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Competiciones de Dragsters en Illinios

En Estados Unidos, unos cuantos ‘locos’ se enfrentan en una competición tan excitante como peculiar: gana quien lleve su coche lo más lejos posible a dos ruedas. Suena raro, pero es tal cual

La meta de los aguerridos pilotos de ‘wheelstand’ que se dan cita cada año en el Byron Dragway al norte de Illinois (EEUU) es el cielo. Se les ve excitados junto a algunos ‘muscle-cars’ como los Chevrolet Chevelle, Nova, Barracuda o Ford Mustang, y todo lo que persiguen es elevarse por encima del resto. Algo que aquí tiene mucha tradición...

 

Al primer vistazo, el Byron Dragway es el típico circuito americano de dragsters: dos franjas de asfalto en una vasta llanura, vallas protectoras a izquierda y derecha, un par de barracones aquí y allá y un extenso prado para aparcar las autocaravanas XXL y los tráilers. ¿Razón de una estampa tan peculiar? Básicamente, aquí se trata de acelerar lo máximo posible durante un cuarto de milla (402,34 metros). El más rápido, gana. Así se simple.

 

Wheelstand en Illinois

Pero en el primer fin de semana de octubre la cosa cambia un poco: durante esos días, unos cuantos coches pelean por elevar sus morros todo el tiempo que puedan. El veterano propietario del circuito y promotor, Ron Leek, es el inventor de esto de wheelstand. “La mayoría de los muscle-car elevaban sus ruedas delanteras en las arrancadas; ¿por qué no convertirlo en una disciplina tal cual?”.

Según los horarios, el sábado es el día de entrenamientos y el domingo se compite. No obstante, son pocos los que arriesgan la integridad de sus joyas en los entrenos. En lugar de eso, se dedican a afinar sus bloques V8, el ingrediente principal de esta competición. Los motores están coronados por gigantescos compresores con carburadores dobles (o incluso triples), alimentados con gasolina de competición y condimentados con óxido nitroso.

 

Secuencia wheelstand

En las competiciones de ‘wheelstand’ se busca una elevación limpia de las ruedas delanteras, y para ello es fundamental una estabilidad extrema en el eje trasero, un chasis robusto, una suspensión reforzada y un reparto de pesos adecuado. El resto depende de la destreza del piloto, que mientras lleva el morro en alto no puede hacer otra cosa que domar los 800 CV en su justa medida. ¿Accidentes? A menudo, y espectaculares.

 

El dimingo,  poco después del mediodía, llega la fase de precalentamiento. Un pequeño AMC Gremlin gira en parado sus ruedas traseras de 50 centímetros de ancho. Los 8.000 espectadores respiran un aroma que combina goma, asfalto... y hamburguesas.

De pronto, dos segundos de absoluto silencio. Y entonces rompe la tranquilidad la respiración profunda del motor del AMC, brama y empuja con tal ímpetu al tiempo que eleva el morro, que el paragolpes trasero se presiona fuertemente contra la pista. El Gremlin recorre  70 metros sobre el asfalto con las ruedas delanteras en el aire, antes de que el conductor suelte el acelerador para que el morro aterrice abruptamente.

 

El público aúlla de alegría, los otros pilotos sonríen. Así es como quieren bailar todos los participantes en el asfalto. Y a ser posible, todavía más lejos y aún más inclinados. Pero los dos siguientes son demasiado indecisos con el acelerador y el cuarto sale con tanta fuerza que desgarra el cárter y el equipo de emergencia debe regar la pista para limpiarla.

 

Tras la pausa, Jeff Wild ejecuta con su Buick Skylark Cabrio un wheelstand limpio y muy inclinado con el que gana el trofeo al más fotogénico de 2013.

Pero ganador de la competición de ‘wheelstand’ de hoy es un modesto Chevrolet Malibu Wagon plateado, con el que Kirkpatrick llega tan lejos y tan alto que no deja lugar a dudas. El piloto desvela su secreto: “potencia, mi juego de pesas en el maletero y el valor necesario en el pie de derecho”. Este campeón es uno de los más locos que existen y tras 19 años se ha labrado tal prestigio que no son pocos sus sponsors, o los programas de televisión en los que ha aparecido...


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