Logo Autobild.es

La vuelta al mundo 4x4 en un Land Cruiser

Una pareja de holandeses lleva seis años recorriendo el mundo en un Toyota Land Cruiser con 25 años a sus espaldas. Ya han dejado atrás 130.000 kilómetros y han visitado 27 países. De momento no tienen previsto detenerse. Nos cuentan en primera persona su aventura 4x4.

Todo quedó decidido en diez minutos. Coen me preguntó sin más preámbulos: "Karin-Marijke, ¿quieres acompañarme a dar la vuelta al mundo?" Eso sonaba bien, así que le respondí sin pensármelo dos veces: "¡Sí, cuando quieras!".

Vendimos todos nuestros bienes e invertimos el dinero en un Toyota Land Cruiser BJ 45 del 84, que se convertiría en nuestro nuevo hogar (vídeo historia Toyota Land Cruiser). Este veterano equipado con 'snorkel' y cabrestante ya tenía experiencia viajera; nosotros añadimos un 'Hi-Lift', bidones para gasóil y una tienda de campaña en el techo. Naturalmente, algunos pensaron que estábamos locos, pero a finales de mayo de 2003 empezamos nuestra gran aventura 4x4 rumbo al sureste asiático.

Un transbordador nos llevó hasta Grecia donde pasamos dos meses acampando a orillas de ríos de aguas cristalinas y visitamos numerosos monumentos. Luego fuimos a Estambul donde experimentamos por vez primera toda la magia de Oriente: mercados abarrotados y vendedores de alfombras voceando las excelencias de su mercancía.

Pero fue en Irán donde vivimos el primer 'shock' cultural profundo: me llevó algo de tiempo acostumbrarme a que me ignoraran en todas las conversaciones por el hecho de ser mujer y a tener que llevar constantemente la cabeza cubierta. Pero pronto empezamos a ver el país con otros ojos: fuimos agasajados por mucha gente, vivimos experiencias extraordinarias y aprendimos un montón de cosas.

En Pakistán atravesamos con nuestro Toyota Land Cruiser la provincia de Beluchistán desde Quetta hasta la ciudad portuaria de Gwadar, lo que supone un trayecto de 1.000 kilómetros por un desierto que no pisa ningún extranjero. La policía secreta nos iba siguiendo, pero también encontramos muchísima hospitalidad. El recorrido a través del valle del Indo rumbo a Karachi nos condujo luego hasta un paisaje impresionante: en las montañas del norte de Pakistán no sólo disfrutamos de muchas excursiones, sino que también fuimos a parar a parajes solitarios con espléndidas vistas de montañas gigantescas cubiertas de nieve e impetuosos ríos.

Conducir en India es una aventura. Con autopistas de cuatro carriles que, de repente, se transforman en pistas irregulares repletas de baches de las que nuestro Land Cruiser salía más o menos ileso por casualidad. Y cuando las carreteras mejoran siempre aparece alguna cosa que provoca un subidón de adrenalina: gallinas o cabras dando un paseo, vacas sagradas dormitando en medio de la calzada, jinrikishas tirados por bicicletas o motocicletas con seis pasajeros encima. No obstante, después de pasar un año en India, amábamos al país con todos sus colores, ruidos, estímulos y contrastes.

Entretanto nos habíamos convertido en unos intrépidos y cada vez se nos daban mejor los necesarios trámites con las autoridades administrativas. Sólo en Bután se complicaron las cosas: la frontera estaba abierta sin más así que seguimos nuestro camino despreocupadamente. Pero, cuando llevábamos una semana en este misterioso Shangri-La, un funcionario se dio cuenta de que no teníamos visado. Y eso supuso 100 dólares de multa y la obligación de dejar el país.

Como no podíamos viajar por tierra a través de Birmania rumbo al Sureste asiático, tuvimos que embarcar el Toyota hasta Singapur. Malasia nos pareció un país menos estimulante, aunque allí descubrimos el 'Rainforest Challenge' que nos cautivó por completo.

Por supuesto, en Camboya admiramos los templos de Angkor Wat. Tras estas experiencias por pistas selváticas, en Laos nos atrevimos a seguir la ruta Ho-Chi-Minh, pero nos quedamos atascados en un laberinto de caminos a través de la jungla y puentes a punto de desplomarse. Aunque eso no impidió que en Vietnam viajásemos por fangosas pistas hasta el norte del país donde viven pueblos montañeses de ricas tradiciones.

Tras pasar tres años y medio en el Sureste asiático no estábamos cansados de viajar, así que metimos nuestro Toyota Land Cruiser BJ 45 en un contenedor y lo embarcamos en un carguero a Sudamérica. En Brasil estuvo en muy buena compañía, rodeado de numerosos hermanos, ya que en 1959 los brasileños empezaron a producir un Land Cruiser J4 propio llamado 'Bandeirante' (abanderado). Gracias a una inesperada invitación del Club Toyota brasileño para asistir a una de sus reuniones conocimos a gente muy hospitalaria.

Pero, después de pasar cuatro meses fantásticos en Brasil, la suerte nos abandonó: una noche, Coen se dio cuenta de que saltaban chispas del compartimento del motor. ¡La batería estaba ardiendo! Consiguió apagar las llamas con una camiseta y volver a poner en marcha el coche.

Tras pasar seis meses circulando por carreteras, casi habíamos olvidado que en este planeta existen lugares donde uno necesita diez horas para recorrer 250 kilómetros. En Bolivia volvimos a recordarlo rápidamente. Intentábamos avanzar a 60 por pistas rotas para mitigar un poco las sacudidas, pero entonces el ruido en el interior del vehículo era tal que teníamos que comunicarnos a gritos. Aunque nos resarcimos disfrutando de la resplandeciente superficie casi infinita del lago salado de Uyuni por el que uno podría transitar prácticamente sin encauzar el vehículo. La mejor carretera de Bolivia está compuesta por sal pura. ¡Es completamente surrealista!

En Argentina nos tomamos un respiro. Salta era el lugar adecuado porque allí hay un camping con unas instalaciones bastante buenas y, cosa que para nosotros suponía un cambio muy especial, en él también recalaban otros muchos trotamundos. Coen y yo nos sentimos muy a gusto los dos solos, pero de vez en cuando también resulta agradable poder intercambiar experiencias viajeras con otras personas.

Después de tanto ajetreo y de las peculiaridades de la cultura asiática disfrutábamos de la vastedad infinita y la naturaleza imponente de Sudamérica. La fauna de la costa atlántica argentina es impresionante. En la península de Valdez vimos ballenas que se aproximaban sin miedo a la costa. Es fantástico. Pero eso no es todo, también caminamos por la playa entre elefantes marinos o rodeados de un millón de pingüinos incubando sus huevos.

Por fin, después de haber recorrido 26.000 km a través de América del Sur, en Navidad llegamos a Tierra del Fuego, el fin del mundo. En el punto más meridional de Sudamérica nos toca reflexionar hacia dónde continuar con nuestro Land Cruiser. Al sur sólo hay océano así que hay que ir hacia el norte. ¿Adónde? Permanece atento, que te lo contaremos.

Pero ésta no ha sido la única aventura a bordo de este modelo japonés. Otros alcanzaron la cima del mundo en un Toyota Land Cruiser.

Descubre más sobre , autor/a de este artículo.

Conoce cómo trabajamos en Autobild España.