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AUTO BILD en China con el Audi Q3

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Día 6: Etapa 4 (Yangshuo-Guilin): acaba la Trans China Tour 2011

Todo llega a su fin. La etapa de hoy constaba tan solo de 70 kilómetros. No obstante, la organización había estipulado que el tiempo necesario para cubrirla era de 2 horas. ¡Qué absurdo!, pensé. Sin embargo de absurdo no tenía nada, y una vez más se ponía en práctica la teoría de la relatividad, no la de Einstein, sino de la vida real: todo en esta vida es relativo.

Y es que si algo me ha quedado claro en esta última etapa de la Trans China Tour con el Audi Q3 es que los que residimos en una gran ciudad –prefiero no utilizar el término 'megaurbe', pues eso se lo reservo a las moles de hormigón que he visto en China– vivimos demasiado deprisa. Tanto que la vida pasa por delante de nosotros y no nos damos cuenta de ello.

El camino que hemos utilizado para llegar a Guilin ha sido el más complicado desde el punto de vista de eficiencia de conducción, pues ha atravesado decenas de aldeas, con cuatro o cinco casas a lo sumo, plagadas de arrozales, paisajes sacados de un cuento, vegetación exuberante y animales campando a sus anchas por en medio de la carretera.

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En una de las aldeas nos hemos cruzado con una anciana a quien vernos a bordo de estos llamativos Q3 le ha provocado una enorme sonrisa. Cuando hemos ido a sacarle una foto, en vez de poner cara de acelga pocha y soltar algún improperio en mandarín, ha posado entre grandes carcajadas. Con tan poquito he podido leer felicidad en su rostro.

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Atravesar estas aldeas donde la gente va de un lado a otro a pie, donde ni se molestan en mirar si viene un coche o un camión –quién sería tan irresponsable de ir como un loco a mucha velocidad, ¿no?–, nos ha obligado a circular a velocidad anormalmente reducida, una pena para el Q3 de 211 CV, pero una delicia para los sentidos: es el lujo de ir despacio y empaparte de lo que hay a tu alrededor.

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A pocos kilómetros de llegar a nuestro destino, nos hemos encontrado de frente con un grupo de escolares –marcialmente dispuestos en fila india– que literalmente se han quedado alucinados con la caravana de Q3 naranja. La de tiempo que hacía que no veía caras con tanto asombro al ver un coche. ¡Uuuuaaauuu!, parecían decir.

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Eso sí, al tomar un pequeño tramo de carretera nacional con un carril por cada sentido, he vuelto a la cruda realidad china y me he llevado un susto tremendo. De frente venía una camioneta más vieja que Fumanchú, y un autobús ha decidido que entonces era el momento de adelantar. Por entonces me refiero a pocos metros delante de nuestro coche. "Aquí va a ser", me he dicho. Instintivamente, me ha abierto hacia la derecha y en ese preciso instante a un hijo de su madre chino se le ha ocurrido la feliz idea de adelantarme ¡por el arcén! Y nos ha faltado casi nada para salir en los papeles. Afortunadamente, todo ha quedado en un susto…

Y con esas hemos llegado a la meta, satisfechos de esta fabulosa ruta, agradados con el comportamiento del Audi Q3, aunque con la espinita de no saber cómo se las gasta fuera del asfalto. Que todos los males sean esos; ya lo comprobaré en España...

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Día 5: Etapa 3 (Zhaoqing-Yangshuo): de la tensión máxima al relax

Me preguntaba el día anterior si esta iba a ser la jornada más dura en China, y ahora estoy en disposición de contestar que sí y no. Reconozco que a primera vista parece que me he adaptado tanto a China que ya respondo incluso como los propios nativos… Pero la verdad es que ambas respuestas son igualmente válidas y ciertas.

Y es que salir de la ciudad de Zhaoquing ha sido una auténtica locura, más incluso que lo que nos encontramos cuando comenzamos la ruta con los Audi Q3. No sé si achacarlo al hecho de que estamos alejados de las grandes megaurbes modernas donde da la sensación de que la cultura automovilística ha calado un poco, pero lo vivido hoy acaba con los nervios de cualquiera.

