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Los 100 años del Indianapolis Speedway

Los 100 años del Indianapolis Speedway

Rafael García

En 2009 el Indianapolis Speedway cumplió 100 años. Muchos de los mejores pilotos de la historia han dejado marca junto a coches míticos, que ahora se exponen en su Hall de la Fama.

Una invitación para recorrer Estados Unidos de norte a sur al volante de un Chevrolet Malibu es lo suficientemente atractiva como para no rechazarla ni loco, pero si a eso le sumas una visita a una de las catedrales de la automoción, el Indianapolis Speedway, se convierte en algo tan irresistible como gritar de alegría cuando tu equipo mete un gol. Sin duda, la vida puede ser maravillosa si se vive sobre ruedas.

“Ha llegado a su destino” Eso me dice el navegador de mi coche cuando me paro en el número 4567 West de la 16th Street de Indianápolis. Estoy en la puerta del museo de la fama del mítico circuito en el que cada año se celebran las 500 Millas. Y para colmo, este año se celebran 100 años de su construcción, así que no puedo evitar sentir cierta emoción. No es para menos, porque el Indianapolis Speedway, que lleva abierto al público nada menos que 53 años, fue reconocido como monumento histórico nacional en 1987. Aparco el coche y voy para adentro.

Puerta del museo del Indanapolis Speedway

A punto de entrar en el Hall de la Fama del Indianapolis Speedway

Tras la alegría inicial, siguen las buenas noticias. La entrada sólo cuesta tres dólares y si vas con niños pequeños, incluso te puede salir gratis. Nada más pasar la taquilla, accedes a la zona de ‘Pioneros del automóvil’. Un endeble triciclo enseguida llama mi atención. Es un Benz Patent, un modelo que es considerado como el primer vehículo a motor con patente y que se construyó en 1886. Si aquí sólo esperabas encontrar coches de competición estás muy equivocado. Aquí se hace un recorrido de lo más completo por la historia de la automoción.

Justo enfrente del Benz, descubro de primera mano cuáles fueron los orígenes del fabricante checo Skoda con un coche fabricado en Praga en 1906, el Laurin y Klement Type S-2, que en la época era considerado como un modelo muy adelantado en cuestiones aerodinámicas.

En esta misma sección puedes disfrutar de una buena muestra de modelos ensamblados y desarrollados en los primeros años del siglo XX en el estado de Indiana. En algo se tenía que notar el orgullo americano, ¿no? Este grupo de coches no tiene desperdicio, porque deja clara la supremacía de esta región frente a Detroit, que no viviría el ajetreo mecánico hasta bien entrados la década de los 60. Hasta aquí los orígenes de los vehículos motorizados. La visita por el museo del el Indianapolis Speedway continúa con modelos históricos de competición.

Deportivos expuestos en el circuito de indianápolis

Algunos de los mejores coches de competición, como el Maserati Birdcage o el Ferrari 250 LM

Sorprendentemente, los automóviles europeos dominan esta sección, en la que podrás disfrutar de un Alfa Romeo Special de 1948, que llegó a América tras un paso poco exitoso por la F1. También de un Cooper Climax del 61, que supuso una revolución en las 500 Millas por ser de los primeros en montar motor trasero y obtener un buen resultado, aunque eso fue gracias al saber hacer del mítico piloto australiano Jack Brabham.

Otros modelos expuestos en el Indianapolis Speedway son un Ferrari de 1952, que participó en esta mítica carrera sin grandes resultados, comandado por Ascari y un precioso Maserati Boyle, que se impuso en ‘The Brickyard’ en dos ocasiones (1939-1940).

Al otro lado del recinto se concentran decenas de monoplazas que han tenido un papel destacado en esta legendaria competición, desde el Marmon que ganó la primera edición, hasta réplicas y modelos originales con los que pilotos tan afamados como Mario Andretti, o Emerson Fittipaldi lograron subir a lo más alto del podio. Y ya que hablamos de pilotos triunfadores, te recomiendo que no pierdas detalle del muro de los campeones del Indianapolis Speedway, donde podrás ver retratos de cada uno de ellos, desde el primero (Ray Harroun en 1911) hasta el último (Hélio Castroneves).

Harroun y Fitipaldi

Ray Harroun (izqda) y Emerson Fittipaldi (drcha), dos de los pilotos más destacados del circuito

El museo no es gigante y no te impresiona con un gran despliegue de luz y color, pero el simple hecho de poder vivir a sólo unos centímetros un pedazo tan importante de la historia de la automoción es suficiente como para que esta visita sea formidable.

Además, si te decides realizar este viaje, te recomiendo que le eches un vistazo a la web del Indianapolis Speedway, porque se organizan tours guiados para que recorras en bus las 2,5 millas de distancia que tiene el óvalo, conozcas los rincones más ocultos del trazado y puedas pisar la mismísima línea de meta adoquinada. Entonces, como yo, dirás: “¡Ha merecido la pena!”

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