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El Rey y los coches

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Javier de la Calzada

Antes de nada quiero que quede claro mi más profundo respeto por la Monarquía española y admiración por el nuestro Rey Juan Carlos I. Sin embargo, el otro día leí una noticia que me dio que pensar… Se titulaba más o menos así: “El Rey vende un Maserati Quattroporte que le regaló un jeque árabe”. Para empezar no está bien vender algo que te regalan, aunque si los 100.000 euros que, supuestamente, consiguió por él fueron empleados en causas nobles y justas, soy el primero en aplaudir esta acción. Aunque desde la Casa Real ni confirman ni desmienten este asunto.

De todos es conocido la pasión de nuestro monarca por los coches y las motos. No sólo es habitual verle disfrutar de las principales competiciones de motor tanto en nuestro país como fuera sino que, además, posee un garaje, al parecer, envidiable. Siempre se ha dicho que es un amante de la velocidad y que los coches “gordos” figuran entre sus preferencias. De hecho hace dos años, durante la presentación del Audi RS6 Avant, un alto directivo de la marca me confirmó que de las veinte unidades destinadas al mercado español, una de ellas ya estaba reservada para el Rey Juan Carlos…


Me encantaría poder mirar por el agujero de la mirilla y cotillear ese famoso y real garaje, en donde descansan casi 100 coches, muchos de ellos auténticas joyas incunables. Aunque tiene que ser una faena no poder “disfrutar” de ellos en plenas condiciones por carreteras abiertas al público por dos simples aspectos: uno, la seguridad y dos, el famoso “qué dirán”. Vamos, que me puedo quedar alucinado si, de pronto, me “arranca las pegatinas” subiendo el puerto de la Morcuera el mismísimo Rey con un Mercedes SL55 AMG y su ristra de escoltas. En definitiva, es humano preguntarse si una figura tan relevante e importante como él puede darse o no una serie de caprichos por muy regalados que sean o también se puede pensar que él, como tú y como yo, también tiene derecho en dar gas a fondo y disfrutar de la conducción. Por el contrario, es conocido que la Reina se mueve siempre en un Smart: dichosa contradicción, ¿no?
 

Las opiniones expresadas en este artículo son las del autor y no tienen por qué coincidir necesaria o exactamente con la posición de Axel Springer o Auto Bild España.

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