Si hay algo que nos dejó meridianamente claro la organización de la ruta es que en China hay que andar con 10.000 ojos al volante… y aun así a mí me parecen pocos. Imagínate que vas circulando por un carril de una vía urbana y comienzan a cruzarse en tu camino motos, bicis y motocarros. Al mismo tiempo, en un cruce, los coches no respetan los ceda el paso ("pol ceda el paso no me viene nada, señol") ni los stops, y tienes que estar pegando frenazos continuamente, a la par que para no perder la trayectoria hacia tu destino, tienes que cuidarte de que los macarras chinos de turno no te saquen de tu carril. Y al llegar a una rotonda, tonto el último. ¡Esto sí que es la institucionalización del caos chino por antonomasia! Imagínate la rotonda y que surjan toda clase de vehículos de todos los lados, unos haciendo rectos, otros colándose por lugares insospechados… Y, claro, si quieres avanzar, tienes que echarle arrojo y mucha mala leche porque si no, no avanzas en la vida. ¡Al ataque! Por suerte iba al volante del Q3, que se ha portado de maravilla y nos ha sacado del atolladero sanos y salvos.

Pero ahí no acabó la tensión, porque una vez alcanzada la carretera -ojo, de peaje– volvimos a encontrarnos más lío. Esta vez, viejos conocidos: los camiones. A estas enormes moles se la trae floja todo: van instalados en el carril izquierdo y que salga el sol por Antequera.

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Claro que, por otro lado, también podría entender un poco el porqué de su afición al carril izquierdo: porque por el derecho y su correspondiente arcén, la población china tiene la insana costumbre de pasear, aparcar la moto para descansar y echarse un cigarrito, montar en bici cargados hasta los topes de mercancía o yendo en sentido contrario al de la marcha con todos los peligros que ello implica… Aquí, uno no gana para sustos.

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Incluso hemos llegado a encontrarnos un motorista transportando un cerdo recién destripado. Ya está: se me quitaron las ganas de comer cerdo agridulce...

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Y tras la tensión, la calma más agradable del mundo cuando alcanzamos la carretera directa a la paradisiaca región de Yangshuo, que se caracteriza por su curiosa orografía conformada por pequeñas colinas de origen calcáreo que emergen de unos campos llanos inundados por los arrozales. La carretera en sí, atravesando esto bello entorno, es un placer para los sentidos. Aquí da gusto conducir y casi deseas que la autopista no termine nunca.

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Incluso te puedes recrear con los originales carteles de la Dirección de Tráfico de China advirtiendo de que no conduzcas si te sientes cansado…

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… o de que no tires basura a la carretera.

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Durante el camino nos hemos cruzado con un Mercedes Clase R negro con las matrículas camufladas en el sentido estricto de la palabra, pues van cubiertas de tela de color de camuflaje. Se trataba de un vehículo del Ejército chino, así que mejor no molestar…

Y al final el trayecto fue tan agradable que cuando nos quisimos dar cuenta, ya habíamos llegado a Yangshuo.

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Mañana, última etapa del Trans China Tour con el Audi Q3. Qué pena; ya me estaba acostumbrando a la idiosincrasia china...


Día 4: Etapa 2 (Guangzhou-Zhaoqing): radares y camiones por doquier

Hasta hoy no había sido consciente de hasta qué punto es de férreo el control que ejerce la dictadura china en todos y cada uno de los lugares que te puedas imaginar. Y es que en mi vida había visto tanta cámara -en la mayoría de las ocasiones acompañada de su fiel amigo el radar– en todas y cada una de las vías por las que hemos circulado hoy, ya fueran autopistas o caminos rurales. Para que te hagas una idea, en todos y cada uno de los semáforos que nos hemos ido encontrando a lo largo de los 224 kilómetros de la etapa de hoy, así como en los lugares más insospechados, había una cámara. Puede que suene a paranoia, pero de verdad que me he sentido observado/vigilado en todo momento.

