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Gasolina o eléctrico, ¿qué coche interesa más en ciudad?

Estamos al comienzo del cambio, los eléctricos ganan terreno pero, ¿el suficiente como para desplazar a los vehículos de gasolina?

La dicotomía gasolina-diésel se está convirtiendo en un tríptico que ha añadido a los eléctricos a la ecuación (dejaremos a híbridos e híbridos enchufables con pasos intermedios), un nuevo competidor que si bien hace unos años era meramente anecdótico, a día de hoy ya presenta candidatos serios a convertirse en el coche único de un individuo o familia. Pero, ¿hasta qué punto es así? Para un usuario que lleve a cabo la mayoría de sus desplazamientos por ciudad, descartando los diesel que rinden mejor para trayectos interurbanos de mayor kilometraje, ¿interesa más tener un gasolina o un eléctrico?

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Las características de los gasolina las tenemos clara, no obstante llevan décadas entre nosotros, así que lo interesante es centrarse en las características de esta nueva hornada de eléctricos que está llegando y comparar.

La primera criba es el precio. Actualmente este aspecto se descanta por los gasolina. A potencias y niveles de equipamiento similares son más baratos que los diesel, por no hablar ya de híbridos y de eléctricos. Con el tiempo los precios se igualarán, pero de momento, incluso con las ayudas fiscales que reciben los modelos de cero emisiones, no hay discusión posible.

Eso sí, hay que tener en cuenta que hay más gastos que los de la compra inicial. Depende del coche, pero si el eléctrico tiene las baterías en régimen de alquiler, hablamos de un sobrecoste importante que hay que abonar mensual o anualmente. Ahora bien, hay dos puntos en los que se anotan un tanto respecto a los gasolina. El primero es el precio medio por kilómetro. Un eléctrico cuesta 2,5 euros por cada 100 kilómetros mientras que un gasolina, incluso tirando a la baja con un consumo medio de 5,0 l/100 km, se va hasta los 7 u 8 euros. El segundo es el del aparcamiento, algo clave para un uso urbano. Los eléctricos aparcan gratis en zona verde o azul, mientras que los gasolina deben pagar.

Y hablando de la circulación por ciudad, no se pueden pasar por alto las restricciones de acceso en situaciones de alta contaminación. Cualquier vehículo de combustión está supeditado a las limitaciones que se establezcan en cada momento, mientras que los eléctricos pueden circular a placer.

Cuando empezaron a verse los primeros eléctricos de producción reales su ámbito óptimo era el centro de las ciudades. ¿El motivo? El tráfico y los semáforos, con parones y arranques, beneficiaban a sus sistemas de recuperación de energía, alargando su autonomía, mientras que las velocidades contenidas permitían que su carga no se esfumara en un momento. Esto ya no es tan así porque, aunque esos beneficios sigan existiendo, los nuevos lanzamientos tienen una autonomía de cómo mínimo más de 100 kilómetros que hace que no sea necesario cuidar tanto el gasto de energía.

Sin embargo, a día de hoy el escollo principal para los eléctricos son las estaciones de recarga. Cierto es que para hacer los trayectos diarios la mayoría tienen autonomía más que suficiente pero, si por un casual es necesario llevar a cabo una recarga a lo largo del día, la cosa se complica. Todavía no abundan los puestos de carga en plena calle y la única manera de asegurarse suministro eléctrico es tenerlo en el garaje privado o del trabajo. Los gasolina no tienen ese problema.

Coche eléctrico o diésel, ¿cuál interesa más?

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