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Por qué el coche eléctrico puede ser enemigo de los talleres

Taller coche eléctrico
El coche autónomo tampoco ayudará, pues se calcula que reducirá los siniestros hasta en un 70%

Cuantos más Nissan Leaf o eléctricos de Renault se vendan, menos trabajo tendrás los reparadores. Esta es la razón por la que dicen que el coche eléctrico puede ser enemigo de los talleres.

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Entre los actos programados por la Feria Motortec, se incluía la presentación del II Observatorio de Postventa Oficial y ha sido ahí cuando se ha presentado los datos del informe de la consultora Solera. Experta en tecnología del automóvil, la compañía ha elaborado un informe titulado "La descarbonización de la posventa", en el que asegura que la posventa factura 13.639 millones de euros anuales, pero si en 2050 el parque fuera 100% eléctrico, esa cifra se reduciría hasta los 8.472 millones.

A menos piezas, menos reparaciones

"Esto sucede porque en un vehículo de combustión interna se realizan toda una serie de mantenimientos preventivos cada X años o kilómetros que con el eléctrico desaparecen. Esto afecta a la parte de mecánica, que es donde se generan dos terceras partes de los ingresos totales y donde se perdería de forma particular un 56% de la facturación", explican en el informe.

El informe de Solera atribuye esta pérdida de ingresos al hecho de que los vehículos de combustión integran 25 piezas y elementos que no se encuentran en los coches eléctricos, como son el aceite, filtros de aceite, correa de distribución, bujías, inyectores, escapes, etc., y que entre todos ellos superan los 15.000 euros.

A cambio, llegan las baterías

En cambio, la entrada en escena del eléctrico implica la llegada de un nuevo elemento a los talleres, la batería. "Con un coste medio de más de 11.000 euros (aunque en función de la autonomía hay modelos que superan los 20.000 euros), se trata de una pieza cara que, si bien puede compensar en gran parte la pérdida de facturación del taller, tiene el hándicap de que el paso por boxes para cambiarla es cada diez años, una horquilla de tiempo mucho mayor que el requerido por las piezas de mecánica de un diésel o gasolina", explica Solera.

Esta transición del diésel/gasolina al eléctrico también tendrá su impacto en la mano de obra. En el caso de un vehículo de combustión interna y a lo largo de un período de diez años, supone 3.429 euros, una cifra que se reduce en el eléctrico un 86% hasta los 489 euros. Y es que el número de horas trabajadas se rebaja en un 90%, pues cambiar una batería es una labor que apenas requiere seis horas de trabajo.
 

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