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Sin embargo, lo peor no es solo el hecho de que haya tanto funcionario público chino observando todos y cada uno de nuestros movimientos, sino la profusión de radares. Y, claro, uno va tan a gusto al volante del Audi Q3 con su poderoso motor TFSI de 211 CV, que cuando te quieres dar cuenta y miras de soslayo el velocímetro, vas a un ritmo penado con multita. Y, espero equivocarme, pero me parece que hoy me han cascado dos recetas. La primera posible pillada ha sido en una autovía que estaba en obras. Circulaba a 100 km/h, cuando debía hacerlo a 60 km/h, pero, claro, a mí mi padre siempre me dijo aquello de "allá donde fueres, haz como vieres", y la verdad es que me dejé llevar por el ritmo endiablado que llevaban algunos chinos y, ¡zas!, en el momento menos esperado he visto por el espejo retrovisor una cámara parapetada detrás de una farola. Es que son ganas de fastidiar…

La segunda posible pillada ha sido en otra autovía. Circulaba a 130 km/h (límite 120 km/h) y tras la posible experiencia de esta mañana, iba con 10.000 ojos, mirando a todos lados en busca de un maldito radar. Lo que no me esperaba es que el maldito chivato estuviera camuflado –estaba pintado de verde, para colmo de males– entre unos arbustos de la mediana. Nuevamente lo he visto a toro pasado… ¡Mecachis los mengues!

Otra de las notas negativas de la jornada han sido nuevamente los camiones y los autobuses chinos: hacen lo que les da la gana, se cruzan de un lado a otro de la vía –y el que venga detrás, ajo y agua– y bloquean el carril izquierdo a pesar de que está reservado para turismos y la velocidad mínima es de 110 km/h y ellos circulan a 80. ¡Qué hartazgo!

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Por lo demás la etapa ha sido muy satisfactoria, sobre todo porque hoy nos hemos adentrado en la China rural y profunda. La caravana de Audi Q3 no ha pasado desapercibida para los paisanos, que nos han mirado con una cara a medio camino entre el asombro y la desconfianza. Pero eso sí: a ninguno parece haberle disgustado la estética del SUV de Audi. Un aspecto que me ha confirmado el responsable del Diseño del Interior del Q3, Wouter Kets: "A los chinos les encantan todos los coches que vienen de Alemania. Para que te hagas una idea, el Audi Q5 que se fabrica en Changchun, destinado al mercado local, es exactamente igual que uno europeo. No cambia nada de nada y se vende muy bien".

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Haber podido atravesar decenas y decenas de pueblecitos del interior me ha permitido conocer la otra cara de China que no son los grandes rascacielos de Pekín, Guangzhou o Hong Kong, sino aldeas bastante pobres pero con un encanto especial, con gente jugando a las cartas en la calle –a los chinos les fascina los juegos de azar–, multitud de puestos de artesanos, etc. Y, cómo no, también nos hemos cruzado con más camiones, pero esta vez cargados de animales vivos.

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Al llegar a nuestro destino, me he topado con la primera copia china que he visto en vivo y en directo: un Chery calcado al Seat Toledo. Ya estaba tardando...

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Mañana nos esperan 412 kilómetros, la etapa más larga. ¿Será la más dura?

Día 3: Etapa 1 (Shenzen-Guangzhou): de locura

No es que pretenda fardar de que he viajado más que Willy Fog –porque tampoco es así–, pero sí puedo afirmar sin faltar a la verdad que he tenido la oportunidad de conducir por auténticas escuelas de conducción como Marruecos o Botsuana, y lo que he vivido hoy, mi primera experiencia al volante en China, supera a todo.

Como decía, hoy comenzaba como tal la tercera ola de la Trans China Tour con el Audi Q3, una ruta por el que se ha convertido en el primer mercado para Audi a nivel mundial. La primera etapa, transcurría desde Shenzen a Guangzhou. La primera es una enorme megalópolis desarrollada al calor del traspaso de la soberanía de Hong Kong de manos británicas al gigante asiático, y que en cuestión de 20 años ha pasado de tener una población de 100.000 habitantes a contar con más de ¡12 millones! Con un par…

Para poder iniciar la ruta desde Shenzen, antes teníamos que cruzar la frontera desde Hong Kong –adonde llegamos la noche anterior–, pues aunque se encuentra bajo el paraguas de China desde 1997, goza de un estatus de autonomía fiscal y administrativa que, entre otras consecuencias, implica que haya que cruzar una frontera aunque estemos en el mismo país.

