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Ruta 4x4 Marruecos: 8 Suzuki y un destino

Carlos Siles

Los seis ganadores del concurso de AUTO BILD 4x4, junto con el resto de integrantes de la expedición Suzuki Adventure-Marruecos, alcanzaron el Lago Iriki, una de las mecas de los amantes al 4x4. Pero antes tendrían que superar multitud de adversidades...

Son las 6 de la mañana en el hotel Reina Cristina de Algeciras y estoy a unas horas de internarme en territorio marroquí. ¿Mi primera decisión importante? Elegir entre las Converse de turno o enfundarme las botas de trekking: "Bah, seguro que en la primera etapa ni siquiera salimos del asfalto." Así que, finalmente, opté por la comodidad del primer modelito. Craso error por mi parte...

ETAPA 1: Algeciras-Rabat

La cita con el resto del grupo era a las siete, justo antes de embarcar, a la entrada del puerto de Algeciras. Mientras todos nos presentábamos, empezamos a ver el desfile de coches preparados, o más bien preparadísimos, que se disponían a viajar por Marruecos: Toyota Land Cruiser 200, Mitsubishi Montero, Mercedes Clase G... Al mismo tiempo, los comparábamos con nuestros Suzuki pensando que, quizás, nos quedaba un poco grande el asunto. Salvo los dos modelos de los guías, más preparados, y el de Miguel Ángel, con el kit 4x4 Adventure de Suzuki, los demás íbamos con ruedas de serie y sólo unas protecciones de bajos.

Debe ser que Fernando, el responsable de la agencia Ebent que organizaba el viaje debió ver cierto rastro de preocupación en nuestras caras, porque dijo, con ese aire de seguridad que transmite quién ha bajado más de una vez al desierto: "Tranquilos. Nosotros vamos a pasar por los mismo lugares que ellos, e incluso peores..." Tengo que confesar que, en ese momento, me pareció un poco optimisma. Más tarde me demostraría lo contrario. Camino de la aduana, el otro guía, Nico, natural de Linares y con esa guasa típica de los andaluces comentaba: "No os preocupéis, hombre, que esto de la aduana va rapidillo". Fue la primera vez y la última que creí una afirmación suya. No tenía guasa ni na el picha... Que si los papeles por aquí, que si para este sello te falta otro primero...

En fin, varias horas de ver desfilar uniformes marroquíes, hasta que, por fin, todos pudimos reagruparnos. Y pocos kilómetros después, justo en la primera gasolinera tras la frontera tuvimos nuestra primera aventurilla: arrancar una furgoneta que parecía recién salida del desguace. Vaya hierro... Tras este episodio reanudamos el recorrido costero, dirección Rabat por autovía. Después cogimos una salida hacia las playas de Larache... y no precisamente para tomar un baño. De hecho, íbamos a encarar la primera zona seria: varios kilómetros de arena justo en unos acantilados al pie del Océano Atlántico.

Nico nos dio las directrices a seguir: "Mantened el coche alto de vueltas y guardar distancia por si uno se queda atascado, que el otro pueda superarlo". Dicho... y no hecho. A la primera pendiente respetable, primero se quedó uno, luego otro, después hasta el guía... Eso sí, con un precioso atardecer de fondo. "¿Cómo puede ser que me pesen tanto las zapatillas?", pensé. Cómo no me iban a pesar, si llevaba tanta arena que hubiera podido fabricar una playa artificial en el río Manzanares (Madrid). Desde entonces las botas siempre fueron mi primera elección.

ETAPAS 2 y 3: Rabat - Essaouira

Nuestro recorrido costero continuó hacia Essaouira, una preciosa población costera declarada Patrimonio Histórico de la Humanidad. Aquí, el grupo tuvo la oportunidad de relajarse y practicar el innoble arte del regateo... Algo a lo que yo me negué rotundamente a pesar de los continuos envites de los lugareños. Preferí subirme a una terraza con vistas al mar y tomarme una maravillosa cerveza Casablanca. En esos momentos, mientras sentía como el líquido refrescaba mi garganta con un precioso atardecer como telón de fondo, no tenía ni la más remota idea de lo que me esperaba al día siguiente. "¡Madre mía, cómo tienes el brazo!" Me dice mi compañera de coche durante el desayuno. "Sí que lo tengo hinchado,sí. Debe ser que algo me ha picado esta noche". Pero bueno, como soy más bien de pueblo y un tanto cabezón, hice caso omiso de las advertencias y me fui directamente al coche para explorar otra zona de playa.

