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Con el Jeep Compass en el 'Salvaje Oeste'

Juan Antonio Corrales

¿Qué mejor manera de recorrer el inhóspito territorio de Wyoming que a los mandos del nuevo Jeep Compass? Durante este viaje sabrás qué hay de nuevo en el SUV americano.

“¿Éste es el nuevo Grand Cherokee?”. Un tipo con pinta de leñador saca medio cuerpo por la ventana de su pick-up Silverado con kit de elevación para hablar conmigo. “No, es un Compass. Pero por delante tiene el mismo aspecto que el grande”. Nuestro coche de 4,40 metros, que está clasificado como subcompact en el alquiler de coches, parece invisible rodeado por los mega 4x4 que circulan por esta zona . ¿Puedo meterme en el campo sin problemas? “Por aquí, eso no le preocupa a nadie”, me dice el tío del pick-up. “Bueno, a no ser que circules por el parque nacional o los terrenos de un rancho privado”. El pequeño Jeep se conduce al estilo americano, con un cambio automático que responde con un rugido al primer pisotón del acelerador antes de lanzarse con fuerza a por todas. El gasolina de 2,4 litros va sobrado: dentro de los límites de velocidad en autopista, 55 millas/hora (89 km/h) circula a 2.000 vueltas y si te la quieres jugar a 65 millas (105 km h), entonces sube a 2.500. Si no quieres visitar la cárcel local, no consumirás más de 8 l/100 km.

Lo que no parece americano es el interior. No es ninguna sorpresa, ya que Jeep quiere distribuir este modelo en Europa. El nuevo puesto de conducción es obra del diseñador alemán Klaus Busse… y eso es algo que se nota: acabados en condiciones donde todo está donde debe. Más allá de la calle, el pequeño Jeep se abre paso de forma decidida a través de la nieve endurecida y, a pesar de que lleva neumáticos para todo el año; los americanos no son muy amantes de las gomas de invierno. Piensan que con la tracción 4x4 y el sistema antipatinaje basta.

Viajar en este todocamino compacto es muy cómodo, así que lo único que tengo que hacer es disfrutar y contemplar… las cordilleras del Grand Tetón, sin ir más lejos. Fue aquí donde James Baker, el ahora secretario de Estado norteamericano, y su homólogo ruso Edward Shevardnadze, firmaron en 1989 el fin de la Guerra Fría.

Wyoming está de media, a una altura de 2.000 metros, y las montañas que contemplo ahora mismo alcanzan los... ¡4.000 metros! Hace un frío que pela: 18 grados bajo cero, un frío seco y continental difícil de llevar.

Las Montañas Rocosas mantienen las nubes y la lluvia bien lejos, pero, eso sí, las ventiscas de Alaska traen tanta nieve que en tres días se puede paralizar la vida de toda la ciudad. Con un tiempo tan malo, más vale que me vaya a buscar algo con lo que taparme bien la cabeza. Para eso, nada mejor que ir a la Jackson Hole Hat Company. El fabricante de sombreros Greg Carpenter fabrica sombreros de cowboy aplicando vapor de agua. El más barato cuesta 275 dólares. “Éste le va a ir bien, Sir”. “¿Cuánto cuesta?” “650 dólares”. “Mm... un poco caro”. “Realmente no”, comenta Greg. “Ahí donde lo ves, ha costado 14 horas de trabajo”.

Los primeros blancos llegaron aquí en 1820. Entre ellos había un trampero llamado David E. Jackson, a quién está dedicado el Jackson Hole. Veinte años después no quedaba rastro de castores ni de bisones, a pesar de que los nativos americanos habían vivido en comunión con esta tierra durante milenios. La naturaleza hace acto de presencia en invierno, cuando los ciervos blancos (wapitis) emigran en enormes manadas desde las montañas hasta el Elk Refuge de la llanura. Elk no hace referencia a los alces, sino a los wapitis. Estos preciosos animales son casi tan grandes como los alces: los machos pueden llegar a pesar 400 kilos. En la época de celo, berrean con un sonido característico, rítmico e imponente.

Desde que el millonario John Rockefeller Jr. se enamoró de estos paisajes en los años 40, se ha convertido en destino turístico de alto standing para banqueros de Nueva York.

La historia de la región esconde auténticas sorpresas: Wyoming le concedió el voto a las mujeres en 1869 y en 1920 la pequeña ciudad de Jackson, con 9.000 habitantes, ya tenía una alcaldesa. De esa pasta están hecha las personas que habitan esta zona: son gente de provincia, pero nada provincianos.

Aquí todo es gigantesco

Wyoming es el segundo estado de Norteamérica con menor densidad de población, justo tras Alaska: viven 500.000 habitantes en una tierra tan grande como Inglaterra. El invierno es temporada baja. En verano, más de dos millones de ciudadanos se desplazan hasta los parques nacionales para montar en canoa y jugar a indios y vaqueros. También es un destino invernal: la población de Afton es uno de los cinco mejores lugares del mundo para esquiar.

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