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A vueltas con el distintivo 'CAT'

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Lo confieso: tengo una facilidad pasmosa para tocar la bocina. Es más, para ser sincero, en muchas ocasiones NECESITO tocar el claxon, y nunca he tenido inconveniente alguno en reconocerlo públicamente. "¡Menudo singermorning!", pensarás con toda la razón del mundo. Pero es que o suelto el veneno, o reviento. Este comportamiento tan censurable se me agudiza sobre todo en el tráfico urbano de esta ciudad tan invisible pero insustituible –como diría Joaquín Sabina– que es Madrid, donde resido. Y es que –lo confieso también– me irrita sobremanera la gente que aprovecha el coche para pasearse. ¿Qué buscan? ¿Lucir buga? Este intolerante comportamiento que me gasto con frecuencia es del todo injusto a todas luces, porque en demasiadas ocasiones aquel vehículo que me precede y circula pisando huevos anda perdido porque es de fuera de la Villa y Corte. Y la verdad sea dicha: en Madrid todo va demasiado deprisa –aunque no tanto como en Nueva York, porque allí da pánico conducir–.

Y como esta parece ser la tarde de las confesiones, me acuso de que cuando aún existían las matrículas españolas con distintivo provincial y me topaba con un vehículo con la 'B' de Barcelona, me soltaba la melena con la bocina. ¡Sin rencores, amics de Barcelona! Porque si algo he aprendido en todas mis escapadas a la Ciudad Condal y a Cataluña es precisamente lo bien tratado que me he sentido siempre allí.

A vueltas con el distintivo 'CAT'

Ahora bien, el hecho de que se implantara la matrícula europea –sin distintivos autonómicos– propició que desquiciados como un servidor tuvieran menos argumentos, amén de facilitar la venta de coches de segunda mano procedentes de Madrid en Cataluña y viceversa, aunque ese es otro cantar. 

Respeto a la gente que por encima de todo tiene que comunicar urbi et orbe que son catalanes, vascos, gallegos o de la Alpujarra granadina, de donde procede mi familia. En mi caso, no tengo esa necesidad de mostrar ni demostrar mis orígenes… si nadie me pregunta por ello. Afirmaba el escritor vasco Pío Baroja que "el nacionalismo se cura viajando y el socialismo, leyendo". Sobre lo segundo, no está el horno para bollos y utilizaré el comodín del público para responder, y en cuanto a lo primero, estoy completamente de acuerdo, aunque no se me caen los anillos en afirmar que cuanto más viajo, también más me gusta mi país, porque en España somos unos auténticos afortunados, a pesar de todos los pesares. Pero insisto: respeto todas las ideas e ideologías –mientras se defiendan por vías democráticas, todas son válidas–, todos los sentimientos… Para gustos, los colores, faltaría más.

Pero lo que no es de recibo es la noticia que he leído con respecto a la vista gorda que practican los Mossos d'Esquadra con respecto a aquellos que tapan la 'E' en la matrícula con un adhesivo con el distintivo 'CAT'. No hay que rasgarse las vestiduras: no se trata de perseguir el nacionalismo ni que se quiera coartar el derecho a la libre expresión de sentirse catalán, sino que una matrícula es una suerte de documento oficial, y toda manipulación del mismo es punible. Punto. Y son los Mossos los que tienen que predicar con el ejemplo. Afirman que "hay otras prioridades", cuando la única prioridad que tiene que tener un mosso, un ertzaina, un guardia civil, un policía foral, autonómico, nacional o municipal es hacer cumplir la ley.

Un último apunte a este respecto: ¿si en vez de tapar la 'E' se tapara la 'CAT' –en un hipotético caso de que se implantaran matrículas autonómicas– sería una prioridad para los Mossos? Me temo que la cosa sería muy diferente...

Las opiniones expresadas en este artículo son las del autor y no tienen por qué coincidir necesaria o exactamente con la posición de Axel Springer o Auto Bild España.

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