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AUTO BILD on the road: viaje homenaje a Kerouac por EEUU

AUTO BILD on the road
AUTO BILD homenajea al escritor Jack Kerouac en el 40 aniversario de su muerte con un recorrido de más de 4.000 kilómetros por carreteras de EEUU, tal y como relató en su obra "En el camino".

AUTO BILD homenajea al escritor Jack Kerouac en el 40 aniversario de su muerte con un recorrido de más de 4.000 kilómetros por carreteras de EEUU, tal y como relató en su obra "En el camino".

Eso sí, éste no ha sido de ningún modo un viaje enloquecido, a bordo de Cadillacs prestados y desvencijados, ni, como describe el protagonista de la novela, Sal Paradise (alter ego del propio Kerouac), una experiencia de alcohol, orgías, marihuana, éxtasis, angustia y desolación; una aventura sobre ruedas para retratar una América subterránea, auténtica y desinhibida. No. Este viaje por carretera ha sido un paso más en el camino, que se suma al que realicé hace unos años cuando recorrí parte de la Ruta 66, así como las solitarias y enigmáticas carreteras de Nuevo México, Arizona, Nevada y Utah, que ejercen un magnetismo poderoso sobre el viajero.

El recorrido total: 2.486 millas, es decir, unos 4.000 kilómetros a través de carreteras de EEUU

No obstante, el periplo de esta vez ha sido diferente. Para empezar, el recorrido ha partido desde el centro del mundo, Nueva York, y además el país también ha cambiado: por primera vez en su historia cuenta con un presidente de raza negra, y la sociedad estadounidense empieza a preocuparse por el medio ambiente. Y como allá donde fueres haz, como vieres, el recorrido se hizo a bordo de un elegante Chevrolet Malibu Hybrid, que, aunque estéticamente no se parece en nada a sus predecesores, fue coche del año en 2008. Pero tanto entonces como ahora, Estados Unidos sigue siendo un país que vale la pena descubrir... sobre cuatro ruedas.

Algo se mueve en EEUU: hay preocupación por el cambio climático

La isla de Manhattan vista desde el puente de Brooklyn

Y eso que el viaje como tal no comenzó nada bien, pues mi nombre y apellido -Gabriel Jiménez-, demasiado comunes, coinciden con el de un chico malo que no es bienvenido en Estados Unidos y, la verdad, mi calenturienta mente ya se imaginó todo tipo interrogatorios al estilo de Jack Bauer en la serie "24" (es decir, un tercer grado muy chungo, en el que se canta hasta La Traviata si hace falta). Afortunadamente, todo quedó en un simple malentendido.

Fui a recoger el Chevrolet Malibu Hybrid a un aparcamiento de esos que abundan en Manhattan y que cobran la friolera de 9 dólares por media hora, situado en la confluencia de la calle 49 y la 10º avenida.

Antes de introducirme en el tráfico neoyorquino, tomé un poquito de aire. Como peatón, me había quedado perplejo ante la velocidad con la que funciona todo en la ciudad de los rascacielos –y eso que en Madrid ya nos movemos a pie bastante altos de vueltas–, por lo que en cuanto me incorporé a la calzada casi me da un valvulazo. Una ola amarilla de taxis surgió por el espejo retrovisor y cuando quise darme cuenta ya me habían quitado las pegatinas de ambos lados. “Esto es un infierno”, exclamé al más puro estilo Rambo.

Instantánea de Times Square (Nueva York)

Los camiones de bomberos norteamericanos son muy llamativos (Nueva York)

Uno en Filadelfia, con el ayuntamiento de fondo

 Sin embargo, el tráfico de una gran ciudad es como una corriente: sólo hay que dejarse llevar. Y fue así como alcancé sin agobios el túnel Lincoln, para llegar hasta Nueva Jersey por debajo del río Hudson. Por delante quedaban miles de kilómetros y muchos lugares por visitar: Boston, Niagara Falls, Detroit, Chicago y Filadelfia para regresar a Nueva York.

Un puente sobre el río Charles en Boston

Típicamente americano: un Ford Torino circulando por las calles de Boston

Sobre estas líneas dos superlimusinas

¿Toledo? En Estados Unidos abundan las ciudades con nombres españoles

A golpe de cruise control

Una vez en la carretera, aclimatarme resultó la mar de sencillo: con unos límites de velocidad que en la mayoría de los estados es de 65 mph (104,6 km/h) –aunque en algunos te topas con señales de 55 mph (88,5 km/h)–, el riesgo es mínimo... y el aburrimiento, mayúsculo. Porque resulta casi ridículo ir a ese ritmo con un coche tan guapo. Solución: activar el control de crucero y tirar millas con un consumo muy decente gracias al módulo híbrido del Chevrolet Malibu.

En Ohio, el límite es de ¡70 mph! (112,6 km/h). Los camiones tienen su propio límite... que no cumplen

Para no perderte por EEUU, lo más útil es un navegador como el TomTom. Abajo, una parada en Vermont

Mires al frente o hacia atrás, siempre se ven interminables rectas repletas de automóviles y camiones

A medida que iba dejando atrás paisajes de postal como los que hay en New Hampshire y, sobre todo, en Vermont, y señales del tipo “Don’t drink and drive” (“No bebas y conduzcas”), “No tailgate” (“No andes al rebufo”, en román paladino) o “Buckle up. It’s the law” (“Ponte el cinturón. Es la ley”), ya me sentía como un norteamericano más. Parada en la gasolinera, metes la tarjeta de crédito en el surtidor, repostas y ya está: vuelta a la carretera.

