba detrás dando tumbos pero bien agarrada y analizando el tipo de árbol: es una gran entendida de vinos. Tras la comida tocaba tramo de enlace hasta Sevilla: 190 km en el Land Rover Discovery y tiempo para charlar. Tamara al volante nos pregunta si conduce bien y que en qué puede mejorar: Respondemos casi a la vez: "Primero, no metas la mano por dentro del volante para girar, además vas posicionada muy lejos de la dirección". Eso pasa por preguntar. Pero en líneas generales no lo hace mal.

Nacho ronca detrás como un oso pardo y Tamara continúa al volante. Es tiempo de animada charla. Aquí me sorprende, porque me pregunta sobre mi vida, qué hago, mis aficiones, etc. Con otros famosos con los que me he cruzado, tipo Santi Millán el año pasado, no ha ocurrido. Te cuentan su rollo, te hablan de su libro y tú como si no existieses. Se agradece encontrar a gente así. Aquí la educación sale a relucir vengas de la cuna que vengas.

Llegamos a Sevilla, concretamente al Muelle de la Sal, frente a la Torre del Oro. Última prueba: construir una balsa con cuatro bidones, seis palos y tres maderos y recorrer casi un kilómetro en ella remando por el Guadalquivir. Tamara, al principio se niega. Dice que ella ya ha hecho mucho y que nanai de la china... Tras las explicaciones de los monitores, ella misma se da cuenta que ¡de perdidos al río! Un último esfuerzo y se acabó. Nacho aquí demuestra una habilidad espectacular. En el tiempo que yo tardo en quitarle el plástico a las cinchas que unen los maderos, él ya tiene media balsa montada: un fenómeno. Por destrás escucho a Carlos Lozano sin parar de bromear (no paró de hacerlo en los dos días) pero escaqueándose del trabajo. Un crack.

Ya tenemos la balsa y una vez en el agua, de repente Tamara se lanza a ella jugándose el tipo. No se cayó al río de milagro. Tras el pistoletazo de salida vemos que estamos terceros. Tamara no para de gritarnos y animarnos pero la maldita balsa pesa bastante. Cruzamos la meta, al final, en cuarto lugar pero contentos. Ni corta ni perezosa empuja a Nacho al río muerta de risa. Yo pensaba que iba a haber venganza... pero al final no.

Rotos, con agujetas, mojados, pero contentos por haber hecho un buen papel llegamos al hotel. Ducha y a la entrega de premios. La ceremonia final depara que los equipos formados por Sebastián Palomo Danko e Iván Sánchez representando a la Fundación Oso Pardo se llevan el triunfo final y el Land Rover Defender 110SW valorado en 30.000 euros. Por segundo año consecutivo, la Fundación Oso Pardo se lleva el coche: un buen garaje para ellos que seguro les valdrá en sus tareas de conservación de la especie.

La II edición de la Challenge Land Rover Discovery ha llegado a su fin y, como el año pasado, todos nos volvemos a casa con muchas anécdotas que permanecerán en nuestar memoria mucho tiempo. ¡Hasta el año que viene!

Las opiniones expresadas en este artículo son las del autor y no tienen por qué coincidir necesaria o exactamente con la posición de Axel Springer o Auto Bild España.

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