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Prueba: HGP RS 5 Coupé. El RS 5, aún más veloz

Prueba: HGP RS 5 Coupé

Todo lo que toca HGP, sencillamente, se vuelve endiabladamente rápido. En su día, este preparador artista del turbo ya retocó un Audi RS 3 Sportback. Ahora sube un par de peldaños y se atreve con un Audi RS 5 Coupé. Nosotros ya nos hemos puesto al volante de su última creación. Prueba: HGP RS 5 Coupé.

Básicamente, el preparador ha sacado el V6 litros del Audi y le ha metido mano a fondo. Y eso, ¡muy importante!, sin mermar sus buenas maneras. ¿Cuál ha sido el epicentro de esta cura de potencia? Dos compresores de serie modificados con una receta de la casa. El rotor de compresión y la turbina son obra del preparador, adaptados al bloque motor, proveído de un sistema de válvula Wastegate para una mejor dosificación.

El preparador logra 2,0 bares de presión sobre la zona media de las revoluciones, o dicho de otra manera: en la gama media de vueltas arroja sus 819 Nm de par, antes de que más arriba despliegue los 615 CV. Y sí, el incremento de potencia conlleva abrir las barreras electrónicas a la velocidad máxima. En este caso, el HGP RS 5 Coupé rebasa los 300 km/h sin problemas. Por otro lado, HGP ha modificado la gestión de las mariposas de escape. Y los intercambiadores térmicos son más grandes y se han cambiado de ubicación.

Una respuesta más contundente

Todo este trabajo tan concienzudo ha merecido la pena. Ya solo por la respuesta de la mecánica, que aunque lleva aumenta el tamaño del compresor, hay que esforzarse mucho para detectar alguna demora en la zona más baja del cuentavueltas. A partir de las 2.500 vueltas se anuncia el apocalipsis, y entonces el biturbo estalla súbitamente, y no se modera hasta las 5.000 revoluciones, donde sigue manteniendo en cualquier caso un empuje incesante que parece no tener fin.  

Prueba: HGP RS 5 Coupé
Hidehiko Ishihura

Y todo esto sucede sin que el coche se desmande: la tracción permanente quattro mantiene a raya el par motor, mientras el cambio automático embrida semejante fuerza sin problemas, y la distribuye con maestría. Solo al salir a fondo desde parado, la transmisión de ocho velocidades pierde un poco la compostura. Al arrancar, hasta un punto lo gestiona bien, pero cuando estallan las revoluciones el punto de inserción no es tan limpio como en el modelo de serie. La primera marcha permanece brevemente en el límite, el resto va cambiando con una leve demora.

Esto es algo que se puede afinar más, y las cifras que hemos medido, serían más apabullantes. Aunque acelerar de 0 a 100 km/h en 3,1 segundos y llegar a los 200 en solo 10,5 ya es para perder el sentido.

Y ya que hemos llegado hasta aquí... ¿Quieres saber cuál es tu coche ideal?

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