Burro grande…

…ande o no ande. Ayer, al salir de la redacción no recordé este viejo refrán español. Como todos los días, bajé al parking de la revista. Comencé la rutina habitual durante los últimos tres años: llave en mano, abro el coche de pruebas e inserto la marcha atrás para salir a la calle. Pero esta vez, todo era diferente. ¿me han cambiado el parking? No puede ser, pensé. El coche no cabía en la plaza, sus enormes dimensiones complicaban la maniobra de salida y parecía que alguien había encogido el garaje. Uff, esto va a costar!

Con el mismo miedo del primer día que recibes el carné, empecé a girar el volante. El roce contra una columna parecía inevitable pero, armado de supina paciencia, en un par de minutos conseguí el objetivo sin el más mínimo daño. Primera prueba superada. Luego vino la segunda, levantar la barrera insertando la tarjeta en un dispositivo que, normalmente, queda a medio metro de la puerta del conductor. Esta vez, casi me lo llevo por delante. Nuevos sudores, nuevas maniobras y… nuevo éxito. Entonces salgo a la calle y creo que no sólo ha encogido el garaje. También los coches que circulan a mi lado: veo sus pequeños techos y en el primer cruce de todos me ceden el paso asustados.

Ahora os toca sufrir a vosotros, porque yo soy el que impongo. Alguna ventaja tenía que haber en un modelo cuyo consumo medio no baja de 18 litros. Cuyas emisiones superan los 300 g/km. Que no quiere saber nada del Start/Stop, los desarrollos largos, el indicador de marcha más eficiente… En definitiva, todo un dinousario a punto de extinguirse. Sí, porque estos enormes SUV que superan los cinco metros de largo y los dos de ancho serán minoría en el futuro del automóvil.

Por respeto a su memoria, no te diré el nombre de esta infinita criatura que podría optar al Oscar FX (efectos especiales) por la cantidad de gadgets que esconde en su soberbio interior.