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Mini ALL4 Racing: probamos el ganador del Dakar

El desierto de Dubai ha sido el escenario elegido para probar el Mini ALL4 Racing, el coche que ha ganado las tres últimas ediciones del Rally Dakar. Llevar al limite a su seis cilindros en linea y volar sobre las dunas durante 500 kilómetros es un trabajo reservado para héroes. Que se lo pregunten a Nani Roma…

Salir de la carpa que tiene preparada Mini en mitad de la nada y pisar el desierto es un ejercicio de osadía total. El termómetro marca 46 grados y la arena, me dicen, está a casi 58. ¿Qué es lo que hago yo aquí? Y sobre todo, ¿por qué no se me quita la sonrisa de la cara? Fácil: voy a probar el Mini ALL4 Racing, la máquina que se ha impuesto en las tres últimas ediciones del Rally Dakar y con la que Nani Roma se apuntó su primera victoria en coches.

A las 10.30 de la mañana es mi turno. Me acerco al coche. Es enorme. Se nota que, pese a tener la estética de un Mini Countryman, sus hechuras revelan que tiene el ADN de un BMW X5. Bajo el capó se encuentra otra joya de la marca bávara: un seis cilindros en línea sobrealimentado con algo más de 350 CV. Nani solo habla maravillas de este propulsor que no le ha dado ningún problema durante su último Dakar. “Tiene mucho par y eso es fundamental. La respuesta es muy contundente”. Prefiere tener mucha fuerza para acelerar rápido antes que una velocidad punta muy alta como les ocurre a los buggys.

Mini ALL4 Racing

Echo un vistazo al interior y descubro una oficina llena de relojes, displays y botones de todos los colores. ¡Para saber manejar todo esto habría que hacer un máster! ¿Quién manda aquí, piloto o copiloto? “Los dos”, me dice. “Lo fundamental es que yo y Michel Perin nos complementemos bien. Durante una etapa pueden surgir dudas, tanto suyas como mías. Cuando aparecen, el otro tiene que encontrar la solución a ese problema”. Parece que de momento, no les ha ido mal...

Entrar en el Mini del Dakar no es del todo complicado. Una vez dentro, me abrocho el arnés, coloco el volante y ¡voilà! Todo me queda muy a mano. ¡Qué suerte tener una estatura parecida a la de Nani! Antes de que me den la salida, recuerdo lo que me dijo en la carpa: “Este coche es muy fácil de conducir. Ya lo verás. Es como para ir con él a por el pan. Llevarlo al límite ya es más complicado, pero para está pequeña toma de contacto no vas a tener problema”.

Para empezar a moverme hay que utilizar el embrague como en un coche normal. Meto primera y los 1.890 kilos de peso se empiezan a deslizar con suavidad. Encaro la primera recta que me lleva a las dunas y hundo el pie a fondo. ¡Uffff! El ruido en la cabina se hace ensordecedor, mientras el Mini acelera con tanta contundencia que tengo que cambiar con rapidez para no quedarme en el corte: segunda, tercera, cuarta... ¡quinta! No soy capaz de ver la velocidad porque no quiero quitar la vista de lo que tengo delante, pero todo empieza a pasar muy deprisa.

Mini ALL4 Racing2

Empiezan las dunas. Clavo el freno y la deceleración es brutal. De hecho me quedo corto al pensar que iba a ser más difícil controlar las inercias. Giro el volante y ¡hacia arriba! Gas a fondo. Cuando estás en la cresta de una duna hay que levantar el pie para no saltar en exceso y que el morro no se acabe incrustando contra la arena en la caída. Hay que ser preciso, porque si te quedas corto con la velocidad, también te puedes quedar empanzado arriba. En cuanto aterrizas, ¡gas otra vez!

Dirigir el Mini por el escenario para el que ha sido construido es un acto de diversión absoluta. Los cambios entran con mucha rapidez, sin esfuerzo, y la dirección tiene muy pocas vueltas de volante, por lo que al intentar orientar el morro hacia donde quieres ir, lo normal es que te pases con el ángulo de giro y provoques una repentina deriva del eje trasero que rápidamente
tienes que corregir. Al final, entre hacer errores y corregirlos, tengo un trabajo extra al volante de lo más exigente. La sensación, en cualquier caso, es la de ir como flotando sobre la arena. ¡Qué pasada! 

Aun así, el comportamiento del Mini es tal y como me había advertido Nani: es muy neutro y fácil de controlar a estas velocidades. Digo esto porque cuando termino mi vuelta a los mandos del Mini, es el propio Roma el que se pone al volante. Y ahí es cuando te das cuenta de varias cosas: la primera es que cuando tú crees que has ido rápido, en realidad estabas conduciendo en modo Paseando a Miss Daisy comparado con lo que estos coches son capaces de correr. La segunda es que, al instante, te das cuenta del mérito que tienen todos los participantes del Dakar. Aguantar durante 500 kilómetros este ritmo tan brutal en cada etapa es solo para héroes. Tanto física como mentalmente, tiene que ser muy duro.

Yo, después de 20 kilómetros dando saltos por las dunas de Dubai, me bajo con la espalda y el cuello tocados, pero con una sonrisa en la cara que tardó todo el día en desaparecer.

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