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Test 100.000 km Ford Kuga 2.0 TDCI 4x4: esencia sólida

Nacho de Haro

El todocamino de Ford se enfrenta a la prueba más dura. ¿Cuál será el resultado en este test de los 100.000 km del Ford Kuga?

Durante el test de 100.000 km del Ford Kugael coche ha pasado dos crudos inviernos, ha recorrido carreteras y autopistas agotadoras, caminos bastante descuidados, varias idas al aeropuerto 'in extremis', treinta conductores diferentes, dos viajes todoterreno… Y eso que Ford no presenta al Kuga como un auténtico 4x4. Aunque esto lo dejo para luego.

 

La prueba comienza movidita: el delgado y frágil cubrecárter se rompe tras conducir por la primera pista. Por suerte, el recambio cuesta 26 euros. El capó es poco resistente, como dicta la legislación sobre la protección de peatones, y tiembla a partir de los 130 km/h. Dos puntos separan a los conductores que han conducido el coche en el test de 100.000 km del Ford Kuga 2.0 TDCI 4x4: en primer lugar la alta y voluminosa consola central –unos prefieren la sensación de protección que ofrece, mientras que a otros les da claustrofobia-. Pero el chasis es aún más controvertido: a algunos los ajustes de la suspensión y los amortiguadores les parecen muy duros, mientras que a otros compañeros les ha encantado su deportividad y el tacto de la dirección. Ya sabemos que los chasis ágiles son uno de los puntos fuertes de Ford, por lo menos desde el primer Focus.

 

Entre los desperfectos del Ford Kuga, uno de los anclajes de la alfombrilla del conductor se desprendió: es solo un detalle, pero si recuerdas lo que le pasó a Toyota, es muy importante para la seguridad. También hay otras pequeñeces que consiguen sacarte de quicio, como el depósito del combustible, que solo con práctica se consigue rellenar sin que se derrame nada y, además carece de un tapón para el cierre, algo que considero atrevido en un coche ideado para conducir por pistas en mal estado; la lucecita que advierte de posibles heladas en la calzada es de un blanco penetrante y es totalmente innecesaria, puesto que se puede observar la temperatura exterior en la pantalla; o el capó, que como es habitual en la marca, solo se puede abrir con una llave desplazando el óvalo de la marca a un lado.

 

El Kuga no tiene ningún amortiguador hidráulico para el capó, tan solo una varilla que dificulta el habitual control de los líquidos del motor. Uno de nuestros compañeros de redacción, no se pudo contener: “¡Esto es el colmo, hombre!”. Por si fuera poco, el logo de Ford se puede quedar atrancado al cerrar el capó. Con el revestimiento lateral de la puerta del conductor también hubo problemas y solo tras una segunda visita al taller consiguieron colocarlo.

 

A los 51.000 km de esta prueba de larga duración del Ford Kuga aparecen unos zumbidos procedentes del eje trasero. Tras llevarlo al taller, el técnico dice que el barro que ha entrado en los cojinetes de las ruedas al atravesar algún charco ha deteriorado y hecho añicos la pieza. Algo extraño, ya que un coche que supuestamente se puede ‘hundir’ hasta 45 cm debería haberlo aguantado. Advierto de este incidente a aquellos que coquetean con el hecho de comprarse un Kuga, por mucho que en el taller nos dijeran que era el único coche con este problema. Ya durante el segundo invierno, la cámara trasera muestra imágenes deformes al más puro estilo Picasso, por lo que decidimos llevar el coche al taller: allí consiguen que aquello vuelva a funcionar, pero al final el sistema de vídeo se queda completamente colgado. La cámara (138 euros, más casi 80 por la instalación) era de Panasonic y tardó un mes en llegar.

 

En la segunda mitad del test de 100.000 km del Ford Kuga 2.0 TDCI 4x4 solo encuentro elogios en el cuaderno de bitácora. Eso sí, hubo una excepción: la bandeja del maletero, que sonaba todo el tiempo. Los trayectos largos se le dan mejor al Kuga que las pistas. Nuestro director se impresiona: “El motor es silencioso y la posición de los asientos es excepcional”. Los asientos son algo que admiran todos, excepto por el refuerzo lumbar, que apenas se nota, y los carriles de desplazamiento del asiento, que son demasiado cortos.

 

En algunos detalles, el interior da la impresión de ser un modelo más antiguo de lo que es: un ejemplo de ello es que las alfombrillas se descolocan con facilidad y dejan a la vista los cables y el material aislante… Eso es algo que no se corresponde en absoluto con el precio del coche: 31.215 euros.

 

En cuanto a mecánica, el Ford Kuga 2.0 TDCI 4x4 de la prueba ha resultado ser bastante sólido, con un turbodiésel que sigue tirando como el primer día, aunque con una caja de cambios y unos asientos que hacen un poco de ruido. Ni el turbo, ni el cuadro electrónico dan problemas. Otra virtud: los bajos del coche siguen impolutos tras dos inviernos, nada de óxido.

Hay quien considera más atractivo al Kuga respecto a un Volkswagen Tiguan o a un Toyota RAV4. Después de este test de los 100.000 km del Ford Kuga, no tengo ningún motivo para decirte que no te lo compres.


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