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Japón en el corazón

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No sé si te ocurre lo mismo a ti, pero cuando veo en la caja tonta o en una película una ciudad o un lugar en el que he estado, me entra una emoción indescriptible. Tierno que se pone uno algunas veces... Con la catástrofe que ha sacudido a Japón, he sentido lo mismo, pero multiplicado por cien y con la extraña sensación de que algo se me ha roto por dentro...

Estuve recorriéndome por mi cuenta Japón hace más de un lustro. Francamente, es uno de los países más maravillosos y fascinantes en el que he estado jamás. Son varias las razones, pero hay dos que destaco por encima de las demás: el fuerte contraste imperante entre la vanguardia y la tradición –pero que conviven a la perfección– y el tremendo choque cultural para un occidental. Porque,  a pesar de que en apariencia Japón parece un país a medio camino entre Europa y América, una vez que lo catas es como los tomates que venden hoy en día: parecen tomates pero no son tomates. En este caso, parece un país occidental, pero es distinto a todo lo conocido hasta ahora.

De hecho, en más de una ocasión me vi tan perdido como Scarlett Johansson en Lost in translation, que transcurre en Tokio, la ciudad, que, de verdad, no descansa ni para nunca. Perdido, porque tienen una visión del mundo que se parece lo mismo que un huevo a una castaña... a ojos de un español, claro. Perdido, porque como ya expliqué hace tiempo en un post, tienen más de treinta formas distintas de decir no, pero ninguna es NO. Perdido, porque es una potencia tecnológica e incluso para coger el metro necesitas ser ingeniero aeronáutico.

Japón en el corazón

Pero Japón es de esos países que molan. Mola, porque todo es distinto: las gasolineras, donde las mangueras salen del techo de la estación.

Japón en el corazón

Mola, porque los taxis, limpios como una patena, van decorados con tapetes de ganchillo.

Japón en el corazón

Mola, porque hay garajes que parecen meccanos.

Japón en el corazón

Mola, porque los japoneses son gente educada, respetuosa, culta y, sobre todo, serviciales con el extraño. Un buen día, estando en Kyoto, nos perdimos, una vez más. Para entender el mapa había que tener un máster en relaciones internacionales, y una pareja de japoneses nos vio tan perdidos que nos ofreció su ayuda, a pesar de que no la habíamos pedido. Lo más sorprendente es que esta pareja ni siquiera era de Kyoto, y a pesar de ello se ofreció a llevarnos a nuestro hospedaje por imperativo categórico. ¡Simplemente alucinante!

Son terribles las imágenes que llegan desde Japón. Acabo de leer un libro en el que se afirma que "en la Naturaleza no hay premios ni castigos, sólo consecuencias". Deseo de todo corazón que Japón halle el descanso y la luz al fondo del túnel lo antes posible. Es un pueblo que lo merece.

Las opiniones expresadas en este artículo son las del autor y no tienen por qué coincidir necesaria o exactamente con la posición de Axel Springer o Auto Bild España.

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