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Porsche 911 Carrera: se vuelve a superar

Prefiero vivir en la ignorancia del niño que se queda embobado ante un espectáculo de magia. En Stuttgart dicen que el nuevo Porsche 911 Carrera incorpora una serie de cambios, que son los responsables de las mejoras que ha experimentado. Pero yo sé que hay algo más. Algún tipo de secreto, alguna ilusión que no desvelan…

Mientras pruebo el nuevo Porsche 911 Carrera me viene a la cabeza el recuerdo del 911 que casi daba carpetazo a la saga 997. Me refiero al Porsche 911 GTS, concretamente en su versión de tracción trasera. Con él conocí el equilibrio en un nueveonce. Sin sobrealimentación, potente aunque sin pasarse de la raya, dosificable, con una capacidad de tracción superlativa y un eje delantero bastante preciso...

Puramente auténtico, pero sin reacciones raras y siempre pegado al suelo, por feo que estuviera el estado del asfalto. En aquel momento, rodeado de defensores de los Turbo, Turbo S y otros GT, me tocó sostener mi teoría de que ese y no otro era el 911 perfecto. Pero claro, lo que no me podía imaginar es que la nueva generación (991) sería capaz de rizar tanto el rizo. Lo que hoy tengo entre manos no es solo el 911 más bello jamás fabricado, es más bien la prueba irrefutable de que en la factoría de Porsche no trabajan ingenieros, sino magos.

Personas que a base de romperse la cabeza han conseguido hacer desaparecer los problemas del todo atrás hasta lograr un coche con un paso por curva vertiginoso y nada complicado. El icono de Stuttgart ha modificado sus dimensiones: es cinco centímetros más largo, su distancia entre ejes ha crecido otros diez y su vía delantera es ahora 154 milímetros más ancha. Si a esto se le suma la nueva dirección electromecánica y un reparto de pesos ligerísimamente diferente (el eje anterior carga casi un 1% más que antes), parece que empiezo saber por donde van los tiros de este truco de ilusionismo.

En la zaga, el Porsche 911 Carrera esconde un 3.4 bóxer que sube de potencia hasta los 349 CV. A este motor le gusta ir muy alto de vueltas; de hecho, hasta que no pasas la franja de las 5.000 rpm no descubres los caballos. A partir de ahí empuja con fuerza y te regala un sonido simplemente maravilloso, que invade el habitáculo y multiplica por mil la parte pasional de la experiencia de conducción. Por cierto, hasta que el cambio manual de siete velocidades me demuestre lo contrario, el PDK es la mejor opción por lo rápido y fino que es. Este Porsche es tracción en estado puro, es diversión y es historia. Diferente, pero tan 911 como siempre. Ahora solo que probar el Porsche 911 Cabrio...

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