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Cara a cara: Audi A8 vs BMW Serie 7. Lujo en formato diésel

La berlina más grande de Audi ya lleva mucho tiempo en el mercado y en breve le llega la renovación. Pero aún tiene argumentos para medirse con lo mejor del segmento superior. En este cara a cara del Audi A8 vs BMW Serie 7 demostramos que el lujo también puede tener formato diésel.

Motorizaciones comparadas:

Ha quedado muy lejos el tópico de que un diésel no combina con una berlina de máximo lujo. Te doy algunos datos: en torno a los 400 CV, menos de cinco segundos para pasar de 0 a 100 km/h... Y todo envuelto en unas carrocerías que son auténticas referencias en el segmento superior. ¿Hacen falta más argumentos para convencerte? Los probamos para comprobar cuánto refinamiento ofrecen en marcha. Cara a cara: Audi A8 vs BMW Serie 7. Lujo en formato diésel.

El BMW 750d es el paroxismo de la tecnología y el lujo alemán: componentes de carbono para aligerar el peso, equipamiento digno de la suite del mejor hotel, electrónica hasta la saciedad y más allá. Allí donde los fabricantes americanos optan por un gasolina, y los japoneses por un híbrido, los alemanes eligen sin complejos una mecánica diésel, con una suavidad de marcha inapelable: el conocido 3,0 litros de seis cilindros en línea, gracias a su sobrealimentación cuádruple, entrega 400 CV y 760 Nm de par máximo, y prestaciones de deportivo de raza. Cubre el 0 a 100 km/h en solo 4,5 segundos, y a 10,5 ya vuela a 200. Los adelantamientos son fulminantes: de 80 a 120 km/h solo invierte 2,8 segundos. 

El motor del Audi  A8 4.2 TDI quattro recurre a más tamaño y menos turbos: en este caso, "solo" dos. El cubicaje es de 4,2 litros, y el número de cilindros sube a ocho. Solo acelera de 0 a 100 km/h un par de décimas más tarde que su rival, y en general se queda un poco por detrás en todas las mediciones de prestaciones, que en cualquier caso siguen siendo portentosas para un coche de este tamaño, que sobrepasa holgadamente las dos toneladas de peso. 

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Donde el Audi A8 decepciona un poco no es, desde luego, en el exterior, con esa carrocería que parece inmune al paso del tiempo y sigue desprendiendo mucho poderío. Sino en el interior, con instrumentación analógica algo desfasada para lo que se estila ahora en esta categoría (e incluso en otras inferiores). El BMW Serie 7 demuestra aquí que lleva menos tiempo en el mercado: instrumentación digital y asistentes a la última, incluido el manejo gestual de los elementos de control.

Los dos ofrecen espacio de sobra, el Audi saca algo de ventaja en las plazas traseras. La pregunta es: ¿El futuro es siempre mejor? ¿Preferimos el cockpit totalmente digital del Serie 7 o la sencillez de los botones y mandos del A8, por los que se pueden accionar hasta los parasoles de las ventanillas? Una cosa está clara: extras como el control de aparcamiento a distancia, las luces láser o los reposabrazos calefactables, solo los tendrás en el BMW.

Y llega la hora de ponerse en marcha. El diésel del BMW tiene un sonido que hace que te olvides de que es eso: un diésel. El secreto: el concierto de sus cuatro turbos. Dos para compresiones bajas y dos para las altas, el cuarto a partir de las 2.500 vueltas. Lo cierto es que las aceleraciones desde parado impresionan: gracias a la acción múltiple de los turbos no hay ni rastro del típico "agujero", el 750d empuja con increíble brío los 2.073 kilos del conjunto. Circulando al máximo por autovías alemanas sin límite de velocidad, solo los gasolina V8 más potentes eran capaces de seguirnos el ritmo. Y con un consumo sorprendente: hemos medido 8,1 litros, dos menos que su hermano 750i de gasolina.

El Audi A8, con un motor más grande, consume un litro más. Pero su rodar es increíblemente relajado, también a 250 km/h. Su cambio tiptronic tiene un funcionamiento exquisito, solo tiene algún leve tirón de forma muy puntual. En este sentido, todo hay que decirlo, el cambio de ocho velocidades del Serie 7 se pone por delante. Sencillamente, su respuesta es intachable.

Conduciéndolo en modo Dynamic, el Audi se vuelve muy aplomado, pero los amortiguadores regulables reducen su recorrido y se notan ligeros golpes hasta en el volante. Por eso este A8 donde mejor responde es en modo Comfort: cómodo, refinado e, incluso rodando a elevadas velocidades, con muchísima sensación de seguridad. 

En el Serie 7 pasa al contrario. Y es que en modo normal, lo cierto es que siente muy suave, tal vez demasiado. Igual que su dirección, tan blando que su tacto es casi americano. Parece como si en su empeño por resultar el más confortable, hubiera querido parecerse demasiado a un Mercedes Clase S. ¡Pero esto no es lo que uno espera de un BMW! Por eso enseguida querrás ponerlo en el programa Sport: aquí sí. Todo se vuelve más firme y directo, la precisión en los giros es mayor, el coche reduce al mínimo los balanceos. Exactamente, lo que uno espera de un BMW. 

Conclusión:

Dos berlinas portentosas, del segmento superior, que demuestran una vez más que los motores diésel pueden ser tan deportivos como refinados. ¿Te convence alguno de estos dos modelos? Si quieres seguir buscando, entra en nuestro recomendador y encuentra el tuyo rápidamente. 

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