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Lamborghini Countach, un sueño vestido de verde

Rafael García

El Lamborghini Countach es un clásico de los deportivos. Y este es el 001, el origen de todos los Countach. Con él empezó todo. Durante mucho tiempo se dio por olvidado, aunque luego recaló en un museo. Ahora ha vuelto a la carretera.

Basta ver su mirada para saberlo: este hombre está muy feliz. Valentino devora la silueta de este Lamborghini Countach verde con la mirada en Sant’Agata, Bolonia. Tal vez incluso la besaría de haber estado solo. Es una relación muy larga e intensa. Este coche es su amor. Salvaje, impetuoso y tal vez un poco tosco, pero es así como se planta frente a él este Countach de apenas 107 centímetros de altura. Balboni se escurre tras el volante, sabe cómo hacerlo rápido y sin hacerse notar. Y sin aparentar complicaciones.

Balboni e Ferruccio

Ferruccio Lamborghini y Valentino Balboni, de iquierda a derecha

Muchos jóvenes no serían capaces de hacerlo así. Balboni, sí, aunque ya vaya por los 62 años. Es la cara más reconocible de los probadores de Lamborghini. Hace dos años, la marca incluso le honró con una versión especial, el Lamborghini Gallardo Valentino Balboni, en este caso solo con propulsión trasera. En consonancia con la vieja escuela y pasando de la moda actual de la tracción integral de Audi. Como le gusta a Valentino. Como 'su' Lamborghini Countach, que por mucho tiempo se le dio por desguazado. “Durante muchos años no tuvimos ni remota idea de dónde podía estar este coche”.

Su número de chasis no deja lugar a dudas: es el 001, el primer Lamborghini Countach LP400. En marzo de 1973 estuvo expuesto en el Salón de Ginebra (en rojo) y en el otoño siguiente en el de París (ahora en verde). Además, hubo un Countach anterior a este. Uno amarillo, una cosa increíble que se presentó como prototipo en 1971 en el Salón de Ginebra, y conmocionó el mundo del automóvil: así es como se las gastaban los italianos a la hora de idear un deportivo, un deportivo no de hoy, no de mañana, sino de pasado mañana. Este primer boceto del Countach no sobrevivió. Lamborghini lo empleó poco más tarde para un crash test en Inglaterra.

Lamborghini Countach serie

La numeración 001 en el chasis no deja lugar a dudas. Era el primer Countach LP 400

Pero desde luego, el nuevo diseño caló hondo… Y se quedó. El anterior Lamborghini Miura, un coche poderoso, tenía un diseño redondeado y fluido. El Countach vino a dinamitar una armonía visual que Pininfarina buscaba en sus diseños para Ferrari, mientras que Lamborghini prefería otra cosa: escandalizar. Y lo logró. Basta un vistazo al norte de Italia a finales de la década de los 70. Una especie de orden antiguo reinaba en este pueblo en el que Ferruccio Lamborghini fabricaba tractores. Sant’ Agata tenía un par de Vespas, unos pocos Fiat por sus calles y algún que otro camión.

Y coches deportivos desde 1963. Valentino Balboni entró en Lamborghini en abril de 1968. El azar y la curiosidad llevaron a este joven mecánico de 19 años a pasarse una tarde entera trasladando carrocerías del Miura de aquí para allá. Más tarde le dieron un contrato de trabajo... Con la ayuda del párroco.

“Recibí el número 87”. En su primer día un hombre abrió la puerta, y sin quitarse el cigarrillo de la boca le espetó en dialecto boloñés: “¡No necesitamos gente que hable! Necesitamos gente que trabaje”. Sí, ese era Ferruccio Lamborghini. Un tío impulsivo, una persona con carisma y mucho carácter. “Nos metía caña a todos; tenía la capacidad de motivarnos constantemente”, recuerda ahora Balboni. Cuando había que quedarse hasta más tarde de la cuenta trabajando, el propio Lamborghini compraba los bocadillos y las cocacolas en un pequeño bar que todavía existe hoy en día.

Ferruccio tenía mano para la gente válida. Era lo suficientemente listo para quedarse con los mejores. “Lo único es que no era buen conductor, aunque naturalmente él lo veía de otra manera. También llegaba a decir que era un buen ingeniero, y eso tampoco es cierto”, afirma Balboni.

Pero sí que sabía mantener unido a su equipo. A veces les daban más de las 12 de la noche mientras los clientes esperaban para llevarse su coche. Ferruccio Lamborghini permanecía junto a los mecánicos, apoyado en la puerta del taller, escuchando cómo se expandía el sonido del deportivo por la ribera del río Po.

