La flor de opio contra la que lucha la Guardia Civil en las carreteras

Cuando hacemos un viaje por carretera lo normal es que nos fijemos en el asfalto, los coches que circulan por él y las estaciones de servicio o puntos en los que podemos realizar un descanso. Es normal que, pendientes de tantas cosas, no solamos desviar nuestra atención a los márgenes de la misma, y eso que en ciertas cunetas es posible encontrar cosas que no deberían estar ahí, entre ellas alguna que otra planta que trae de cabeza a la Guardia Civil, como es la flor del opio.

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Es fácil confundirla con la amapola común, algo que ha dado lugar a leyendas urbanas como que ésta está relacionada con el mundo de la droga y que de ella se puede extraer opio. Esto se debe al parecido estético entre una y otra: la amapola silvestre (papaver rhoeas) y la adormidera (papaver somniferum) son de la misma familia y tienen un aspecto similar, pero se diferencian por su color, que es rojo en el primer caso y en el segundo oscila entre el blanco y el morado.

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La amapola es inocua excepto si se toma en grandes cantidades, cuando se pone de manifiesto su leve toxicidad. En cambio, de la segunda sí que es posible extraer opio ya que tiene muchos alcaloides como la codeína, la papaverina y la morfina.

Lo curioso es que plantaciones de esta flor de opio reaparecen cada año durante la primavera y el verano por el levante español, inundando zonas concretas de las cuentas de muchas carreteras de la Comunidad Valenciana. Las condiciones climáticas son propicias para su crecimiento, pero que se trate de una presencia espontánea o no es clave y que trae de cabeza a la Guardia Civil.

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De hecho, lo sea o no, carece de importancia, puesto que la vía de actuación habitual es segarlas y hacerlas desaparecer. Sin embargo, hay una manera de saber si están plantadas adrede o no. Hay que observar las cabezas bulbosas de las plantas, ya que de ellas se extrae el opio bruto cuando están todavía verdes. Se realizan incisiones laterales que supuran una sustancia lechosa, cuando se seca forma cristales que son el propio opio y estos se raspan más tarde para recolectarlo.

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