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Lamborghini Aventador: el mejor de todos

Quien tenga la suerte de encender el V12 del Aventador LP700-4 gritará como si le hubiera tocado el Gordo. 1-12-4-9-2-11-6-7-3-10-5-8... No, no son los números del último sorteo de la lotería; la secuencia es el orden de encendido de los cilindros... Aquí tienes la preciada prueba del Lamborghini Aventador.

Desenvaina el cronómetro. En el tiempo en el que lees estas dos frases, el Lamborghini Aventador LP700-4 ya vuela a 200 km/h (aquí tienes el vídeo del Aventador en el 0 a 100 km/h). Exactamente han sido 8,9 segundos, durante los cuales tus ojos han ido de la primera palabra a la última y tu sonrisa delata que sabes de qué estoy hablando. Quien pase estos 8,9 segundo a bordo de este Lambo, sentirá muchas cosas. Notará que está en el séptimo cielo, pero a la vez destilará tensión a causa de la emoción. Porque la manera en que acelera el nuevo Lamborghini, cómo ataca tu sistema nervioso, cómo resopla, restalla, cómo aúlla de éxtasis desde la cámara de combustión de seis litros y medio... Esto es drama, comedia y thriller. Y lo es todo al mismo tiempo. Un teatro de aceleración para todos los sentidos, con la coreografía a cargo de los expertos en movimiento de Sant ‘Agata Bolognese, que muestran su locura por la gasolina en todo su esplendor, para deleite del mundo entero. Dejando a un lado, claro, que una entrada para este espectáculo cuesta 338.513 euros. Así ha sido siempre y así será esta vez.

Aunque sí que hay algo que es distinto en el nuevo Aventador. Como es lógico, es más rápido que su predecesor el Lamborghini Murcielago, tiene más potencia y un diseño aún más espectacular, brutal y arrebatador al mismo tiempo. Y también está claro que es una moderna interpretación de la tradición V12 de la marca (aquí puedes leer más acerca de otros seis modelos modelos V12 de Lamborghini), pero con la condición de ser a la vez un deportivo extremo y un coche para conductores normales. Un obús que no sólo despierte emociones por su potencia, por su sonido brutal y cautivador –como siempre-, sino que siente las bases en la conducción pura. Para lograrlo, Lamborghini ha tenido que hacer algunos esfuerzos.

El peso de 1.575 kilos (con el depósito de combustible vacío, pero con el resto de líquidos) lo han logrado con el uso masivo de fibra de carbono (un monocasco completo, incluido el techo). El resultado es que se queda 90 kilos por debajo de la versión aligerada de su predecesor, la SV (SuperVeloce). También el motor pesa menos y permite una ubicación más baja para mejorar el centro de gravedad. La innovadora transmisión ISR (Independent Shifting Rod, o lo que es lo mismo, de varillas independientes) es la evolución de una caja secuencial robotizada que no sólo es condenadamente rápida (en modo Corsa, 50 milisegundos); también es más pequeña y ligera que un doble embrague y –lo más importante para Lamborghini- más palpable y sensible. El chasis se asienta sobre un doble eje transversal, combinado con muelles en posición horizontal, lo que permite separar la rodadura de la suspensión y mejora increíblemente el manejo.

Para que toda esta batería de innovaciones pueda ser perfectamente aprovechada por el conductor, Lamborghini ha cuidado el interior, especialmente la ergonomía el asiento, una de las asignaturas pendientes en la firma italiana. El volante (por desgracia achatado por abajo) está en otra dimensión en cuanto a ajustes y permite que cualquier conductor encuentre siempre la posición óptima.

Cuando estás bien situado a los mandos, comienza el espectáculo. El botón de arranque está en la consola central bajo una tapa roja hexagonal y está inspirado en el botón de ignición de un jet. Un bonito detalle, aunque anteriormente hay que darle a la llave para despertar a este cohete terrestre. Una vez pulsado el botón, en modo Sport parece que el mundo se cae sobre mi cabeza y que tengo el mismísimo Infierno justo detrás de mi espalda. Empiezo en el modo Strada, que es el más suave. Con él puedo usar las enormes levas para recorrer las siete relaciones tranquilamente. Para circular por ciudad, por ejemplo, también admite el modo totalmente automático. Y para este contexto resulta realmente práctico que el morro se pueda elevar 40 mm y evitar así daños indeseados con los bordillos, badenes, entradas a aparcamientos y obstáculos varios.

Un problema que no es el mío en este momento. ¡Desde luego que no! Estoy en el circuito de Vallelunga y como ya he conseguido la temperatura óptima de este Lamborghini Aventador, manejo el Drive-Select-System de la consola central y paso a modo Sport: la dirección, el motor, los tiempos de cambio, el diferencial y el ESP me invitan a jugar, a perder el norte.

Hasta la primera frenada fuerte antes de la curva Cimini me tiembla el pie derecho, y es que basta una leve insinuación sobre el pedal del acelerador para que sienta como si mi cerebro golpeara con la parte trasera de mi cráneo. Gracias al buen hacer de la tracción integral, los 700 CV se aprovechan al máximo y su aceleración es fulminante. Con la leva derecha subo de marcha, porque cuando veo las 7.000 vueltas en el cuentarrevoluciones (desgraciadamente) digital, noto que el coche me pide más y más. La curva rápida Grande la toma el Lamborghini Aventador con una relajación estoica apabullante y mínimo balanceo de la carrocería. En la frenada antes de Cimini las pinzas muerden los discos de cerámica y carbono. En la aceleración de salida, algo prematura, la zaga latiguea levemente, mientras el motor ya desde bajas vueltas sube de forma uniforme y vertiginosa.

En este punto el motor aúlla como uno de carreras, combina un volumen atronador con un grito muy definido. Mientras, yo vuelo sobre la pista. De pronto la bestia me avisa con un leve subviraje que corrijo fácilmente con un suave cambio de apoyo y piso el pedal a fondo hasta la estrecha curva Torantino, en la que tengo que echar el resto una vez más con los frenos. Con su comportamiento en los virajes, su precisa dirección, la neutralidad de su chasis y la estabilidad de su carrocería, el coche me llena de confianza, lo que significa que cambio al modo Race, donde el motor gira al máximo. Si hasta ahora el cambio era rápido, pero no sorprendía, a partir de ahora es fulminante. Presiono la leva a 8.000 vueltas y el Lambo Aventador inserta la marcha de tal manera que siento un empellón en la espalda. Ahora es un toro bravo en toda su extensión, sin nada que lo retenga. Permite que todo esté bajo control, pero a la vez todo es tan brutal que requiere sangre fría.

Me bajo del coche. Lo tengo claro después de realizar la prueba del Lamborghini Aventador: esta bestia tranquilamente podrá quedar por debajo de 7:30 minutos en Nürburgring. Ahora la mala noticia: la producción de los siguientes 18 meses ya está vendida.

Texto: Ralf Kund

Fotos: Bartelmess, fabricante.

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