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Audi Q5 y Land Rover Freelander: busca el punto aventurero

Jorge Arenas

Los dos todocamino de esta prueba, Audi Q5 y Land Rover Freelander, suponen una buena alternativa para todos aquellos que buscan coches amplios para viajar en familia y, de vez en cuando, dejar de lado el asfalto para buscar nuevas aventuras fuera de las sendas tradicionales. Sin embargo, sus aspiraciones no son exactamente las mismas. Uno extiende una alfombra de seda sobre la carretera, mientras el otro lo hace en el campo.

Motorizaciones comparadas:

Poco después de dar comienzo la jornada de pruebas, una gran nevada cubre la carretera. Nada mejor que esto para ver cómo se comportan los dos SUV en condiciones adversas. De hecho, creo que este tema me viene genial para establecer un punto de partida en este cara a cara. La pregunta es: ¿en qué medida le pides a tu coche que tenga buenas aptitudes camperas?

Porque, gracias a la tracción a las cuatro ruedas, conducir sobre nieve no supone un problema para ninguno de los dos (y si decides montar neumáticos de contacto, simplemente irás de cine). La gran diferencia entre el Audi y el Land Rover está en dónde pone cada uno sus límites a la hora de moverse fuera del asfalto. Aquí hay poca discusión posible: el Freelander es el más campero con diferencia. La tradición de la marca a la que pertenece le respalda.

Y es evidente que, con una suspensión de recorridos medianamente largos, unos ángulos de ataque y salida generosos y sistemas como el Terrain Response (adapta la capacidad de tracción a determinados tipos de superficie), se llega más lejos en entornos complicados que si careces de ellos, como le pasa al Q5. Cierto es que el Audi cuenta con un sistema de tracción muy, muy bueno (quattro con diferencial Torsen), pero la realidad es que se encuentra más a gusto en la carretera. Esto no es malo, cada enfoque tiene su público.

En este sentido, los que tengan pensado abandonar el asfalto poco o nada estarán encantados con el de los cuatro aros porque pisa mejor, es más suave, menos ruidoso... por decirlo de alguna manera, es más turismo. El Freelander, en cambio, es bastante más aventurero y prefiere sacrificar un paso por curva perfectamente plano o un aislamiento acústico de primera para garantizar diversión y efectividad en rutas camperas de complicación media. Pero no se queda aquí la cosa: el Land Rover puede sacar pecho en otros apartados, como el que tiene que ver con las prestaciones. Bajo el capó del inglés aparece el nuevo SD4, que logra unas aceleraciones más que buenas. Y lo pongo en cursiva porque en realidad parte del bloque 2.2 ya conocido (antes daba 160 CV), que en este caso rinde 190 CV gracias a algunas modificaciones.

Comparado con el TDI common rail de 170 CV del Q5, el SD4 es bastante más ruidoso y poco refinado... pero también más cañero, como tú mismo puedes comprobar en la ficha técnica (fíjate, sobre todo, en las cifras de recuperación, que son las más significativas). Esto entra dentro de lo normal dado que el propulsor del inglés es más grande y potente, pero lo que no me podía imaginar es que su caja de cambios automática de seis velocidades me iba a dejar un sabor de boca tan bueno. Por suavidad, rapidez en la transición entre marchas y acierto en el régimen de cambio, me recuerda a una de doble embrague, siendo de convertidor de par. La del Q5, que es del primer tipo, funciona tan bien como cabría esperar aunque tiene una peculiaridad: tiende a llevar el motor demasiado bajo de vueltas en favor de lograr consumos lo más contenidos posibles.

Esto hace que, en condiciones normales de uso, el Audi parezca más lento de lo que en realidad es... pero todo sea por cuidar el bolsillo. Si a estas alturas aún no has decidido cuál de los dos encaja mejor contigo, ahí van dos datos que te pueden ayudar a inclinar la balanza: tomando como referencia los precios de los acabados básicos, el inglés es 8.000 euros más barato. Y, más o menos a igualdad de precio (es decir, comparando al Q5 básico con el Freelander HSE), el equipamiento es infinitamente favorable al Land Rover.

Como también infinita es la diferencia -y aquí llego al segundo dato del que hablaba- que hay en materia de espacio y modularidad. El alemán, ahora, saca pecho gracias a su maletero de 540 litros (405 tiene su oponente). Y sus asientos traseros se pliegan con un solo toque y dejan suelo de carga totalmente plano. Ahora sí, ha llegado el momento: ¿con cuál te quedas de los dos?

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