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Nos colamos en el santuario de Citroën, su Conservatorio

AUTOBILD.ES se ha colado en el santuario de Citroën, su Conservatorio, situado en el parking de una de sus plantas en las inmediaciones de París y que es uno de los 'no-museos' más pintorescos del mundo del automóvil: así es el Conservatorio de Citroën.

La experiencia de visitar el centro de conservación que es en realidad el Conservatorio de Citroën es algo único, por suerte, AUTOBILD.ES ha podido hacerlo en varias ocasiones a pesar de que el santuario de Citroën es uno de los no-museos más recónditos del mundo del automóvil, puesto que es está ubicado en una nave en mitad del parking de una de las fábricas del grupo en las inmediaciones de París. De hecho, nadie que por allí se acerque sin haber sido avisado advertiría que este aseado edificio alberga en su interior semejante colección.

Aquí, los coches están casi apilados, así que, aseguramente, no haya ningún otro lugar en todo el planeta en el que puedan verse un mayor número de joyas de la historia de la automoción por metro cuadrado. Deliberadamente, no uso el termino clásicos , pues en el conservaitoire de Citroën no solamente hay coches antiguos, si no que se custodia literalmente, todo el patrimonio histórico de Citroën, incluidos muchos prototipos, conceptos y rarezas como el motor rotativo que Citroën fabricó en los 70, algunos de épocas muy cercanas en el tiempo, como el prototipo del primer Citrën Xsara Picasso

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Tampoco es un museo al uso este lugar, a pesar de que reciba unas 2.000 visitas cada año, ya que no fue concebido como tal hasta el año 1998, sino más bien como un espacio de almacenaje y, como su nombre indica, de conservación. Por entonces, quizá alentados por la historia de los prototipos del Citroën 2 CV emparedados durante la II Guerra Mundial en Citroën se dieron cuenta de la necesidad de preservar las docenas, centenares de sus clásicos y coches de salón que se repartían sin demasiado orden ni concierto por diversas localizaciones. La marca había iniciado mucho tiempo atrás, a comienzos del Siglo XX, esta fabulosa colección Citroën que incluye piezas de la maquinaria con la que llegó a fabricar hasta 25 millones de obuses durante la Gran Guerra.

Tiempo atrás, a comienzos de siglo y antes de fabricar coches, André Citroën ya se había hecho un nombre en la industria gala. Una de sus patentes con mayor éxito fueron estos engranajes de dobles espigas invertidas ('chevrones') que, incialmente, se emplearon para moler el trigo y que presiden la recepción del Conservatorio de Citroën. Las malas lenguas dicen que le copió la idea a su primo, que había fabricado en madera el primer modelo. Sin embargo, todos los testimonios supervivientes de la historia de Citroën no se reunieron bajo el mismo techo hasta 2001, año en el que se concluyó este discreto edificio que al mismo tiempo es taller, oficinas y archivo. 

Nada en el exterior del edificio del Conservatorio de Citroën, salvo una recia valla metálica de cuatro metros de altura, denota los tesoros que hay allí. Un almacén de joyas en un 'parking', concretamente, el de la fábrica de Aulanaisous-Bois, en las afueras de París. Cuando llegamos, Dennis Huille -director de Citroën Classic, una división que cuenta con cinco empleados, él incluido- nos espera en la puerta con la misma cara con la que un niño aguarda a sus amigos para enseñarles su nuevo juguete, empezando por el Citroën B2 Caddy Sport que una famosa actriz francesa seguro que condujo por la Avenue de la Grande Armeé 1923.

Si eres un amante de los coches, especialmente si se trata de la marca del chevron y tienes alguna vez la suerte de entrar al santuario de Citroën, no te importaría que el tiempo se detuviera para siempre. Está repleto de vehículos legendarios con un millón de historias que contar, y en algunos casos que descubrir, como el Citroën Prototype C o Coccinelle, un asombroso y aerodinámico prototipo de los años 50. Y es que el conservatorio de Citroën no es un museo propiamente dicho, ni por supuesto uno de esos templos de la arquitectura donde las marcas alemanas glorifican y sacan brillo a su historia.

Aquí, todo parece vetusto una vez se cruza la puerta con acceso de huella dactilar. Eso sí, una vez que pasas a la galería en la que se guarda gran parte de la historia de Citroën y se encienden las luces, la sensación de haber retrocedido al pasado que vives aquí no se parece a la de ningún otro lugar que haya conocido. El Citroën más exclusivo, para el francés más ilustre, uno de los coches del Conservatorio de Citroën más impresionantes es el DS 21 'Tiburón' de Charles de Gaulle modificado por Chapron. Sus 6,53 m y 2.660 kg transportaton a los presidentes De Gaulle y Pompidou, además de a mandatarios como Richard Nixon o Mao Tse-Tung. Por supuesto, no pude evitar hacerme una foto en su interior para la colección.

Las otras joyas del conservatorio: los archivos documentales

Una de las pequeñas estancias que hay en la entrada del edificio da acceso a los archivos históricos de Citroën, un tesoro quizá mayor que el que se guarda en el propio conservatorio. En 2000 se hicieron traer aquí todos los albaranes: en varios armarios con cajones se guardan, en perfecto estado de conservación, gran parte de los modelos construidos en los diferentes centros de producción de cada una de las fábricas de la marca en Francia. Si algún día te compras un Citroën clásico y tienes alguna duda o quieres certificar su autenticidad o procedencia, puedes ponerte en contacto con el Conservatorio.

