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BMW 420d Coupé: el que hay que tener

Por su fuerza, consumo ajustado y forma con la que pisa el asfalto, el BMW 420d Coupé se erige como la variante más interesante de toda la gama. Los más de 800 kilómetros recorridos a sus mandos me avalan para decirlo. Así de simple...

No sé si te habrá pasado, pero con el paso del tiempo me he vuelto un tío más práctico. Si hace diez años me llegas a preguntar con que versión me quedaría de un modelo cualquiera, te diría casi con seguridad que con la que tuviera más chispa. ¡La diversión por encima de todo! Pero ahora veo las cosas diferentes. Por eso, si me haces la misma pregunta con el BMW Serie 4, te diría sin dudar que con este BMW 420d Coupé (no lo confundas con el BMW Serie 4 Gran Coupé): es un poco más lento y menos deportivo en sus reacciones que sus hermanos más potentes de gasolina (el BMW 435i rinde 306 CV y pasa de 0 a 100 km/h en 5,1 segundos), pero suma otras virtudes que me parecen más valiosas si cabe.

Para empezar, cuenta con un bloque de cuatro cilindros diésel que me ofrece 184 CV, una cifra muy respetable y que, gracias a su tecnología, ofrece una respuesta llena en todo el margen de revoluciones. No tendrás queja cuando hundas el pie derecho, pero es que te sorprenderá todavía más su gasto medio: en mi recorrido de pruebas he medido 5,2 l/100 km, aunque si te afanas en llevar una conducción todavía más conservadora, es posible rebajar aún más esa cifra... Chapeau para un coche que mide más de 4,6 metros de longitud y pesa más de 1.500 kilos.

Me pongo a sus mandos. La posición es baja y el volante queda vertical. Si quieres aderezar un poco el aspecto sobrio del interior puedes pedir el navegador con pantalla XL de 8,8 pulgadas (cuesta 2.953 euros). Pese a su precio, no lo trae todo, y si quieres acceso a Internet, radio digital, información de tráfico en tiempo real o Bluetooth tendrás que pagar cada cosa por separado. Ese es uno de los aspectos más criticables, ya que el equipamiento de serie me parece justo para un coche de este precio.

Otra de las cosas que no puedo ver con buenos ojos es la altura de las plazas traseras. Tiene salidas de aire para los dos ocupantes, los respaldos están bien moldeados y el espacio para las piernas no es malo, pero la altura es muy escasa y personas de 1,80 de altura ya lo van a pasar mal. Y antes de pasar a la acción, solo me queda terminar con el maletero, respetable por su capacidad y con hueco suficiente para el equipaje de unas pequeñas vacaciones.

Ahora sí, me pongo en marcha. Gracias a la suspensión adaptativa (1.304 euros), el BMW 420d se desliza como la seda en su modo más cómodo. Si quieres más pimienta puedes ponerlo en Sport, pero aún así no deja de ser un coche con mucho confort. Como este diésel es un rutero incansable, ese carácter es el que más me gusta para viajar: la deportividad la dejo para los domingos. Para el día a día prefiero la suavidad y un consumo bajo. Ya te dije que había cambiado...

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Por su fuerza, consumo ajustado y forma con la que pisa el asfalto, el BMW 420d Coupé se erige como la variante más interesante de toda la gama. Los más de 800

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