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Test de remolque: Mitsubishi L200 DI-D Motion

Carlos Siles

El anterior 'pick-up' japonés era famoso por ser un remolcador sobresaliente. Aunque parezca imposible, la nueva generación lo supera, tal y como puedes ver en este test de remolque del Mitsubishi L200.

El test de remolque del Mitsubishi L200 no va a perder su primera plaza por el recién llegado Volkswagen Amarok (test remolque Volkswagen Amarok). De hecho, el 'pick-up' fabricado en Tailandia posee una serie de características que el alemán-argentino no tiene. Te hablo, por ejemplo, de esa combinación única de tracción integral permanente y reductora. Con el 4x4 germano sólo puedes elegir una opción u otra: o bien tracción permanente sin reductora o bien tracción 4x4 conectable con la misma.

El Mitsubishi ofrece la combinación de ambas desde hace cuatro años. Además, se puede elegir la equipadísima versión Motion, que ofrece, junto a la tracción integral permanente, un gran número de elementos de confort, además de un buen puñado de extras de seguridad: el ESP llamado MASC, que incluye un sistema electrónico antideslizamiento y, según el tipo de carrocería, dos o cuatro airbags adicionales.

La versión Motion del Mitsubishi L200 se caracteriza por su motor diésel DI-D de 178 CV, que lleva desde hace un par de años a la venta. La moderada potencia del motor de 136 CV del anterior L200 era uno de los pocos puntos que critiqué con mayor dureza durante el test de remolque del Mitsubishi L200 hace cuatro años. Hoy en día, tienes la opción de elegir el mejor sistema 4x4 de su clase, con una mecánica que está a la altura del conjunto.

La rudeza con la que funciona y su poco margen de maniobra en la parte alta del cuentavueltas recuerdan al propulsor de un tractor. Sin embargo, una vez que calienta motores, la nueva versión del cuatro cilindros no gira con la misma dureza que la versión anterior, ya que la moderna inyección 'common-rail' se encarga de que la combustión y el trabajo del motor se haga con mayor suavidad. Ahora bien, comparado con los modernos y pequeños motores diésel de esta categoría (el 2.0 TDI del Volkswagen Amarok, por ejemplo), el 2.5 DI-D parece una joya del pasado.

El motor del Mitsubishi L200 DI-D Motion es bueno. La verdad es que este tipo de mecánicas tiene su encanto y le van que ni pintadas a un coche con aptitudes remolcadoras. Sin embargo, si acabas de salir de un SUV moderno, parece que estás haciendo un viaje en el tiempo, a una época en la que los 4x4 no se llamaban SUV, sino todoterrenos (¡y realmente hacían honor a su nombre!).

Bueno, ahora toca comprobar en este test de remolque del Mitsubishi L200 si el vehículo también funciona como los de los tiempos a los que recuerda su sonido. Primera marcha, embrague y acelerador: el cuatro cilindros se lanza hacia delante sin permitirse ni un solo fallo. Genial, no hay ningún peligro de levantar el asfalto de la calle o de dejarse el enganche en el remolque, pero, cuando el turbo empieza a hacer de las suyas a partir de las 1.500 vueltas, el empuje se vuelve cada vez más enérgico: el motor no sólo consigue un par en condiciones, sino que provoca el meneo de toda la carrocería: ¡qué divertido! La verdad es que ya no estoy acostumbrado a este tipo de cosas.

Esta energía que muestra el propulsor tiene sus consecuencias positivas: frente a su hermano de 136 CV, este L200 gana 24 posiciones en nuestra lista de los más potentes. Adelanta, por ejemplo, al Isuzu D-Max 3.0D, a pesar de que éste lleva cambio automático; deja atrás al Mazda BT50 e incluso al Volkswagen Amarok BiTDI. En cuanto al consumo, traga 0,1 litros más que la variante de 136 CV... y unos 0,6 litros más que su archienemigo, el lobo alemán. Su consumo con remolque es de 13,48 litros y es uno de los coches remolcadores más ahorradores: se gana, con todas las de la ley, la plaza 25 de un total de 70 posiciones.

Sus otros puntos fuertes siguen siendo los mismos: sobre todo, el sistema de tracción con reparto permanente de fuerza a las cuatro ruedas y reductora adicional. Este detalle le da una combinación de empuje y seguridad al remolcar pesos pesados que no ofrece ninguno de sus rivales en le mercado automovilístico. Repito: ninguno.

También es verdad que algunas de las desventajas también se mantienen: la enorme superficie que ocupa esta 'mole' le hace poco recomendable para la ciudad. Aunque también es verdad que su hábitat no es precisamente la urbe o el aparcamiento de un centro comercial. Algo que sí podrían haber mejorado los ingenieros japoneses es la dureza de su suspensión. Es hasta cierto punto asumible que el uso de un eje rígido trasero con ballestas provoque los rebotes típicos de un coche de esta clase, pero las cosas se pueden hacer mejor, sin ninguna duda. Por ejemplo, el confort de suspensión logrado en el Amarok está bastante lejos de la rigidez que muestra el chasis del Mitsubishi L200.

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El anterior 'pick-up' japonés era famoso por ser un remolcador sobresaliente. Aunque parezca imposible, la nueva generación lo supera, tal y como puedes ver en este

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