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Una historia de amor: Fiat 1.100 Stanguellini

Una historia de amor: Fiat 1.100 Stanguellini
Las historias de amor con los coches no son nada raro y más, cuando un vehículo forma parte de la familia desde que tienes uso de razón. Este es el caso que nos llega hoy desde Italia, una historia de pasión entre un magnífico Fiat 1.100 Stanguellini y su propietario, Fabrizio Lorenzoni. Su padre compró el coche en 1955 y toda su vida ha sido el coche deportivo de la familia. ¡Qué envidia!

¿Quién no ha tenido un coche en la familia desde pequeño que todavía ocupa un hueco en nuestros corazones? En los coches pasan historias importantes de nuestras vidas, momentos irrepetibles e imborrables. Por eso se les puede llegar a coger tanto cariño, como a una casa o a cualquier otro objeto que nos ha marcado. Hoy nos llega una historia de amor y pasión por un coche, y hay que ser justo al reconocer, que no es uno cualquiera: se trata de un Fiat 1.100 Stanguellini, un monoplaza concebido para correr en las carreras de los años 50 y que hoy sigue en plena forma gracias a su dueño, que lo cuida y lo mima con esmero. Se llama Fabrizio Lorenzoni y en el vídeo que te dejo a continuación, podrás comprobar lo que es la pasión por un coche.

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La vida del Fiat 1.100 Stanguellini comenzó a la par que las grandes carreras italianas, como la Targa-Florio o la Mille Miglia. En esa época, las carreras eran seguidas por mucha gente y la pasión por el automóvil era creciente. En ese contexto, muchos ingenieros, como el caso de Carlo Abarth, se situaron en este contexto italiano para dedicarse a la preparación de vehículos para competir en estas carreras. Vittorio Stanguellini fue uno de estos ingenieros, ubicado en el centro del motor italiano: Módena. Su pequeña compañía modificaba pequeños motores para que rindiesen como los grandes y modificaba incluso el aspecto y el comportamiento de los coches para que fuesen competitivos.

El Fiat 1.100 Stanguellini es un coche de carreras auténtico, en sus orígenes con una carrocería de tipo 'torpedo' pero que evolucionó tras competir en la Mille Miglia, cuya normativa exigía los neumáticos cubiertos. Su motor es pequeño, pero su peso también, por lo que las prestaciones de este Fiat eran considerables: era capaz de realizar un tramo de la Parma-Poggio de Berceto a una media de 136 km/h. Y fue precisamente esa carrera la que provocó que el padre de Fabrizio Lorenzoni comprara una de estas unidades, ya que su familia vivía al borde de la carretera donde se disputaba esta prueba.

El resto lo has podido ver en un vídeo altamente recomendable. Un vídeo donde se puede palpar la auténtica pasión por los coches y por uno en concreto. La historia de amor entre un coche y un hombre, una de tantas y si encima el protagonista es un coche tan especial como un auténtico Stanguellini, la pasión crece más todavía. No se vosotros, pero a mi me gustaría tener uno de estos juguetes en casa, con una historia detrás tan especial.

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