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De ruta por China con un Suzuki

Carlos Siles

Hacer una ruta en China con un Suzuki Grand Vitara supone toda una aventura. Un pueblo que está despertando de un largo letargo y quiere abrirse al resto de mundo como nunca lo ha hecho.

Me iba a plantar con un Suzuki Grand Vitara en el otro lado del mundo para hacer una ruta por China. No sé si te acuerdas de la película 'El laberinto rojo' (1997), protagonizada por Richard Gere. En ella, el apuesto actor interpretaba a un abogado yankie que viajaba al país asiático por negocios y, sin saber muy bien cómo, le condenan por asesinato. De esta manera, se ve enredado en el entramado burocrático chino. Este es un caso extremo, pero como mi mente tiende a crear historias casi de forma descontrolada, los momentos previos a pasar el control de aduanas fueron más bien tensos, de hecho, no podía parar de pensar en la dichosa peliculita. Miraba a la cara del funcionario, analizaba su vestimenta militar... Todo para intentar adivinar si mi recibimiento iba a ser parecido al del Richard Gere o las cosas habían cambiado.

Cuando me acerco con paso cauteloso al mostrador, de pronto, una sonrisa se dibuja en mi cara. Resulta que justo en la parte superior del mismo había una serie de botones... ¡para indicar la satisfacción del viajero! ¡No me lo podía creer! El agente me pidió el pasaporte amablemente y me despidió con cordialidad. Por supuesto, yo pulsé la tecla con el smiley más sonriente.

ETAPA 1: PEKINMERCADO DE LA SEDA

Después de mantener un ligero intercambio de opiniones con un taxista que no tenía ni la más remota idea de la dirección de mi alojamiento, y en el cual ninguno de los dos nos entendimos, dediqué mi primer día a una de las actividades culturales más importantes de la China Popular: la compra de ropa y accesorios digamos, cuasi originales. Para ello no hay mejor lugar que el Mercado de la Seda, un templo de la copia. Tienes siete plantas para comprar desde camisas, hasta bolsos, pasando por relojes e incluso iPads. "Barato, barato", me grita una dependienta china. "Cómo de barato", le respondo yo. Entonces ella pronuncia en un inglés más que incorrecto una cantidad exagerada: empieza el juego. "Yo te doy tanto", le comento, "You crazy, you crazy", me grita. Entonces amago con irme, ella amaga con que no le importa, y cuando me alejo cinco metros de la tienda, me agarra del brazo, literalmente, y me baja unos cientos de yuanes el precio (1 euro = 9,2 yuanes). Si pretendes adentrarte en este maremagnum de productos, dependientas y regateo, te aconsejo que reserves un día entero. Los comerciantes chinos son un tanto cansinos.

ETAPA 2: PEKIN - GRAN MURALLA

Y al segundo día ascendí a uno de los monumentos más famosos del mundo: la Gran Muralla. Pero primero debes elegir a que parte vas. La construcción tiene unos 8.000 km y, como comprenderás, es difícil ver todo. En concreto, escogí la parte conocida como Mutianyu, a unos 70 km al noreste de Pekín. Y es aquí donde empiezan las peripecias con el Suzuki Grand Vitara y uno de los compañeros chinos que me hizo de guía amablemente: Xin Geng. La excesiva burocracia necesaria para obtener un permiso temporal de conducir me hizo pedir ayuda a AUTO BILD China. Es entonces cuando empecé a descubrir el atasco continuo en el que vive Beijing. Da lo mismo que tengan carreteras de cinco carriles por cada sentido o cinco anillos de circunvalación, sus 17.400.000 habitantes no caben en esta mega-urbe. Debido a la polución de tanto coche y la elevada humedad, la ciudad se encuentra sumida en una neblina casi constante.

Eso sí, lo bueno de ir atascado es la ristra de cochazos que vas viendo desfilar lentamente a tu lado: Porsche Panamera, Audi A8L W12, Range Rover Sport Supercharged... El tema de la concienciación medioambiental parece que no ha cuajado aquí. ¿La educación vial? Bueno, a ver como te lo explico. Tú pones el intermitente y te vas metiendo... a lo bestia. Da lo mismo que sean cruces, rotondas... Aquí se trata de ver quién le echa más... vehemencia al asunto. Tú vas viendo que te acercas a otro coche, y no se para, y tú tampoco te paras, y el otro tampoco se para, hasta que, por obra y gracia de Buda , uno de ellos decide que ya ha arriesgado bastante y frena.