Muy cerca de donde se alinean los prototipos de Citroën de los 90 y por un precio de 40 euros y después de darles el número del chásis, te enviarán un informe en el que se incluye qué día fue ensamblado y cuáles eran el equipo mecánico y los extras. Al fondo del pasillo en el que se custodian prácticamente todos los prototipos de producción que desde 1919, ha dibujado los diferentes creadores de Citroën de todas las épocas. Resulta muy emocionante ver en el diseño original los primeros trazos con que se empezó a dar forma a los modelos míticos de la marca.

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Las docenas de láminas originales de Citroën incluyen dibujos hechos con pincel, acuarelas e incluso aerógrafos. Además de un considerable valor histórico, a muchas de estas obras también puede concedérseles la categoría de arte. Por ejemplo, las ilustraciones sobre el DS que realizó Henry de Segur Lauve. Antes de ver ninguna pieza, la pregunta de qué trabajos se hacen allí era bastante obvia. “Además de mantener los coches en el mejor estado posible y ofrecer el servicio de archivo, cedemos más de 100 unidades al año para exposiciones y otros eventos. No podemos hacer nada más con los medios que tenemos. Si hay que acometer una restauración, la encargamos fuera”, reconoce humildemente Huille.

Poco después, pasamos a la nave principal, de unos 5.000 m2, una gran sala en la que se amontonan varias decenas de vehículos con muy pocos centímetros de espacio entre sí, que te deja una sensación de cierta claustrofobia. Miras el Type A, el prime automóvil

abricado por Citroën en 1919, justo a la derecha de la entrada y parece que te esté gritando: “¡Dejadme salir de aquí!”. “Este espacio se quedó pequeño hace tiempo. Aquí solo tenemos alrededor de 300 unidades, pero existen unas 150 más guardadas en otro almacén, porque en esta zona no podemos hacernos cargo de tanto material”, me confirma Dennis Huille.

Pasado ese primer momento, casi de ceguera, llega la fase de deslumbramiento. Es entonces cuando te das cuenta de que las piezas están clasificadas en filas, con arreglo a los modelos y años de fabricación, pero, sobre todo, de que la inmensa mayoría se encuentra en un estado de conservación perfecto. En ese momento, miré el reloj, solamente para cerciorarme de que me sería imposible dedicar a cada coche el tiempo que semerecía. Y teniendo en cuenta los atascos que se forman a diario para acceder a la capital francesa, estaba claro que no había un solo minuto que perder. ¡Aquello era inabarcable! ¿Y por dónde empiezo? Porque a mi derecha veo el B2 Caddy Sport que utilizó en los años 20 una actriz francesa y, a mi izquierda, están agrupados todos los concept que Citroën ha presentado en las tres o cuatro últimas décadas. Incluido el Citroën Citela, con el que ya me fotografié  de chaval -ahorro incluir foto- en el pabellón de Francia en la Expo de Sevilla de 1992.

Siguiendo por ese mismo pasillo, en una de las esquinas de la sala, se expone el apabullante DS 21 Presidentiele de Charles de Gaulle. Este modelo único, construido para el presidente de la República de Francia en 1964, fue uno de los primeros automóviles de la Historia en montar inyección elecrónica y es el primer coche presidencial al que me subo, justo en el mismo lugar que en su día ocuparon personajes claves del Siglo XX, como Mao Tse-Tung o Richard Nixon. “Uno de los coches que nos falta y me gustaría tener es el DS gracias al que de Gaulle consiguió salvar la vida en un atentado, en 1962”, reconoce Dennis, que se refiere al sexto intento de acabar con la vida del presidente de Francia, en el que la suspensión hidroneumática demostró su fiabilidad, incluso cuando se había pinchado una rueda por los balazos. 

Seguimos el paseo, que tengo que detener enseguida porque ya estoy frente al Ami 6 de 1963 que, salvo por el color azul cielo desgastado, es idéntico al coche que todavía conducía mi abuelo cuando yo era niño. Creo que no se vendió en España, pero Dennis aprovecha para señalar que esta unidad proviene de la donación de un particular, que en ese momento agradecí tanto como él mismo. Poco después, está el espectacular Citroën SM, de 1970, con motor Maserati. “En aquella época, no había límite de velocidad en Francia. Este modelo tenía un set up específico con ruedas de Michelin con el que no había ningún coche que pudiera adelantarlo sobre mojado”, saca pecho Huille.

De repente, aparece una fila de rarezas de Citroën como el 2CV de James Bond, que salió en la  película 'Solo para tus ojos', protagonizada en 1981 por Roger Moore, uno de Meccano, otro diseño de Dolce&Gabanna y un GS muy aventurero e, incluso, dos coches del Conservatorio de Citroën que prestaron

servicio en España, uno de ellos un Citroën BX de la Policía Nacional, ya lo sé: ¡Qué recuerdos! Pero cuando parece disfrutar más nuestro anfitrión, antiguo miembro del equipo Citroën en el WRC, es al llegar a la zona donde descansan los coches de competición.

Todos están aquí: los 2CV Cross y Raid Afrique, el DS de rallys de 1970, el Visa Dakar, el ZX Rallye Raid y, por supuesto, algunos de los juguetes de la era Loeb, todos los coches de rallys de Citroën está ahora para que el Sr. Huille los arranque de vez en cuando. Son de los pocos coches que hay aquí que no tienen debajo un gran recipiente para recoger el aceite que gotea del motor. Quizá porque ese es  el punto fuerte del director de este centro, que aprovecha mis preguntas para arrancarlos y dejarlos un rato al ralentí. Al cabo de dos horas más, hay que irse y, mientras nos dirigimos hacia al aeropuerto, me imagino a Dennis sacando el Xsara WRC de 2006 a dar una vuelta, aunque solo sea por el parking.

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