Repostar es muy barato y sencillo, sin tener que pasar por caja

Al ritmo que conducíamos casi siempre nos sorprendía la noche, pero ¡qué más daba! Si hay un país que está bien preparado para los grandes viajes por carretera es Estados Unidos.

Sin embargo, para lo que no lo están tanto es para las grandes tormentas, al menos los conductores. Porque una mañana, en las cercanías de Cleveland, cayó un aguacero de proporciones bíblicas –como todo allí, a lo bestia– y la costumbre entre los lugareños es pararse junto al arcén a la espera de que escampe. Y entre la lluvia que descargaba y el hecho de que parecía que se iba a acabar el mundo, la visibilidad era nula y casi me como un coche. Sólo fue un susto.

Después de la tormenta siempre llega la calma... y el arcoiris, en este caso, doble

Por otra parte, me sorprendió descubrir que las carreteras estadounidenses están tan plagadas de obras como las españolas, con la pequeña diferencia de que en esos lares se toman muy en serio la protección de los obreros que están en el tajo. No sólo hay señales de advertencia de que se duplican las sanciones por sobrepasar el límite de velocidad en esos tramos, sino que, además, hay otras que te avisan de que si hieres o matas involuntariamente a un trabajador te multarán con 7.500 dólares y 15 años de cárcel. Allí no se andan con tonterías...

Aviso a navegantes: quien hiera o mate a un obrero, 7.500 dólares de multa y 15 años de cárcel

Operación salida yanqui

La penúltima jornada, 3 de julio, víspera de la fiesta nacional, fue especialmente dura: un trecho de 1.200 kilómetros desde Chicago hasta Nueva York. Según el navegador, unas doce horitas de viaje. Casi nada...

Tan propio de Chicago como los Bulls: el ‘loop’ (tren elevado)

Los rascacielos más sensacionales no están en Nueva York, sino en Chicago. Éste cuenta con el aparcamiento en las plantas inferiores

Nos levantamos cuando aún no habían puesto las calles, pero sí los peajes, pues a las 6 de la mañana ya estaban haciendo caja sin parar. Muchos estadounidenses ponían rumbo a la playa, por lo que tuvimos el privilegio de coincidir con una operación salida a la americana. Y hallé pocas diferencias: éxodo en masa y patrullas de policía por doquier, con diligentes agentes en su interior y radar de pistola en mano a la caza de infractores. Money, money, money!!!

A pesar de llevar más de dos semanas en Estados Unidos y estar moldeado al American Way Of Life, mi mala leche ibérica no había desaparecido; estaba latente a la espera del momento propicio.

Me quedé con cara de póker cuando un Corvette me pegó una pasadita, mientras yo circulaba a ritmo de carreta. Así es que cuando unas decenas kilómetros más adelante lo vi parado en el arcén mientras un gigante con uniforme le extendía una receta, esbocé una gran sonrisa. Y me reí de lo lindo.

Menos cachondeo tuve un par de horitas después. Iba dormitando mientras conducía mi chica, harta de que, por cumplir la ley, hasta los camiones nos sobrepasaran. Entonces, sin querer, se le deslizó el pie en el acelerador. De la nada surgió un coche patrulla con un festival de luces en la parte superior. Por el rabillo del ojo pude adivinar la cara de pavor de mi novia. En un alarde de firmeza le dije: “Tranquila, déjame hablar a mí”. Eso no fue óbice para que sintiera algo raro a la altura del abdomen. Afortunadamente, la patrulla se echó a un lado para socorrer a un conductor que había sufrido un pinchazo. De no haber sido así, podríamos haber tenido una inolvidable experiencia.

Pero como contaba Sal Paradise en On The Road, “estábamos cansados y todavía nos quedaba mucho camino”…   

Un consejo: con la policía, mucha calma

Quien evita la ocasión, evita el peligro, dice el refrán español. Muy propio para Estados Unidos, sobre todo si lo vas a recorrer en coche. En Norteamérica es mejor no tentar a la suerte con los límites de velocidad. En las autopistas no hay radares, pero sí toda una legión de patrullas de policía, escondidas en los sitios más insospechados y a la espera de que caiga la presa. Si te cazan, mejor mantén la calma y, sobre todo, atiende bien a las indicaciones de los agentes. Lo normal es que te pidan que te eches a la derecha, pares el motor y pongas las manos sobre el volante. En algunas ocasiones, debido a los ataques que han sufrido, los agentes anulan los espejos retrovisores con potentes haces de luz.

Detención y ‘receta’: mala suerte para este ‘pick-up’

Qué afición por disparar... El agente apuntaba con su radar de pistola a todo coche que viniera de frente. No hacen falta fotos: la palabra del agente tiene valor probatorio

Museos del automóvil: The Henry Ford

En un país en el que el sector del automóvil está tan arraigado, no podían faltar los museos dedicados a los coches. Uno de los más interesantes y completos es el conocido como The Henry Ford, sito en Dearborn (Michigan), muy cerquita de Detroit. Además de encontrar los hitos automovilísticos de EEUU, de todas las marcas, la mayor atracción es un Ford T despiezado.

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