Y entonces, el jefe contaba en alto: “Primera marcha. Segunda. Tercera”, pequeña pausa, “Cuarta. Quinta… Bien, se mantiene. Ya puede irse a casa”. Según Valentino Balboni, era algo típico de Lamborghini: “Por la noche, permanecer quieto en la carretera de la playa mientras escuchaba cómo cambiaban de marcha sus clientes”. Y adoraba lo extremo. Algo que ya podía percibirse en el Miura. Con el Countach volvió a correr el riesgo y saltarse los límites. No hay más que ver las puertas, que en lugar de hacia fuera se abren hacia arriba. En los años 70 una solución así era toda una carrera de obstáculos.

Lamboghini Countach trasera

Las líneas que dibujaban el Countach suponían un cambio radical con el Miura

Pero para Lamborghini, fue su seña de identidad. Nuccio Bertone tuvo que ver en su éxito. Ferruccio se entendió bien con él. “Eran dos genios, que conectaban y al mismo tiempo dos personas fáciles”, dice Valentino. Lamborghini tenía grandes ideas, Bertone, mucho olfato para llevarlas a cabo. “Trabajaban fantásticamente bien juntos”.

Cuando en 1970 se fabricó en Sant’Agata la primera recreación en madera del Countach a escala 1:1, todos alucinaron en la fábrica. “Al principio no nos entró bien por el ojo; demasiados ángulos, demasiado radical”, dice Balboni. Nadie creyó que un coche con semejantes detalles llegase a circular por carretera.

¿Nadie? Uno sí, claro. Ferruccio Lamborghini encontró maravilloso el trabajo del diseñador de Bertone Marcello Gandini. Y como él era el jefe, decidió darle luz verde.
Sobre una estructura tubular, los artistas de Bertone colocaron la carrocería a mano en el invierno 1972/73, en un modelo preserie denominado 001. Su piel era de aluminio, con un grosor de 1,2 milímetros. Fue el coche originario del que partiría toda la cadena de montaje.

Por aquel entonces ya se llamaba Countach. El técnico jefe de Lamborghini, Paolo Stanzani, se había traído ese nombre de Turín durante las primeras fases. Balboni cuenta cómo surgió. Stanzani llegó tarde a una reunión, y Bertone ya estaba en su casa. De manera que el conserje de la fábrica le condujo hasta el hangar donde estaba el modelo. Stanzani decidió retirar la sábana que lo cubría para enseñárselo y el conserje no pudo evitar exclamar: “¡Countach!”. En piamontés equivale a “¡toma ya!”.

Muy poco ortodoxo, por tanto, este Countach. Una belleza nada convencional, difícil de conducir, pero ante todo, fascinante. Nadie que lo vea se olvida de él. Al principio su chasis tubular resultó demasiado blando, sus frenos demasiado débiles, su dirección demasiado indirecta. Pero, como dice Balboni, “el concepto de este coche era perfecto”. 

Y, en algún momento, este modelo de preserie desapareció. René Leimer, copropietario de Lamborghini en los 70, se lo llevó a Suiza. Allí perdió su pista.

En el año 2000 el modelo reapareció. Raymond Stofer, un fan suizo de la marca, no dio crédito cuando se lo encontró de casualidad en una cabaña perdida en un monte del cantón Glarus cubierto por una gruesa capa de polvo. Llamó por teléfono a Balboni, quien reconoció al más antiguo de los apenas 2.000 ejemplares de Countach producidos. “Descubrí todos los detalles de preserie sobre los que tuve que trabajar”. Y se aseguró de que el coche pasara a formar parte de la colección de la fábrica de Lamborghini.

Lamborghini Countach Morro

Ni el polvo puede ocultuar la forma tan característica del morro del primer Countach

“El camino hasta la cabaña era demasiado estrecho para un camión. Tuve que dejar rodar el Countach cuesta abajo”, recuerda Balboni. Menos mal que el freno de mano todavía funcionaba. Al fin y al cabo, lo cierto es que el número 112 001 estaba vivo. La pintura verde era la original y la mecánica, tras un total de 49.000 kilómetros, estaba estragada. Como el coche no andaba, estuvo parado en un museo de la fábrica durante 10 años. Por fin, Lamborghini ha reculado y la mecánica vuelve a bramar como siempre.

Lamborghini Countach lateral

El Countach era algo salvaje, extremo y algo agresivo.  No es una belleza clásica, es otra cosa

El verano pasado el Countach pudo rodar de nuevo en el que es su hábitat natural: las carreteras. Valentino no oculta su entusiasmo: “¡Ese sonido! ¡Ese subir de vueltas! Pero ojo: el Countach es un coche que te exige”.

En Italia los coches (maccina) son de género femeninos. Así se hace menos raro enamorarse de ellos. Como Balboni del Countach. “Nuestra vieja reina”, lo llama. La llama. Y es feliz.

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