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Aunque, insisto, nos encontrábamos en el mismo estado, el trámite de la frontera ha causado en mí más tensión que cuando entré en China días atrás: la policía ahí tiene cara de aún menos amigos que de costumbre y no deja pasar ni una. Casi 50 minutos hemos tardado en cruzar esa frontera interna, aunque me ha permitido conocer cosas tan curiosas como que un habitante de Hong Kong que cruce diariamente el citado paso, ha de llevar dos matrículas en su coche: la china y la Hong Kong. Y yo que pensaba que si había un país complicado era España…

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Una vez superado el trance, por fin me he puesto al volante de un precioso Audi Q3 2.0 TFSI quattro de 211 CV y cambio automático S-Tronic de 7 velocidades, de color naranja. Al cargar el equipaje me he llevado una primera decepción: aunque su maletero cubica 460 litros, ahí solo caben dos maletas, y éramos tres personas…

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Pero lo que más me importaba era comprobar su comportamiento, y la verdad es que para esta primera etapa de solo 132 kilómetros me ha agradado sobremanera. Por entre el tráfico urbano de la megaurbe de Shenzen se ha movido como pez en el agua, tanto que al principio he tenido que contenerme con el acelerador para evitar consecuencias indeseadas, como una recetita en caracteres chinos. Y es que tanto las vías urbanas como las autovías y las autopistas del gigante asiático están plagadas de cámaras y radares. Además, para darle más morbo a la cosa, los flashes de los radares saltan continua y aleatoriamente, por lo que puede ser que circules a la velocidad permitida (en ciudad, 60 km/h; en carreteras de doble sentido 80 km/h; en autovías de dos carriles por calzada, 100 km/h; y en autopistas de tres o más carriles por sentido, 120 km/h) y te salte un fogonazo, para animarte el día. Es como en la obra 1984, de George Orwell, donde 'Gran hermano te vigila'

Lo mejor estaba por venir una vez que alcancé la autopista: a los chinos les falta cultura automovilística y respeto por su propia vida y la de los demás conductores. Conducen como auténticos locos. Yo pensaba que había visto lo peor en África, pero en China se llevan la palma. Para empezar, el carril izquierdo está bloqueado continuamente por coches que circulan a menos de 100 km/h, y no se apartan por mucho se lo insinúes… Por otro lado, el carril central y el de la derecha suele estar copado por camiones o autobuses, que son una raza aparte y practican aquello del pez grande… También están los culillos de mal asiento que son capaces de cruzaditas adelantando desde el carril derecho hasta el izquierdo, colándose de cualquier manera. Por último, y no por ello menos hijos de su madre, están los que sempiternamente activan las luces largas e incluso las antiniebla si hace falta para avisarte de que se acercan, de que están detrás de ti o simplemente que les toca la moral que vayas conduciendo un Audi Q3. Y les importa un pimiento que te deslumbren.

Al principio, y siendo consecuente con las advertencias de la organización de no mimetizarse con las costumbres locales, conduje prudentemente. Pero tras veinte fogonazos con las largas y otros tantas pirulas adelantando sin ningún tipo de respeto por parte de los conductores chinos al resto de vehículos, se me hincharon y saqué todo el rendimiento al motor TFSI. Y la verdad, el Q3 se portó de maravilla. Eso sí, para que no te pille desprevenido ante la macarrada de turno de un conductor chino, lo mejor es llevar la palanca del cambio en S, para conseguir toda la fuerza posible. Pero sobrevivimos y llegamos sanos y salvos a Guangzhou.

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Quizá pienses que estoy exagerando con lo anteriormente escrito, pero para que te hagas una idea de que no es así, en la cena de esta noche, ha comentado su experiencia el piloto del equipo de Audi en Le Mans Rinaldo 'Dindo' Capello, que nos acompañó aquella jornada: "Conducir en China me ha parecido más peligroso y excitante que pilotar en Le Mans". Casi nada…

Mañana nos esperan 224 km entre Guangzhou y Zhaoqing. Aumenta el reto...

