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El sistema Galileo, el GPS europeo, no funciona

El sistema Galileo, el GPS europeo, no funciona
Los dos primeros satélites de Galileo han sido colocados en una órbita errónea. No se han perdido, pero el fiasco acrecienta las críticas tras una década de retraso del ‘GPS Europeo’.

La constelación de satélites Galileo, el GPS europeo iba a tener esta semana sus dos primeros satélites plenamente operativos en funcionamiento, tras su lanzamiento a bordo de sendos cohetes Soyuz, el pasado 22 de agosto, desde Kourou, en la Guayana francesa. 

Desde el centro de control de misión, en Darmstadt (Alemania), siguen teniendo el control de ambos satélites –los número 5 y 6 de los 30 en total que habrían de ponerse en órbita hasta 2017-, pero no solo estos no están 3.300 km más cerca de la Tierra de lo que deberían, sino que su órbita es elíptica en lugar de circular. Según algunos de los expertos, podría usarse gran parte de los 70 kg de combustible que llevan cada uno para resituarlos, pero esto haría que sus 12 años de vida útil programada se redujeran drásticamente. 

No solo eso, también tienen una inclinación errónea, cuya corrección parece todavía mucho más compleja. En la práctica, esto deja a los dos satélites –bautizados como Doresa y Milena- completamente inútiles para sus propósitos iniciales, dado que en un sistema de posicionamiento global la propia situación de cada uno de los satélites es uno de los factores claves en la ecuación que arroja la posición del receptor.

Una pifia. Otra, porque la puesta en marcha del sistema de navegación europeo no solo acumula casi una década de retrasos, sino que su presupuesto se ha tenido que ir incrementando a lo largo de todo este tiempo en el que ha pasado de los 5.000 millones de euros iniciales, a 13.000 millones. 

Presupuesto creciente

Y subiendo, porque el valor de los dos satélites casi perdidos asciende a 30 millones la pieza, sin contar con el coste de su lanzamiento. Una comisión de investigación, exigida desde la UE a Arianespace, se ha puesto ya manos a la obra, dado que en septiembre estaba previsto el envío al espacio de otros dos de los satélites por medio del mismo sistema. 

Todo indica que habrán de construirse dos satélites más y colocarlos donde es debido. Se esperaba que Galileo estuviera plenamente operativo para 2020. Aunque el proyecto se inició en la época de fuegos de artificio en que Europa soñaba con una auténtica unidad política y no quería depender del GPS americano, creado inicialmente para usos militares, desde entonces las aplicaciones basadas en el posicionamiento han crecido exponencialmente. 

De hecho ya hay un puñado de usos desarrollados basados en esta tecnología y si se quiere que algún día las funciones de conducción autónoma lleguen a generalizarse en los coches de calle, es imprescindible que estos puedan ser ubicados con la precisión que ofrecerá Galileo. 

Una revolución a la espera

La principal diferencia entre el GPS y el sistema de posicionamiento global Galileo es que ofrecerá una precisión mucho mayor. Frente a los 25 metros de margen con el que opera un buen navegador en la actualidad, los dispositivos basados en esta nueva tecnología se ubicarán con un margen de error máximo de un metro. Además, gracias a que cada uno de los satélites de Galileo disponen de dos relojes en su interior -uno de ellos atómico-, la información que proveerán se sincronizará en los centros de tierra de manera que se obtendrá la posición de los receptores en tiempo real. Quizá las afirmaciones de algunos de los promotores de Galileo de que este sistema posibilitará una nueva revolución industrial sean algo exageradas, pero lo que sí está claro es que las aplicaciones que se podrán derivar son casi ilimitadas. De hecho, ya se han desarrollado y testado algunas con los satélites de prueba que se han puesto en órbita desde 2006. La efectividad y precisión en el pago por el uso de las carreteras será una de las que más directamente afectará a los conductores, pero hay muchas más que mejorarán la eficiencia en el movimiento internacional de mercancías, la navegación o los sistemas públicos de transporte de todo el mundo. En la imagen de apertura de la izquierda, puedes ver un uso aplicable en agricultura: si tienes un campo, un tractor y un sencillo programa que calcula mediante un algoritmo cuál es el recorrido más corto para obrar un terreno, ni tan siquiera necesitarías estar al volante del mismo para completar tu labor de la manera más eficiente posible.

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