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Una extraña sensación…

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Juan Antonio Corrales

Últimamente una extraña sensación recorre mi cuerpo cuando conduzco, aunque no sabría explicar muy bien por qué me sucede. Por ejemplo, el otro día circulaba por una calle madrileña y, mientras me acercaba a un semáforo, éste cambió a ámbar. Al igual que los automóviles que había a mi alrededor, aceleré a fondo para pasar antes de que la luz cambiase a rojo. Todo el mundo que haya cogido el coche más de dos veces seguidas sabe que cuando se enciende la luz amarilla hay que dar gas como si de una carrera de Fórmula Uno se tratase. Sin embargo, había algo en mí que no estaba demasiado conforme con esa forma de actuar.
Tras este semáforo vino una calle plagada de pasos de peatones. Por supuesto, estas rayas blancas son para los conductores una señal inequívoca de que nuevamente hay que acelerar a fondo y evitar que los "desalmados" viandantes campen a sus anchas por ellos. ¡Dónde vamos a llegar! El caso es que yo seguía teniendo esa especie de desasosiego interior…

Aunque cuando realmente empecé a pensar que, de verdad, ocurría algo fue en el camino de vuelta a casa. Como todo los días, circulaba por el carril izquierdo y utilizaba el derecho para adelantar. Sin embargo, cuando puse el intermitente para rebasar a un coche me vino a la cabeza una "extraña idea": ¿y si, en vez de esto, circulara por el lado derecho y adelantara por el izquierdo? Era como si alguien en algún momento de mi vida me hubiera dicho que esa forma de circular era la correcta. Por supuesto, tras un instante de duda enseguida rectifiqué y desterré ese pensamiento de mi cabeza. ¿Qué ideas se me ocurren verdad? Como si circular por la izquierda fuera un delito…

Las opiniones expresadas en este artículo son las del autor y no tienen por qué coincidir necesaria o exactamente con la posición de Axel Springer o Auto Bild España.

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