Día 2: Centrados (de verdad) en el cliente chino

¿Quién no ha oído alguna vez en su vida aquello de "trabajan como chinos"? Lejos de ser una leyenda urbana, se confirma como una verdad absoluta. Ahora bien, ¿cuánto hay de verdad en lo de "le han engañado como a un chino"? Desconozco el origen del citado axioma, pero para nada se corresponde con la realidad. Al menos en lo que a los clientes de Audi en China se refiere.

Hoy hemos tenido oportunidad de visitar la planta que Audi tiene en Changchun. En honor a la verdad, poco se puede contar de esta fábrica (una joint-venture entre FAW –que tiene el 50 por ciento–, Volkswagen –con el 40%– y Audi –10% restante–). Tenía la vana esperanza de que podríamos ver cómo se producen los vehículos de FAW, pero teniendo en cuenta que se trata de una empresa estatal china, la opacidad es máxima y no nos han dejado ni aun siquiera echar un vistazo. ¿Por qué tanto secretismo? ¿Será que las comparaciones son odiosas y el estándar de calidad de FAW es simplemente paupérrimo? La única imagen que puedo llevarme es esta de Mao visitando, precisamente, sus instalaciones.

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Afortunadamente, sí hemos podido darnos una vuelta por la planta donde se fabrican el Audi A4L, el A6L y el Q5. Pero no dejan de ser líneas de montaje automatizadas, pulcras como un quirófano y en donde llama la atención la convivencia de carteles en alemán con otros en caracteres chinos.

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En este sentido, resulta mucho más significativo hablar de las cifras que arroja la planta de Audi en Changchun. Lleva 23 años funcionando –la marca de los cuatro aros está presente en China desde 1988, año en el que se empezó a fabricar el Audi 100– y en 2010 alcanzó la mágica cifra de 1.000.000 de modelos fabricados. Sin embargo, con el ritmo de crecimiento tan vertiginoso que está experimentando el mercado chino –11,4 millones de vehículos comercializados en 2010–, en Audi China confían en vender otro millón de modelos más entre 2011, 2012 y 2013 –este año van a vender 300.000 unidades, por lo que sus pretensiones son muy realistas–. La capacidad de producción de esta planta va a ser en 2011 de 300.000 unidades, y pretende elevarla hasta 700.000 en 2015.

Pero, sin duda ninguna, lo más llamativo de Audi en China es su servicio de posventa. La marca de Ingolstadt cuenta con más de 200 concesionarios en China y pretende elevar el número hasta 400 en 2013. Conscientes de que la única manera de crecer en un mercado tan competitivo y complicado como el chino pasa por plegarse a las demandas de la clientela china, las concesiones de Audi en ese país abren los siete días de la semana, y todo el proceso de compra de un vehículo se ha optimizado de tal manera que las operaciones puedan llevarse a cabo lo más rápidamente posible.

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Además, con el fin de dejar el mejor sabor de boca –Audi copa todos los informes de satisfacción al cliente de China–, las concesiones se han adaptado de tal manera que los talleres están acristalados, de modo que el cliente puede observar en todo momento qué le están haciendo a su coche. Si por el contrario no quiere ver cómo le cambian el aceite a su Audi, por ejemplo, el cliente puede esperar una sala dispuesta con home-cinema o, incluso, disfrutar de un masaje –no se sabe si con happy end incluido…–. Esto sí es dedicarse por entero al cliente y, desde luego, demuestra que a los clientes chinos ni se les engaña ni tampoco ellos los permitirían.

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Todo ello ello ha propiciado que Audi se sitúe al frente del segmento premium en China, con una cuota del 35 por ciento. Y es muy probable que este porcentaje aumente en cuanto se comience a comercializar el nuevo Q3, que, como conté en el post anterior, también se fabricará en la planta de Changchun. ¿Se puede pedir más? Yo sí: quiero ponerme a los mandos del Q3. Mañana comienza la ruta. Me muero de ganas de comprobar de lo que es capaz...

