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Sin coches diésel y gasolina en las ciudades para 2050: imposible

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Juan Antonio Corrales

Utopía: Plan, proyecto, doctrina o sistema optimista que aparece como irrealizable en el momento de su formulación. Esta es la definición que ofrece la RAE para el concepto en cuestión. Y esta es la definición que mejor explica la propuesta hecha por la Comisión Europea: eliminar todos los coches diésel y gasolina de las ciudades para 2050.

Estoy de acuerdo en que debemos reducir la emisiones de gases nocivos a la atmósfera, de que hay que practicar una conducción más eficiente, y de que nuestra descendencia no puede heredar un mundo contaminado. Pero la mejor forma de cumplir esto es plantearse objetivos factibles.

2050. Vamos a ver, estamos en 2011, o sea que quedan  39 años para que en las ciudades sólo se oiga el silencio de los motores eléctricos. 39 años para implementar una red de recarga de vehículos eléctricos que, a día de hoy, se queda en unas escasas 228 estaciones.

A penas 4 décadas para que la oferta de vehículos eléctricos por parte de los fabricantes alcance niveles de producción considerables. Aunque se están invirtiendo cantidades ingentes de dinero, dudo mucho que para 2050 la mayoría de la gente tenga como segundo coche un eléctrico... Porque no hay que olvidar que los coches alimentados por energía eléctrica tienen una autonomía limitada y sólo pueden utilizarse para pequeños recorridos urbanos. Es decir, si te quieres ir de vacaciones a Benidorm debes tener un segundo coche. Y adquirir un segundo automóvil supone un desembolso de dinero extra que no todos pueden llevar a cabo.

Por no hablar de que la caída en ventas de modelos diésel o gasolina sería inasumible a corto plazo para los fabricantes. Es casi imposible que en 39 años adapten todas sus líneas de producción para aumentar de forma exponencial la producción de vehículos eléctricos.

¿Y si no quieres comprar un eléctrico? Pues a utilizar el transporte público. Transporte público...mmmm. Por ejemplo, las grandes capitales como Madrid tiene una red de cercanías, metro y autobuses que llegan a casi todos los lados (y enfatizo lo de casi), pero existen  ciudades más pequeñas donde la red no es, ni mucho menos, tan completa. ¿Qué pasaría con la gente que vive allí?

Me da la sensación de que aquel famoso optimismo antropólogico predicado por un insigne político del panorama nacional se ha contagiado a la Comisión europea. Si todavía no podemos comprar en los talleres neumáticos ecológicos subvencionados, ¿cómo vamos a lograr en tan solo 39 años vaciar las ciudades de motores de combustión? Señores diputados, menos marketing y más planificación.

Las opiniones expresadas en este artículo son las del autor y no tienen por qué coincidir necesaria o exactamente con la posición de Axel Springer o Auto Bild España.

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