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¿Apostarías todo tu dinero?

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Las calificaciones previas al conocimiento del calificado (también conocidas como prejuicios) hacen más fácil la vida del homínido común (aclaración: el término hace referencia a individuos e individuas de esta especie). Si, por ejemplo, uno de estos homínidos sabe que los rubios son tontos, y tiene un vecino agraciado con este color de pelo, no tendrá que molestarse en conocerlo. Preocupaciones, las mínimas. Ya sabrá que es algo corto, y podrá emplear su tiempo en, no sé, ver la televisión.

¿Ha llegado el homínido común a esta conclusión basándose en complejos estudios, comprobados empíricamente y consensuados por toda la comunidad científica? No, hombre, no. Simplemente, “lo sabe”. Se lo han dicho desde pequeño, es vox populi, es un dogma que le han grabado a fuego y que afianza en su mente (con especial gusto si es moreno) cada vez que oye a un rubio decir una tontería (aunque sea la primera y última vez que el pobre peliclaro comete tal imprudencia). Que muchos rubios sean doctores honoris causa, y que un porcentaje igual de alto (o incluso mayor) de morenos también digan o hagan estupideces no puede refutar su gran verdad.

Los prejuicios son más comunes de lo que cabría desear. Acaba de publicarse un estudio según el cual, 6 de cada 10 encuestados opinan que el género no influye en la conducción. El informe constata también que, todavía, un  34% de los automovilistas cree que los hombres tienen mejores capacidades para conducir que las mujeres.

Yo me posiciono en ese 60% que piensa que lo que tengamos entre las piernas no influye en cómo nos comportemos al volante. Ni ser hombre ni ser mujer condiciona tu conducción, pero, lamentablemente, son tantas las veces que oigo otras cosas, que no me sorprende mucho ese 34% que cree que los varones conducen mejor. Imagino que de poco servirá recordarles lo importantes que han sido y son algunas féminas en el mundo del motor, o lo poco que influye el género en este tipo de actividad. Pero, ¡ay amigo!, ante los prejuicios, “la pela es la pela”.

Un motivo pecuniario hace replantearse las creencias a cualquiera. Con dinero de por medio, las aseguradoras han pasado de seguridades y han realizado sus estudios. Basándose en estadísticas reales, han considerado que ellas son menos peligrosas al volante, con lo que les han ofrecido seguros más baratos. Muchos serán los que afirmen que “las mujeres no tienen accidentes, pero los provocan”. Hablar es gratis, con lo que uno puede permitirse pronunciar hasta enunciados con bases tan endebles como éste. Pero, ¿apostarían todo su capital por esta idea? Antes de jugársela, que hagan un pequeño estudio de campo. La memoria es muy selectiva, así que lo mejor es que cojan un cuaderno y un boli, y todas y cada una de las veces (insisto, todas) que vean o padezcan una pirula (léase cualquier circunstancia que puede generar un accidente) que anoten el sexo del que la efectúa. Yo, que conste, no me la jugaría ni por ellos, ni por ellas.

Las opiniones expresadas en este artículo son las del autor y no tienen por qué coincidir necesaria o exactamente con la posición de Axel Springer o Auto Bild España.

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