Día 1: Cerdo agridulce

Si uno piensa en China, seguramente lo primero que le viene a la cabeza son los rollitos de primavera o el 'chino' del barrio que vende de todo, a todos y a todas horas. A mí, en cambio, solo me vienen a la cabeza las imágenes de la matanza de la plaza Tiananmen en 1989, la vulneración de los derechos fundamentales y una frase muy asiática: "un país, dos sistemas". Esto último quiere decir, que en ese país se da la paradoja de haber un sistema político comunista dictatorial, pero en el plano económico impera el capitalismo salvaje (hay más de 535.000 multimillonarios). Una extraña fusión de sabores, más o menos como el cerdo agridulce… pero a lo bestia.

Es innegable la enorme capacidad de desarrollo que está demostrando China a nivel económico. Tanto que hasta el más pintado ha caído rendido a los encantos de un país que crece a ritmos del 8 por ciento anual… y lo que le queda. No es de extrañar, por tanto, que China sea a día de hoy el primer mercado mundial para Audi. Casi nada. Por eso he acompañado a la marca de Ingolstadt en el Trans China Tour, donde, además de conocer de cerca el llamado milagro chino, tendré la oportunidad de hacer una ruta de más de 800 kilómetros al volante de su última criatura: el Audi Q3. Un modelo que, según afirma la marca de los cuatro aros, es idóneo para las megaciudades chinas y que probablemente llegue a producirse también (ahora solo se monta en la factoría de Seat en Martorell) en la fábrica que Audi tiene en Changchun dentro de unos años.

Nuestra primera parada, por tanto, ha sido la ciudad de Changchun, la que se conoce como el 'Detroit chino', pues ahí se concentra gran parte de la industria automovilística de ese país. Situada al noreste del país y con una población de más de 8 millones de habitantes, Changchun es una ciudad horripilantemente fea, a pesar de que literalmente signifique 'larga primavera'. Es gris, muy gris, tiene altos índices de contaminación, es ruidosa (hay mucha afición a dar bocinazos), fría, sin orden ni concierto arquitectónicamente hablando… pero está en pleno apogeo: allá donde miraba, me encontraba un edificio en construcción.

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Estaba tan absorto contemplando las decenas y decenas de edificios de corte semisoviético que no me había percatado de que el chófer que nos llevaba en un A6 de batalla larga (como les encanta a los chinos) desde el aeropuerto hasta el hotel se había enfundado ¡unos guantes blancos para conducir! Esto es lujo asiático, sí señor.

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La ciudad de Changchun es un purito caos de vehículos que surgen de todos los lados y dan bocinazos a diestro y siniestro. Lo que también abundan son los radares. Y es que cada pocos metros te encuentras una advertencia con la camarita.

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Pero lo que más me ha llamado la atención es que los semáforos constan de un temporizador que va indicando los segundos que permanecerá el disco en verde, en ámbar y en rojo. Muy útil, para ciudades como esta que no paran y viven deprisa.

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Al llegar a la habitación del hotel y dejar los bártulos en el armario me he llevado un sorpresón: una máscara antigás. Más vale prevenir que curar, sí, pero el mal rollo no me lo quita nadie…

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Menos mal que al salir a la calle y meterme en un centro comercial –porque fuera hacía un frío que pelaba–, se me ha quitado el malestar al ver la tienda de una marca de ropa llamada Massalati. ¿A qué te recuerda al pronunciarlo con acento chino-español? Efectivamente, a Maserati. Si te fijas bien, incluso el logotipo de esta burda copia comercial es un tridente. Estos chinos son muy grandes...

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Mañana visitamos la planta de Audi en Changchun, curiosamente, en la misma factoría donde se producen los modelos de la marca de automóviles estatal china FAW (First Automobile Works). El morbo es total porque aquí se producen elegantes Audi A6L y modelos de estándar chino (baja calidad). Otra vez esa extraña combinación con sabor a cerdo agridulce…

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Las opiniones expresadas en este artículo son las del autor y no tienen por qué coincidir necesaria o exactamente con la posición de Axel Springer o Auto Bild España.

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