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Duelo de locos: Bentley Bentayga vs McLaren 675 LT Spider

No nos hemos vuelto locos por enfrentar a un SUV contra un deportivo. Los dos están entre lo más excesivo de sus segmentos, los dos son la cúspide del lujo británico. En este duelo de locos del Bentley Bentayga vs McLaren 675 LT Spider comprobamos que los polos opuestos, a veces, se tocan.

Motorizaciones comparadas:

Los dos son la expresión máxima del refinamiento británico, cada uno en su terreno. Y precisamente por compartir la cúspide, los hemos enfrentado para ti, en esta maravillosa locura. Duelo de locos: Bentley Bentayga vs McLaren 675 LT Spider.

El Bentley Bentayga viene con un récord bajo el brazo, y antes de arrancar: es el SUV más veloz del mundo, con 301 km/h de velocidad punta. Y su capacidad para pasar de 0 a 100 km/h en solo 4,1 segundos, a pesar de sus 2,5 toneladas, haría palidecer a muchos deportivos de campanillas. 

El McLaren 675 LT, por su parte, está limitado a 500 ejemplares y es un peso ligero: pesa la mitad que su oponente, solo 1.270 kilos. La aceleración también es para pasmarse: de 0 a 100 km/h en 2,9 segundos. Eso sería ya un dato excelente para un deportivo de tracción integral, pero no olvidemos que este que nos ocupa envía la potencia al eje tarsero. 

¡McLaren 675 LT en acción!

La manera en que ambos aportan tamañas potencias no podría ser más diferente (608 CV el Bentley, 675 el McLaren). El Bentayga, como máxima expresión de lujo, lo hace con un sonido bastante contenido en todo momento. Uno se acomoda en sus butacones de cuero noble, con el techo panorámico presentando el cielo, y siente cómo los 900 Nm de su W12 se desatan entre las 1.350 y 4.500 vueltas. Pero que no espere percibir el agresivo rugido que uno escucharía en un motor como este. Incluso pisando a fondo el acelerador, no pasa de ser un agradable susurro. En eso tienen mucho que ver los cristales con aislamiento acústico especial, mucho más gruesos de lo normal.

Enfrenatmos al Bentayga contra un Range Rover SV:

El cambio automático de ocho velocidades inserta rápido y con suavidad, para que a ninguno de los ocupantes se le derrame en champán o la ceniza del puro, que  pueden reposar en uno de los tres pesados ceniceros de metal opcionales. Eso no quita que, cuando pisas a fondo, sea surrealista la aceleración y el empuje que transmite esta mole, cuyas 2,5 toneladas parecen desaparecer de un plumazo.En el 675 LT la cosa es muy distinta: te encajas en un cockpit diseñado para correr. Hasta los 40 km/h puedes abrir el techo, para que la experiencia sea aún más salvaje. Conecto el launch control y el rapidísimo cambio enlaza las marchas, una tras otra. A las 3.000 vuelta el coche se convierte en una auténtica catapulta.

La exuberante fuerza que proyecta en las ruedas traseras está gestionada por un control de tracción, y el V8 que tengo justo tras de mí me deleita con un furioso y contante rugido, mientras mi espalda se incrusta en unos baquets perfectamente contorneados. La aguja sigue subiendo a la velocidad del rayo y no conoce de límites hasta que llega a unas estratosféricas 8.500 vueltas. A los 8,1 segundos ya vuelo a 200 km/h, en 23,6 alcanzo los 300.

El Bentley monta suspensión neumática y un chasis que me permite regularlo en diferentes modos. En Confort, y con los asientos con masaje de seis programas, es como ir en una alfombra voladora. También me permitiría circular con garantías fuera del asfalto: el programa offroad me permite elegir entre nieve, hierba, tierra, barro o arena. Para los fans del todoterreno: el recorrido de las suspensiones es de 225 milímetros, la máxima altura al suelo, con la posición más elevada de la carrocería, llega a los 245. Y la capacidad de vadeo es de 500. Los bajos, claro, van protegidos.

El terreno natural del McLaren a cielo abierto es el circuito. Las puertas de tijera son un espectáculo al abrirse, pero sobre todo, permiten un acceso relativamente sencillo a un coche tan bajo. Una vez en mi puesto, me dispongo a la primera vuelta de prueba. La postura al volante es muy baja, los asientos agarran el cuerpo con firmeza. Mi mirada recorre superficies en las que priman el carbono y la Alcántara. Con todo, la sensación general es espartana: este es un coche para correr.

Directamente lo pongo en modo Race. Aunque su chasis está enfocado a circuito, gracias a los amortiguadores adaptativos, por tráfico rodado, nunca resulta demasiado duro ni incómodo.

Con un reparto de pesos perfectos y una dirección muy afinada vuelo por las curvas con una precisión y agilidad apabullantes. El comportamiento es mucho más neutral de lo que uno esperaría de un propulsión trasera. ¿La única pega? Es realmente complicado mantenerlo a velocidades legales.

Salimos a una autovía alemana sin límite de velocidad, donde podemos alcanzar los 300 km/h. Aquí los dos coinciden: son capaces de mantener cruceros de infarto en línea recta sin inmutarse. Especialmente en el Bentley, el confort es absoluto, al nivel que exige la marca, aunque la aguja roce los 300.

Por desgracia, hay otra cosa en la que coinciden. Solo están al alcance de los bolsillos más millonarios: el Bentayga supera con holgura los 200.000 euros; el McLaren, los 300.000.

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