Fue durante este trayecto, a escasos metros del Atlántico, cuando contemple una imagen casi irreal: un dromedario trotando en la orilla, al lado del Grand Vitara de Fernando. Tras un pic-nic in situ, emprendimos el viaje de vuelta, con mi antebrazo cada vez más hinchado. Mientras iba yo pensando donde podría encontrar una farmacia por aquellos lares, me di cuenta de que el camino por el que volvíamos era bastante más estrecho. Me explico: la marea había subido de tal forma que el agua salpicaba el coche. Y te puedo asegurar que a ninguno de nosotros nos hacía gracia probar las aptitudes marineras de los sufridos Suzuki.

Así que hubo que poner pies en polvorosa por la primera salida disponible, que, por supuesto, no era la que habíamos utilizado para venir. ¿Resultado? Ocho 4x4 semiatascados en una pista para quads que cada vez se cerraba más. Fue un paisano el que, además de buscar mujer casadera, nos sacó del embrollo. Resulta que no quería volver a su cabaña andando, así que hicimos un trato: nosotros le llevábamos a su chabola y el nos ayudaba. A estas alturas yo me alegré de dos cosas: la primera, poder salir de allí sin haber usado el bañador; la segunda, que mi compañera tuviera un antiestamínico, porque, de otra forma, la única solución hubiera sido pedirle un remedio casero al pescador.

ETAPAS 4 y 5: Essaouira - Agadir - Ouarzazate

Todavía con esa sensación mezcla entre nerviosismo y excitación que supuso escapar de la marea atlántica, nos encaminos hacia el Benidorm de la costa marroquí: Agadir. Y no te estoy exagerando. Su paseo marítimo podría formar parte de cualquier zona costera española. A la mañana siguiente, el grupo emprendió de nuevo camino hacia Ouarzazate, ya buscando la ruta que nos condujera al desierto. Esta ciudad es equivalente a Almería en términos cinematográficos. Allí se rodó, por ejemplo, La Guerra de las Galaxias. Aunque donde realmente iba a producirse una verdadera batalla sería en las siguientes jornadas.

ETAPAS 6 y 7: Ouarzazate - Mhamid-Ouarzazate

Todavía no me creo que las dunas del Erg Chigaga estén aquí al lado cuando todavía nos encontramos en pleno Antiatlas a más de 1.600 metros de altura. Y lo que ya sí que no me entra en la cabeza, es que me pueda encontrar un R12 circulando por aquí. Sin duda alguna, Marruecos es un país de contrastes. Pero es que la cosa no acabó ahí. Una vez llegamos a Mhamid, en las mismas puertas del desierto, este juego de contrastes alcanzó su máximo esplendor cuando entramos en el resort en el que nos íbamos a alojar. Todo resultaba idílico: lo muros de adobe, las casas tradicionales... pero ni gota de agua en el grifo. ¿La causa? Unos avispados soldados del ejército que habían agotado las reservas. Así que tuve que echar mano de las toallitas del Mercadona...

Este comienzo tan poco higiénico de la jornada más decisiva, en la cual alcanzaríamos el lago Iriki, no auguraba nada bueno... Pero conforme pasaba el día, el grupo se olvidó de las toallitas húmedas (y de sus miedos) para concentrarse en batallar con las dunas y ríos de arena. Resultó que la experiencia adquirida en días anteriores había curtido a todos, y, salvo ligerísimos atascos, cada conductor disfrutó al máximo de la experiencia. El clímax llegó cuando circulamos todos casi en paralelo a lo ancho del lago Iriki. Fue una especie de liberación. La cara de todos los miembros en la foto de este paraje no dejaba lugar a dudas: sabían que habían llegado cerca de la frontera de Argelia con una experiencia 4x4 que, en la mayoría de los casos, era nula.

ETAPAS 8 y 9: Ouarzazate - Marrakech - Tanger

En la parte final del viaje entré en modo buscafallos, es decir, estuve pendiente de todo lo que no funcionará correctamente en el Suzuki (lo sé, deformación profesional). Pero, créeme, no había manera. Después de quedarme atascacado en dunas, abusar del embrague y mil perrerías más, este 4x4 seguía funcionando como si nada. Incluso todavía supereraría otro martirio de vuelta a Ouarzazate: una pista que hacia temblar cada tornillo de la carrocería.

Tan sólo dos amortiguadores resultaron damnificados de este duro recorrido. Por eso, durante el viaje de regreso a Tánger, el grupo no se vio sorprendido por las sinuosas curvas de la carretera que discurría por la garganta del Dades, ni por los puertos de montaña del Atlas, ni siquiera por la nevada que nos cayó al coronar uno de ellos. Todos los participantes ganamos temple para próximos desafíos. Porque el Suzuki Club Adventure nos había despertado el gusanillo por la aventura. De hecho, creo recordar que Nico me comentó algo sobre una pista sólo apta para valientes que se adentraba en pleno corazón del Atlas. ¿Te vienes a explorarla?

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