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Cara a cara: Jaguar F-Pace contra Mercedes GLC

Jaguar se estrena con el primer SUV de su historia. Lo enfrentamos a un duro rival para ve de qué es capaz. Cara a cara: Jaguar F-Pace contra Mercedes GLC.

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¿Un Jaguar con una altura de de 1,65 metros? Si te lo dicen hace un año, no te lo crees. Pero ahora es una realidad. La marca británica se apunta al fenómeno SUV. Enfrentamos a su última creación contra un duro rival. Cara a cara: Jaguar F-Pace contra Mercedes GLC.

El F-Pace es un SUV, pero mantiene las señas de identidad de Jaguar: el morro largo ya lo conocemos de sus berlinas deportivas, las llantas de 18 pulgadas realzan su estampa y los rasgados pilotos traseros estilizan su figura. 

Una carrocería que gustará tanto en China como en América, sus dos principales mercados. Temblad, Porsche, Maserati y Bentley: Jaguar viene a por su trozo de pastel.

Eso no quiere decir que el nuevo Jaguar F-Pace vaya a tenerlo fácil. Mercedes sabe hacer buenos SUV y aunar prestaciones, refinamiento y confort como pocos. El Mercedes GLC es una prueba de ello. Es siete centímetros más corto y cinco menos ancho que el Jaguar. Por eso, a su lado, parece media talla menor. Se nota en el espacio interior, aunque la pequeña luna trasera penaliza la visibilidad.

Dentro, el Jaguar es un espectáculo: cuero noble con doble costura, un enorme pomo, un velocímetro pequeño, el emblema de la marca por todas partes y, sobre todo, una enorme pantalla táctil de 10,2 pulgadas. Con demasiados menús y submenús, eso sí, y eso puede llegar a enervar un poco. 

El interior del GLC es más sobrio. Más perfecto. Más alemán. Todo está donde tiene que estar, todo tiene el tamaño justo y los acabados sólidos. Lo mismo puede decirse del manejo de su pantalla y de los botones de la consola central. Los asientos son cómodos y firmes. Igual que la dirección. Solo flaquea en su maletero. Cubica entre 550 y 1.600 litros, por tanto le entra casi una maleta menos que a su rival.

El GLC 250 d lleva el veterano 2,2 litros, un diésel en toda regla. A veces gruñe, otras se queja, otras resulta algo tosco, pero siempre ahorrador. Si fuera tan servicial como su cambio automático de nueve velocidades, otro gallo cantaría.

Una vez en marcha, Mercedes demuestra por qué es la referencia en confort. Especialmente con la suspensión neumática de nuestra versión, parece que absorbe los baches y las hendiduras. 

El Jaguar también te cuida, pero de otra manera. Lleva amortiguadores adaptativos opciones, de modo que el eje delantero de aluminio solo rebota en baches muy pronunciados. Pero lo más sorprendente es lo discreto que es su moderno diésel. Al acelerar, apenas se hace notar. Es el nuevo dos litros de la berlina XE. Refinado, pero no muy ahorrador: traga una media de 8,6 litros, frente a los 8,1 del Mercedes.

El cambio automático ZF de ocho relaciones tampoco se hace notar. Inserta fluido y sin tirones, si bien no logra una respuesta deportiva. Por eso elijo el modo Dynamic, el más puntiagudo de los tres programas. Pero aun así, la dirección electromecánica sigue siendo suave, y eso le resta carácter. Su rodar es más perezoso (aun siendo 70 kilos más ligero por su carrocería de aluminio) que el Mercedes, mucho más ágil.

Conclusión

El F-Pace es lo suficiente Jaguar para militar en la categoría de los SUV nobles. Un diseño con personalidad y un interior refinado como se espera de la marca. En carretera es cómodo, pero hemos echado en falta algo más de agilidad. Es eficacia, el GLC le gana la partida.

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