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Vete a Alemania

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Esta semana he tenido la suerte de poder acompañar a Mercedes en la F-Cell World Drive. No te preocupes, no voy a repetir en este post lo que ya te conté en la noticia de ayer, sino una reflexión que me hacía a mí mismo mientras admiraba el apabullante despliegue organizado por la marca de Stuttgart. He viajado unas cuantas veces a Alemania por trabajo, aunque tengo que decir que pocas veces he sido tan consciente de lo lejos que estamos de ellos que al ver atravesar las tierras patrias a la caravana que han dispuesto para dar la vuelta al mundo en vehículos de hidrógeno. 

Tres tráiler gigantes, como los que usan en la F1, otros tantos Mercedes ML de última hornada y cargados hasta arriba, tres furgonetas con tracción total, una de ellas equipada con una grúa para mover una de las cámaras de vídeo y recoger tomas en cualquier carretera y otra con un compresor iónico en su interior, que remolcaba un enorme grupo electrógeno para alimentar este equipo. En total, unas 40 personas para dar servicio a las tres unidades oficiales del Clase B F-Cell que darán la vuelta al globo. Digo tres oficiales, porque vi otra más que tienen para hacer una película y tampoco me extrañaría que hubiera media docena más de coches de hidrógeno guardados en otros tantos camiones que siguen la expedición, por si las moscas.

Uno de los responsables del proyecto me contó que en las principales ciudades alemanas hay una decena de lugares donde cualquier usuario puede ya repostar esta clase de vehículos, aunque se prevé que su número su multiplique en los próximos 18 meses. Empresas como Linde –socio de Mercedes en este proyecto- o Shell tienen desarrollada la tecnología y se han comprometido a construir las instalaciones para que, en 2015, cuando la marca de la estrella comience la fabricación en serie de los coches de hidrógeno, utilizarlos a diario en el país de las salchichas sea totalmente viable. Por supuesto, me refiero a un número limitado de unidades, que podrían llegar a ser varios miles.

Que lo logren, supongo, irá en función de cuánto consigan reducir los costes de producción de las baterías de ión-litio, de la pila de hidrógeno y de los depósitos de este gas. Pero de lo que, en ningún caso, va a depender es de la falta de voluntad política o del atrevimiento de las empresas alemanas para realizar inversiones a largo plazo. Esta una de las grandes diferencias que siempre nos van a dejar por detrás de ellos. Aquí, mientras se nos llenaba la boca hablando de lo mucho que España apostaba por las renovables, muchos de los empresarios que habían instalado placas fotovoltaicas ya las habían trucado con motores de fuel-oil, que seguían vertiendo electricidad a la red por las noches para vender esa electricidad a un precio más elevado, que es el que tienen las energías limpias. 

Siempre pagan justos por pecadores y, en este caso, el fraude de quienes quisieron dar un pelotazo solar –junto con la falta de solvencia del Estado- ha provocado que se eliminen estas subvenciones. Así, algunas de las medianas y grandes empresas españolas que prosperaban a su costa, pero que eran una esperanza para la creación de empleo a medio y largo plazo, también están a punto de echar el cierre. Según parece, Alemania ya ha salido de la crisis y necesita 700.000 trabajadores. Principalmente, porque está creciendo al 3,5% y tienen apenas un 7% de desempleo. Cuando en España la economía subía a un ritmo parecido, la tasa de parados rozaba casi del 10%.

Le duela a quien le duela, de los cuatro millones y pico de parados que tenemos, al menos un millón son personas que no han trabajado prácticamente en toda su vida, ni tienen intención de hacerlo. Y, como mínimo, otro millón ni quieren hacerlo hasta que puedan ganar 3.000 euros al mes juntando ladrillos o haciendo cualquier otra tarea para la que no se necesiten años de formación. Esto me lleva a la otra gran carencia de la que adolece, en general, nuestra sociedad en comparación con la germana: mentalidad colectiva. Mientras en Alemania se preparan para el próximo salto tecnológico, aquí seguimos pintando farolas con el presupuesto que se debería dedicar a algo productivo. 

Por esta razón, si no encuentras trabajo, pero estás preparado, no tienes más de 35 años y no te asusta trabajar de lo que sea mientras aprendes a defenderte en el idioma de Goethe, mi recomendación es que abandones la Península Ibérica. Es verdad, el invierno en el centro de Europa es más largo y duro, pero se resulta bastante llevadero en una vivienda unifamiliar que, por cierto, en casi cualquier lugar de Alemania cuestan la mitad que en los alrededores de las ciudades españolas o en nuestras costas. La comida no es tan buena, es verdad, pero siempre podrás volver en verano de vacaciones, un lujo del que muchos de los españoles que conservan su trabajo no pueden disfrutar, salvo si tienen la suerte de ser de un pueblo. 

Vete a Alemania

Las opiniones expresadas en este artículo son las del autor y no tienen por qué coincidir necesaria o exactamente con la posición de Axel Springer o Auto Bild España.

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