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Duelo loco: Bentley Continental GT Speed/Caterham Seven 165

¿Los polos opuestos terminan juntándose? Nosotros demostramos que sí. Juntamos a dos deportivos que están años luz en el circuito de Sachsenring. Duelo loco: Bentley Continental GT Speed/Caterham Seven 165

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Aún queda tiempo para el verano, pero nosotros ya nos subimos a dos de los descapotables más espectaculares del mercado y te traemos un duelo loco: Bentley Continental GT Speed/Caterham Seven 165.

Casualmente, hoy hace un día soleado en el circuito de Sachsenring, reflejándose en las metalizadas carrocerías del Bentley Continental GT Speed y el Caterham Seven 165. Dos coches muy diferentes entre sí: el primero, la máxima expresión del lujo y el boato; el segundo, la mínima expresión de un deportivo. La carrocería naranja del Bentley Continental GT Speed brilla majestuosamente bajo el sol de este día de febrero. Una mole deportiva de 2,5 toneladas de peso.

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Al lado, el Caterham Seven 165, de apenas 500 kilos. Parece un coche de juguete al lado de su rival. Es un roadster de solo un metro de alto. Un Bentley, hoy igual que ayer, es un coche imponente: la marca siguen teniendo presente su máxima de lo inicios, cuando de propusieron crear los coches “mas lujosos y veloces del mundo”. Por supuesto, con los estándares de confort más elevados que uno pueda imaginarse.

El Caterham Seven es todo lo contrario, menos en el apartado de velocidad. Su planteamiento es la reducción al máximo del concepto de un coche, para lograr una sola cosas: sensaciones de deportividad pura al volante. Aquí no encontrarás dirección asistida o frenos ABS, ni pos supuesto cualquiera de los asistentes de ayuda a al conducción de un coche de hoy en día. 

Aquí se trata de una cosa: máximo disfrute al volante. El minimalismo se extiende al propio motor: lleva un pequeño tres cilindros con turbo heredado de Suzuki, que rinde 80 CV y un par máximo de 107 Nm, arrojados a sus delgadísimas ruedas de 155.

El Bentley está en otra galaxia: lleva un W12 biturbo de 635 CV que entrega la fuerza a las cuatro ruedas, con unos descomunales 820 Nm de par que ya aparecen desde las 2.000 vueltas y mantiene, en lo más alto, hasta las 5.000. Sobre el papel son datos espectaculares, que consiguen que las 2,5 toneladas de esta mole parezcan muchos menos. 

No podría haber más diferencias entre el espartano Caterham y su noble rival. Cuando uno logra encajarse en su blando y angosto asiento, lo primero que tiene que hacer es encontrar sitio para el brazo izquierdo. Una solución es asomar el codo por encima de la puertecilla. 

También el pie izquierdo debe encontrar su sitio, aunque tiene poca opción más allá del pedal de embrague, uno de los más estrechos que he visto en mi vida. El volante es mínimo, igual que la palanca del cambio.

En el Bentley, por el contario, uno va elevado, casi como en un trono, sobre enormes y firmes butacones de cuero noble. El cockpit se ve muy deportivo y refinado, con las bellísimas superficies en “dark tit” de aluminio. Todo queda a mano, también el enorme pomo de la palanca del cambio automático. A pesar de sus enormes dimensiones, lo cierto es que uno se siente enseguida a lomos de un deportivo.

Incluso con la capota retirada, uno se siente protegido en todo momento, una impresión a la que ayuda su elevada cintura de las ventanilla. Todo está orientado al máximo lujo, y el estilo y la solidez de cada uno de los componentes es abrumador.

En marcha, el Caterham Seven se rebela con un auténtico kart, duro como una tabla, ávido por devorar curvas. Esta tarea es coser y cantar gracias a su bajísimo peso y su directa dirección, pero hay un apartado que nubla la sensación final: sus frenos son demasiado débiles, en cuanto doy un par de vueltas, apurar ante cada giro es una temeridad.

En Bentley, por el contrario, sorprende para bien: es impresionante la soltura con la que gestiona sus 2,5 toneladas de peso: su precisa dirección, el tarado firme de su chasis adaptable y su eficaz tracción integral, apoyada en sus potentes frenos, permiten rodar muy rápido en circuito.

¿Quién gana? Bueno, lo cierto es que esta comparativa no es para tomársela muy en serio: al fin y al cabo, el objetivo era juntar estas dos bellezas proveniente de mundos opuestos. Toda una experiencia para los sentidos. Objetivo cumplido.

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