Tras uno de estos lances, y mientras mi corazón volvía a su ritmo normal, Xin Geng me miraba y se reía... Asumido tan sólo en parte el modo de conducción arriesgadillo que tienen por estos lares, me encaminé a la Gran Muralla. Al llegar allí tuve que coger un telesilla para poder subir a ella. Porque no pienses que esta megaconstrucción está hecha en llano. No, se ha edificado en la cresta de una cadena montañosa.

Y una vez que te pones a caminar sobre ella te das cuenta de las consecuencias: hay tramos de escaleras con una pendiente que quita el hipo. Así que, tras caminar un par de horas por ella, cuando llegas a lo alto de una de sus innumerables torres, sientes como si hubieras conquistado el Everest. Mientras estaba yo inmerso en los comentarios que me brindaba la Lonely Planet, escuché a un hombrecillo oriental con un inglés bastante entendible. El personaje en cuestión estaba dando una lección magistral de historia que no venía en mi guía: por lo visto cuando la Gran Muralla se estaba construyendo, miles de obreros tenían accidentes y morían. Pues bien, como debe ser que el ladrillo escaseaban, utilizaba sus cuerpos sin vida para darle fundamento a la imponente construcción.

ETAPA 3: PEKIN-DATONG

Hoy tocaba cambio de conductor y de guía: Chen Ke (créeme: fácil de escribir, imposible de pronunciar). A sus manos encomendé mi vida en lo que iba a ser el trayecto más largo de la ruta por China: un viaje a Datong, una pequeña ciudad situada a unos 350 km de la capital, con 3.300.000 habitantes. Tengo que reconocer que, tras las experiencias previas en el caótico tráfico de Pekín, me sentía un poco intranquilo. Pero, conforme me alejaba de la urbe, la seguridad de una autovía de peaje me hizo ver las cosas de otra manera. Una vez en Datong, nos encaminamos hacia las cuevas Yungang, un lugar de una belleza mística. Si consigues aislarte de las miradas curiosas de los lugareños puedes dejarte envolver por la presencia de budas gigantescos.

ETAPA 3: DATONG - MONASTERIO COLGANTE - PEKIN

Al día siguiente Chen Ke y yo nos dirigimos a lo que iba a ser uno de los puntos calientes del viaje: el monasterio colgante, Un templo hecho de madera, suspendido en un acantilado y apuntalado tan sólo con palos. Claro que, para llegar hasta ese enclave había que recorrer unos 70 km de magnífica carretera secundaria china. Mi querido compañero oriental me dijo que este tipo de vías podían ser un poco peligrosas...

El amigo se quedo corto. Adelantamientos en cambios de rasantes, en curvas ciegas... Pero la cúspide del terror automovilístico vino cuando, en un alarde de no se muy bien qué, la reencarnación de Ayrton Senna adelantó en una curva en pendiente a un camión que, a su vez iba adelantando a un autobús, es decir, tres vehículos en paralelo. Y mientras yo me mordía la lengua, los labios y todo lo que alcanzaban mis dientes pensaba: "quién me mandaría a mi hacer un reportaje para la revista en vacaciones".

Para colmo, empecé a notar que el camión nos iba echando cada vez más hacia el arcén izquierdo, en cuyo extremo había un maravilloso muro de piedra. La escena parecía sacada de Ben Hur, pero con coches en lugar de cuadrigas. En ese mismo instante pronuncié un: "¡AQUÍ VA A SERRRRRRR!" Y, acto seguido,Chen Ke se empezó a reír de mi... otra vez. "Que forma más alegre de afrontar un accidente.", pensé.

Una vez en el templo, quedé impresionado por la sútil construcción y por el hecho de que fue comenzado por un sólo monje hace 1.500 años: un tal Liao Ran. Pero, si te digo la verdad, lo que más ocupaba mi cabeza era saber que deberíamos volver por la misma carretera del diablo. Al final la atravesé sano y salvo, eso sí, con unos cuantos sustos en el cuerpo más.

Finalmente llegamos a Pekín para visitar la Ciudad Prohibida. Aquí termina la ruta por China motorizada en sí, aunque el viaje continuó vía tren hasta Xián. Si tienes la oportunidad, te recomiendo visitar su recinto amurallado, los Guerreros de Terracota y la montaña Huashan, uno de los cinco lugares sagrados del taoísmo. Por supuesto, no podía finalizar el reportaje sin darte otra pincelada de la conducción china.

Camino del aeropuerto en el taxi, otro compañero de profesión le hizo una pirula muy seria a nuestro coche. Entonces, ocurrió uno de los momentos más frikis que he vivido: el taxista se pilla un cabreo de aupa y, sin mediar palabra, echa la mano a la guantera y saca.... ¡UN TIRACHINAS! Lo que oyes, un tirachinas. Se lo coloca en el volante y empieza a perseguir al otro coche. ¡Bienvenido a China!

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