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El BMW M3 cumple 25 años

En agosto de 1985 las revistas alemanas desvelaron cifras sobre el BMW Serie 3 “más rápido de todos los tiempos”: 200 CV, una velocidad máxima de 230 km/h, de 0 a 100 en 6,7 segundos. Sin embargo, aquellos que lo esperaban con impaciencia tuvieron que aguantar hasta 1986. La leyenda había comenzado no sólo en la calle, sino también en los circuitos, dónde cosechó éxitos.

Aunque el proyecto se aparcó durante un tiempo, la historia del primer M3 comenzó cuando Eberhard Kuenheim, consejero delegado de BMW, visitó la división de la marca encargada de poner a punto los coches de carreras y pidió a Paul Rosche, director de desarrollo técnico, un motor de altas prestaciones para la Serie 3. Rosche gozaba de plena confianza: había colocado las mecánicas M en la Serie 5 y había perfeccionado el propulsor turbo que, en el Brabham BMW, permitió a Nelson Piquet ganar el Campeonato del Mundo de Fórmula 1 en 1983.

Cuando se puso manos a la obra, el ingeniero se dio cuenta de que un cuatro cilindros sería una plataforma excelente para un vehículo deportivo, debido a su menor peso y a su alto par. La capacidad fue incrementada hasta los 2,3 litros y se aplicó una fórmula de éxito: cuatro válvulas por cilindro. Las modificaciones duraron apenas dos semanas y, al terminar, Rosche llevó un coche equipado con la mecánica a casa de Kuenheim. Éste montó, lo condujo un rato y al regresar sólo dijo: “Me gusta”. El M3 inició su manufactura.

Estaba destinado a competir en carreras como un Grupo A, cercano a la producción; según el reglamento, debían ensamblarse al menos 5.000 unidades en 12 meses consecutivos para recibir la homologación. Desde el principio, se diseñó con un catalizador, a pesar de que la gasolina sin plomo no tenía una gran reputación entre los motores deportivos a mediados de los 80. Aun así, el M3 contaba con 195 CV. Los tests realizados en la zona norte de Nürburgring fueron muy duros y dañaron el sistema de escape; un cambio de arandelas solucionó el problema. El coche estaba listo y se presentó al público en el Salón de Frankfurt de 1985. Las primeras pruebas para la prensa tuvieron lugar la primavera siguiente, en 1986. El BMW ofrecía unos datos espectaculares: con 1.200 kilos, la relación peso/potencia era de 6,15 kg/CV. Alcanzaba una velocidad máxima de 230 km/h (235 km/h sin el catalizador) y gastaba menos de 9 litros de carburante cada 100 km.

No tardó mucho en estar sobre las pistas; en 1987 se celebró el primer Campeonato del Mundo de Turismos, según BMW, exactamente la competición para la que el M3 estaba construido. La potencia del vehículo que participaba era de 300 CV: a sus mandos, Roberto Ravaglia fue el vencedor, mientras que otros pilotos cosechaban éxitos similares en los certámenes europeo (con Altfried Heger como ganador) y alemán (Eric Van de Poele se llevó el título). También obtuvo el triunfo en el Rally de Córcega, despuntó en Montecarlo y logró el doblete en las 24 Horas de Nürburgring.

En 1990, la segunda generación del M3 ya estaba lista. Un coupé elegante y sofisticado llegaba a las carreteras con un motor de seis cilindros y 286 CV, 97 por cada litro. Realizaba el 0 a 100 en 6 segundos y la velocidad máxima estaba electrónicamente limitada a 250 km/h, mientras que su consumo medio era de 9,1 l/100 km.

Este BMW sufrió una profunda revisión del chasis y los frenos: los amortiguadores fueron ajustados y ese trabajo se reflejó en la altura del modelo, 31 mm menor que en el Serie 3 Coupé. El ABS también fue especialmente calibrado para mejorar la distancia de frenado; desde 100 km/h, el M3 era capaz de detenerse en 35 metros.

Por supuesto, no podía faltar la versión de competición, que fue desarrollada en un tiempo récord y participó en el Campeonato Alemán de Turismos de 1993. Equipado con un propulsor de 325 CV en su coche, Johnny Cecotto ganó la ADAC GT Cup.

Un nuevo cambio tuvo lugar en 1995, cuando el M3 adoptó modificaciones en el frontal, las llantas y, lo más importante, una mecánica de 3,2 l y 321 CV apareció bajo el capó. Consumía 8,7 l/100 km y pasaba de 0 a 100 km/h en 5,5 segundos: las prestaciones, como en cada evolución, mejoraban. Buena parte de la “culpa” fue de la transmisión manual de seis marchas; en 1997, este apartado dio un nuevo giro con la adopción de la caja de cambios secuencial M (SMG).

La siguiente generación del modelo, que debutó en 2000, contaba con un alerón frontal en el que se habían integrado las luces antiniebla y unas tomas de aire mayores. El motor de seis cilindros ya desarrollaba 343 CV y de nuevo rebajaba la cifra del 0 a 100: 5,2 segundos. El bloqueo de diferencial M, empleado en el M3 por primera vez, también ayudaba a aumentar el dinamismo. Además, pronto llegó la segunda generación de la transmisión secuencial SMG, con levas en el volante.

En esta época apareció el M3 GTR, creado para homenajear al vehículo con el mismo nombre que estaba causando sensación en las American Le Mans Series. Su propulsor V8 de cuatro litros ofrecía 350 CV, y estaba asociado a un cambio manual de seis marchas y a varios elementos en fibra de carbono reforzada con plástico, un material que empezó a utilizarse para ahorrar peso y que fue una de las mayores novedades en la siguiente generación del coche, presentada en 2007. Su llamativo techo, ligerísimo, bajaba el centro de gravedad, por lo que el dinamismo mejoraba aún más. Bajo el capó, una mecánica de ocho cilindros en “V”, con 420 CV, permitía alcanzar los 100 km/h desde parado en sólo 4,8 segundos, mientras que el consumo era de 12,4 l/100 km. ¿Cómo se gestionaba esta potencia? Con la transmisión M de doble embrague y siete velocidades.

La historia del M3, de momento, continúa con la versión GTS. Pero, después de 25 años, aún quedan muchos capítulos más, que se escriben con las sensaciones de aquellos afortunados que han conducido uno.

¿Es el M3 uno de tus coches soñados? ¿Has tenido la oportunidad de subir en alguno?

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