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Prueba del Chevrolet Corvette Grand Sport Coupé

‘Downsizing’, eficiencia... ¿qué es eso? El Chevrolet Corvette Grand Sport Coupé pasa de modernidades y pone sobre la mesa un V8 de 6,2 litros tremendamente emocionante. Pura tradición americana sobre ruedas.

Para los que no conozcan la historia, la denominación del Chevrolet Corvette Grand Sport se remonta hacia el año 1962, cuando el ingeniero jefe de Chevrolet se embarcó en un proyecto secreto que tenía como misión fabricar una pequeña serie de Corvette aligerados y más potentes.

El objetivo era hacer un coche ganador para las competiciones de Sebring y Le Mans y, para ello, tenía que homologarse para la calle esa pequeña serie. Pero todo quedó en el aire cuando la directiva de la marca americana se enteró de estos planes, que fueron paralizados con solo cinco unidades fabricadas. Una pena.

Hoy, Chevy rescata la denominación Grand Sport, aunque ya poco tiene que ver con la idea original. En este caso es solo un acabado más de la gama, que se distingue por elementos como la carrocería ensanchada, las llantas específicas de 18 y 19 pulgadas y las salidas de aire de los pasos de rueda delanteros.

Ha llegado el momento, comienza la prueba del Chevrolet Corvette Grand Sport. Reconozco que tengo cierto miedo de que el mito que he creado en mi cabeza se venga abajo como un castillo de naipes. ¿Estará a la altura de un deportivo europeo? Pulso el botón de arranque y el V8 cobra vida de una forma discreta. Me esperaba un estruendo mayor. Pero esto deja de importarme cuando empiezo a rodar. Sus 6,2 litros, 437 CV y 575 Nm me regalan unas aceleraciones que solo puedo calificar de maravillosas.

Aunque es el motor más pequeño de la gama Corvette (el siguiente es un bloque de 7,0 litros con 512 caballos), me parece muy adecuado al coche y más que suficiente. Sube de vueltas con ganas, pero de forma progresiva (es atmosférico), suena realmente bien a partir de medio régimen y te permite a ir a ritmos muy altos… casi tan altos como su consumo, que provoca que se te salten las lágrimas cada vez que miras de reojo el ordenador de viaje.

Mejor no hacerlo, hazme caso, y resignarte a parar en la gasolinera cuando toque. Un motor así tiene hambre constantemente, qué se le va a hacer. Como te decía, puedes ir a velocidades muy altas, pero no solo en recta. Y aquí es donde llega lo que más me ha sorprendido del Corvette. A pesar de que su chasis no es un prodigio de modernidad (tiene ballestas en lugar de muelles en el eje trasero), el coche se sujeta verdaderamente bien. Me esperaba una especie de máquina de derrapar indomable y no ha sido así.

Su paso por curva es rápido y plano y se pega al suelo de forma eficaz con asfalto en buen estado, lo que lo convierte en un deportivo en toda regla. Evidentemente, si lo mido en circuito con un Porsche 911, un Audi R8 o algo parecido, saldrá mal parado, pero es que la finura de los europeos es otra historia. En cualquier caso, el Chevrolet Corvette Grand Sport es rápido y, por supuesto, divertido (divertido = capaz de hacer unas cruzadas de cine). Este Corvette me ha gustado por todo esto que te cuento y también por otras cosas, como su Head Up Display, que proyecta información relativa a la velocidad o la fuerza G en el parabrisas (BMW no fue la pionera, fue Corvette).

Por otra parte, es todo un detalle que sus puertas se abran pulsando un botón y no mediante un tirador, y que su techo se pueda quitar al estilo targa. Eso sí, también hay una lista de lo que no me ha convencido: en el interior se respira mediocridad en cuanto a diseño y calidad de materiales, la carrocería parece de juguete porque se abomba con solo poner un dedo encima, las luces automáticas son una desesperación (en mi garaje, se activan al llegar a la planta -3) y respecto al cambio, podría aprender del Chevrolet Camaro (Prueba del Chevrolet Camaro), que monta uno bastante más preciso.

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‘Downsizing’, eficiencia... ¿qué es eso? El Chevrolet Corvette Grand Sport Coupé pasa de modernidades y pone sobre la mesa un V8 de 6,2 litros tremendamente

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